ALCÁZAR, EL
AGUA Y «LAS AGUAS»
El pasado día 14 de mayo, en pleno extraordinario convocado con carácter
de urgencia por el actual equipo de Gobierno municipal, se presentaron los
nuevos pliegos técnico administrativos que reinician el proceso de cambio del
modelo de gestión de la empresa pública «Aguas de Alcázar» por otro modelo de
gestión público-privada a través de una empresa mixta de colaboración. Fueron
aprobados con los votos a favor de los concejales de los grupos municipales del
Partido Popular y Ciudadanos por Alcázar, coalición integrante del equipo de
Gobierno actual.
Y tengo que decir que todo ello me llena de tristeza al comprobar
nuevamente la distancia que suele mediar entre los electos representantes del
pueblo, y el pueblo al que oficialmente pretenden representar. Porque en
alcázar de San Juan, señores, el pueblo ha pedido y sigue pidiendo,
clamorosamente, que «Aguas de Alcázar» siga siendo una empresa pública cien por
cien, y no hay legitimidad política —aunque sí de carácter
jurídico-administrativa—, que permita eludir esa cuestión.
Y me viene a cuento este pensamiento porque hace muchos años que pude
descubrir e interiorizar el porqué de esta relación especial entre Alcázar, el
agua, y «las Aguas»; tanto que ello dio pie a que pudiera escribir un artículo[1] con
dicho título que fue publicado por el semanal Canfali, allá en fecha de 20 de diciembre de 1996; esto es, hace
casi diecisiete años ya. De modo que no podrá decirse que el posicionamiento
que pretendo volver a exponer con este artículo es algo nuevo u oportunista, un
mero posicionamiento político ante el momento actual. Veamos:
Escribía yo por entonces en el mencionado texto:
«Hay, como diría nuestro encomiable y malogrado, don
Rafael Mazuecos, lugares de Alcázar que guardan permanentemente en nuestra
memoria y corazones un algo especial, como un rancio sabor añejo que nos motiva
y nos emociona con sólo nombrar. Son lugares como «la estación», «el Cristo»,
«la Castelar», «la Plaza» o «las Aguas», que han actuado así, con esos
populares apelativos, y a lo largo de generaciones, como hitos de referencia
que igual servían para una cita que para una orientación…»
¿Ha cambiado con el paso del tiempo esta afirmación? ¿Los lugares indicados
siguen siendo para los alcazareños hitos de referencia y orientación?... Pues
si lo siguen siendo es porque esa afirmación basa sus cimientos en acervos
ancestrales que superan la coyuntura de una legislatura política de cuatro años
de duración.
Y seguía el artículo en cuestión tratando de descubrir el porqué de esta
especialísima relación entre Alcázar y uno de esos hitos, el de «las Aguas» que
de una u otra manera todos los alcazareños, en uno u otro momento hemos podido
nombrar. Y para ello recurrimos al hilo de la historia como argumento en
cuestión, por aquello de que «no se puede
ser sucesor sin ser heredero», y los alcazareños a fuer de ser agradecidos
nunca hemos querido ni podido renunciar a aquella herencia, patrimonio de
generaciones pasadas que ayudaron a conformar nuestra especial razón de ser y
singularidad.
«Y aquella herencia ha de pasar porque "las
Aguas" son fruto del agua, y el agua y Alcázar siempre han estado, mal que
nos pese, en muy estrecha relación. Por ello hablar de "las Aguas" es
hablar del agua, y hablar del agua es también hablar de Alcázar como de un todo
amalgamado de amores y desamores de muy difícil solución».
Porque ya desde comienzos de la mitad del siglo XIX contó Alcázar con
fuente pública de donde abastecerse, elemento de progreso singular que motivó
la envidia de todos los pueblos de alrededor. Y por si ello no bastara, fue
suficiente, en 1906, la llegada de los cadetes de la Academia de Infantería de
Toledo, y que estos se quejaran de la falta de agua corriente en los
alojamientos para que los próceres alcazareños, espoleados en su sentir por la
«honra» del lugar, se pusieran a darle al caletre para solucionar tan atávica
situación, porque «pueblo como alcázar,
liberal, industrioso y progresista, no podía seguir manteniendo tamaña
situación».
«Y así, al pasar la Pascua de 1906, un grupo de
contertulios del casino Principal ¿Quién dijo que el ocio no es provecho?,
comenzarían a madurar la idea…».
De este modo, el día 14 de diciembre de 1907, el agua manó en el pozo de
Perdigueras. Y desde entonces todo fue un lento discurrir de años en los que
Alcázar, el agua y «las Aguas» han conformado de forma indisoluble la crónica
de la vida misma de esta población.
Así que, lo queramos o no, Alcázar siempre será algo menos Alcázar sin su
pozo municipal de Perdigueras, o sin su esquina de «las Aguas», porque éstas
siguen siendo un punto de referencia en el corazón de los alcazareños que
ningún poder político temporal debería atreverse a cuestionar. Y no sólo se
cuestiona en el momento actual, sino que se arranca de cuajo esos retazos del
legado y la emoción de nuestros antecesores cuando se ofrece a manos privadas
foráneas —sin otras leyes en su acerbo
empresarial que el del máximo beneficio con el mínimo esfuerzo,esencia del
liberalismo económico—, un acervo etnográfico, social y cultural que es un
logro irrenunciable de todo alcazareño de corazón.
Y por eso Alcázar dice «¡NO!» a esta nueva forma de gestión que pasa por
dar, entregar, conceder, hipotecar o vender
—llámesele como se le quiera llamar—, una herencia patrimonial que es de
los alcazareños, y que no se debe enajenar, aunque las leyes lo permitan, sin
un acuerdo previo y mayoritario con toda la población. Y ese acuerdo no existe,
porque a la única pregunta, aún oficiosa, que se ha hecho a la población en
este sentido, la respuesta ha sido contundente: ¡NO a la privatización de «las Aguas»!;
porque «Aguas de Alcázar» forma parte de los recuerdos que todos los
alcazareños llevamos gravados en el corazón, logros de nuestros antecesores a
los que no queremos renunciar aunque sólo sea por aquello de que «es de bien nacidos ser agradecidos», y
nosotros queremos serlo con nuestro pasado ancestral.
Mariano Velasco Lizcano
Doctor en Ciencias Políticas y Sociología
Educador Ambiental
Presidente de AEDA 23
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