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jueves, 14 de noviembre de 2013

COLORES Y SILENCIOS

Es una constante del pensamiento clásico dividir la vida en tres tiempos: lo que ha sido, lo que es y lo que ha de ser. De ellos, el tiempo actual, el que vivimos en cada momento, es el más breve; porque inmediatamente deja de ser, para convertirse en lo que ha sido ya. Por otro lado el que vamos a recorrer es siempre dudoso e incierto. De modo que sólo es cierto el que ha sido; un tiempo inamovible que ya no se encuentra bajo el arbitrio de lo que ha de ser o será. De modo que, siguiendo este argumento, recordar el tiempo pasado nunca será un ejercicio banal, pues en él se encuentran implícitas todas aquellas lecciones —magistrales o no— que la vida nos enseñó, conformándonos hasta hacernos llegar a ser aquello que somos en el momento actual.

Así, pues, tener tiempo libre para volver la mirada al pasado se configura como una virtud propia de almas serenas —en términos actuales— que aspiran a un aprendizaje permanente dentro de un espíritu de superación.

Es cierto que nadie vuelve con gusto su mirada hacia el pasado; que es demasiado molesta la carga de aceptar cuánto nos equivocamos o con cuánta vanidad, soberbia y avaricia actuamos. Por eso son muchas las ocasiones en que tememos a nuestra memoria. Sin embargo todos aquellos momentos del tiempo pasado, por su intocable presencia, son los únicos que pueden ser examinados y juzgados, convirtiéndose en una fuente innata de aprendizaje y elevación: por tanto, es propio de mentes seguras recorrer el pasado.

Y eso es lo que propone «Colores y silencios»: analizar el pasado de aquella generación que debió vivir el final de una etapa caracterizada por su autoritarismo, y hacer además una transición política hacia el modelo de sociedad que consideró más libre y mejor.

Así, pues, este libro está dirigido especialmente a esa «generación puente» que tuvo que convivir con el intenso rigor de cumplir lo que ordenaban los cánones, y hacerlo, además, con las enormes limitaciones que imponía vivir en un ambiente humilde y rural, pero que supo hacerlo con dignidad y espíritu de superación.

Aunque «Colores y silencios» también aspira a algo más: desea servir como elemento de comparación a esa posterior generación que por una u otra razón, tan difícil está encontrando la mera cuestión de ocupar el lugar que le corresponde en el contexto del nuevo modelo de sociedad que, con los aciertos y errores pasados, logramos forjar. Elemento de análisis, pues, también para ellos; páginas de contraste que quieren ayudar a pensar. Difícil aspiración, aunque esperanzadora es la ilusión.

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