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sábado, 5 de julio de 2014

EN EL PUNTO DE MIRA

A tenor del resultado de las últimas elecciones al Parlamento Europeo parece que en España el bipartidismo está tocado. Aunque desde luego, si esto es así, no lo está en su línea de flotación. Porque PSOE y PP resisten pese a todo, sobre todo éste último. Lo que hace posible transmitir a la opinión pública la idea de que la estafa y la corrupción en contra de la ciudadanía gozan de mano ancha por parte de un importante elenco del electorado español.

Sin embargo una importante masa progresista comienza a bullir, precisamente toda aquella que se ha atrevido a manifestar a través de las urnas el desencanto de la población española con su sistema político, con sus políticas económicas, y sobre todo con sus políticos. Son todos aquellos votos que han permitido el importante ascenso electoral de Izquierda Unida, el inesperado cataclismo de PODEMOS, y la debacle de los grupos ciudadanos representantes de la nueva derecha electoral.

Así, pues, nuevas perspectivas políticas se abren en un tablero, el europeo, que por su ámbito puede ser como un gran modelo de ensayo para el conjunto de los estados europeos incluidos en la Unión.

Pero vayamos por partes en el análisis de la cuestión de los resultados europeos y su extrapolación al ámbito estatal español, y seamos mucho más cautos si se trata de hacerlo sobre el mucho más complejo escenario autonómico y local. Porque por una parte estaría la cuestión del «golpe al bipartidismo», mientras por el otro estaría el «auge» del progresismo de izquierdas y la «caída» del conservadurismo actual.

Si extrapoláramos los datos de las europeas al mapa electoral español, nos encontraríamos con el triunfo de una mayoría progresista gracias al ascenso de IU y PODEMOS, mientras que el resultado en Cataluña podría considerarse como una respuesta a la pregunta del referéndum que pretenden ERC y Artur Más. Aumenta el euroescepticismo y se constata el desencanto de la población española en su conjunto, aunque parece alzarse la rabia y el deseo de luchar contra el holding de las finanzas y la oligarquía institucional.

El PP vence, pero no convence, mientras que la crisis del PSOE pone al descubierto las enormes goteras de la socialdemocracia. En Europa planea la sombra de una gran coalición (o un gran acuerdo) entre populares y socialdemócratas que vendría a justificar aquello de que el bipartidismo es algo que denota que «ambas cosas» son igual, y que desde luego, con ellas, no se frena la tendencia neoliberal.

Creo firmemente en la necesidad de que la izquierda vuelva a liderar el proyecto democrático español. Pero para ello no basta con proyectar buenas intenciones; es necesario saber forjar nuevas mayorías, exponer cambios tendentes a mantener y regenerar el interés general, y a  asegurar inversiones y presupuestos que garanticen un desarrollo sostenible, económica y ecológicamente hablando, y que amarre la especulación financiera impidiéndole que siga manejando la batuta electoral.

España no va bien. Eso lo sabe cualquier ciudadano de a pie, digan lo que digan los números de la macroeconomía y del Banco Central. Porque la realidad que se manifiesta cada día es la de tener que trabajar mas horas en precarias condiciones, ganar poco y tener asegurado el despido a través de un fácil puntapié. Y ese es el auténtico campo abonado donde crece la pobreza, y en el que las fuerzas progresistas tendrían que roturar y sembrar. Y habría que hacerlo utilizando a la vez labradores jóvenes (desempleo juvenil) avalados por la experiencia de los más expertos (parados de larga duración). La distribución de la carga fiscal tendría que ser más justa y equitativa, lo contrario a lo que se ha hecho con la nueva reforma fiscal; y se necesitaría potenciar un nuevo pacto social entre empresarios y trabajadores capaces de romper la tendencia actual.

Pero no parece que las cosas caminen en esa dirección. La izquierda persiste en autodestruirse incidiendo en todo aquello que la separa, mientras que la derecha aprovecha los desencuentros de sus oponentes para alimentar el fuego de la animadversión  ¡Menudo panorama el del progresismo actual!

Así que qué nos queda… Pues seguramente muchos años de bipartidismo, grandes dosis de resignación, y para aquellos más desencantados y atrevidos, el recurso de no votar  ¡Anda y que les den!… Por mucho que esta conclusión pueda fastidiar.



Mariano Velasco Lizcano

Doctor en CC. Políticas y Sociología.

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