EN EL PUNTO DE MIRA
A tenor del resultado de las últimas elecciones al Parlamento Europeo
parece que en España el bipartidismo está tocado. Aunque desde luego, si esto
es así, no lo está en su línea de flotación. Porque PSOE y PP resisten pese a
todo, sobre todo éste último. Lo que hace posible transmitir a la opinión pública
la idea de que la estafa y la corrupción en contra de la ciudadanía gozan de
mano ancha por parte de un importante elenco del electorado español.
Sin embargo una importante masa progresista comienza a bullir,
precisamente toda aquella que se ha atrevido a manifestar a través de las urnas
el desencanto de la población española con su sistema político, con sus
políticas económicas, y sobre todo con sus políticos. Son todos aquellos votos
que han permitido el importante ascenso electoral de Izquierda Unida, el
inesperado cataclismo de PODEMOS, y la debacle de los grupos ciudadanos
representantes de la nueva derecha electoral.
Así, pues, nuevas perspectivas políticas se abren en un tablero, el
europeo, que por su ámbito puede ser como un gran modelo de ensayo para el
conjunto de los estados europeos incluidos en la Unión.
Pero vayamos por partes en el análisis de la cuestión de los
resultados europeos y su extrapolación al ámbito estatal español, y seamos
mucho más cautos si se trata de hacerlo sobre el mucho más complejo escenario autonómico
y local. Porque por una parte estaría la cuestión del «golpe al bipartidismo»,
mientras por el otro estaría el «auge» del progresismo de izquierdas y la «caída»
del conservadurismo actual.
Si extrapoláramos los datos de las europeas al mapa electoral español,
nos encontraríamos con el triunfo de una mayoría progresista gracias al ascenso
de IU y PODEMOS, mientras que el resultado en Cataluña podría considerarse como
una respuesta a la pregunta del referéndum que pretenden ERC y Artur Más.
Aumenta el euroescepticismo y se constata el desencanto de la población
española en su conjunto, aunque parece alzarse la rabia y el deseo de luchar
contra el holding de las finanzas y la oligarquía institucional.
El PP vence, pero no convence, mientras que la crisis del PSOE pone al
descubierto las enormes goteras de la socialdemocracia. En Europa planea la
sombra de una gran coalición (o un gran acuerdo) entre populares y
socialdemócratas que vendría a justificar aquello de que el bipartidismo es
algo que denota que «ambas cosas» son igual, y que desde luego, con ellas, no
se frena la tendencia neoliberal.
Creo firmemente en la necesidad de que la izquierda vuelva a liderar
el proyecto democrático español. Pero para ello no basta con proyectar buenas
intenciones; es necesario saber forjar nuevas mayorías, exponer cambios
tendentes a mantener y regenerar el interés general, y a asegurar inversiones y presupuestos que
garanticen un desarrollo sostenible, económica y ecológicamente hablando, y que
amarre la especulación financiera impidiéndole que siga manejando la batuta
electoral.
España no va bien. Eso lo sabe cualquier ciudadano de a pie, digan lo
que digan los números de la macroeconomía y del Banco Central. Porque la
realidad que se manifiesta cada día es la de tener que trabajar mas horas en
precarias condiciones, ganar poco y tener asegurado el despido a través de un
fácil puntapié. Y ese es el auténtico campo abonado donde crece la pobreza, y
en el que las fuerzas progresistas tendrían que roturar y sembrar. Y habría que
hacerlo utilizando a la vez labradores jóvenes (desempleo juvenil) avalados por
la experiencia de los más expertos (parados de larga duración). La distribución
de la carga fiscal tendría que ser más justa y equitativa, lo contrario a lo
que se ha hecho con la nueva reforma fiscal; y se necesitaría potenciar un
nuevo pacto social entre empresarios y trabajadores capaces de romper la
tendencia actual.
Pero no parece que las cosas caminen en esa dirección. La izquierda
persiste en autodestruirse incidiendo en todo aquello que la separa, mientras
que la derecha aprovecha los desencuentros de sus oponentes para alimentar el
fuego de la animadversión ¡Menudo
panorama el del progresismo actual!
Así que qué nos queda… Pues seguramente muchos años de bipartidismo,
grandes dosis de resignación, y para aquellos más desencantados y atrevidos, el recurso de no votar ¡Anda y que les den!… Por mucho que esta
conclusión pueda fastidiar.
Mariano Velasco Lizcano
Doctor en CC. Políticas y Sociología.
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