PACIENCIA VERSUS CRISPACIÓN (X)
Creo haber sido de esa clase de personas que nunca supieron disfrutar
de su trabajo, siempre apresurándolo sin ser capaz de obtener de él la menor
satisfacción. Prisas, eso era lo único que tenía: lo mismo en el trabajo, en
las investigaciones y estudios, que en mis más cotidianas formas de actuación.
De modo que siempre estaba quejándome por todo: porque no se reconocían mis
"supuestos méritos", porque no obtenía los resultados adecuados en
los estudios pese al esfuerzo que suponían, porque sólo lograba alcanzar enfrentamientos
y afrentas del público con el que trataba… En realidad he pasado tanto tiempo
de mi vida quejándome de los problemas, que si hubiera invertido la mitad del
mismo en intentar resolverlos seguro que me habría sorprendido con los
resultados obtenidos. Porque quejarse nunca es buena solución.
En cambio, lo que debiera haber hecho, lo que deberíamos
hacer en estos casos, que es ponernos a analizar los hechos para tratar de
encontrar la adecuada estrategia, eso , precisamente, fue lo que nunca hice.
Por ejemplo, nunca me paré a pensar por qué llegaba a tener tantos
enfrentamientos en el trato con el público derivado de mí hacer profesional.
Decía Gracián que "todo lo gasta un mal modo; hasta en la justicia y la
razón tiene gran parte en las cosas el cómo". Que es tanto como decir que "no
hay más dicha ni más desdicha que la derivada de prudencia e imprudencia".
Si en todo momento hubiese sido consciente de que cuando a
alguien se le hiere en el amor propio, cosa que ocurre con demasiada facilidad
puesto que todo el mundo tiene "sus razones" para hacer lo que hace,
ya será casi imposible que surja un modo de entendimiento entre los dos.
Pretender que nuestro "contendiente" reconozca "sus
errores" poco menos que arrojándole a la cara los argumentos, lo único que
consigue es dar motivos a la gente para soliviantarse —"picarse"
diríamos en argot coloquial—, lo que
crispará sus ánimos. Y cuando uno está crispado dice cosas de las que a menudo
se arrepiente. Porque en ese estado se dicen cosas pero no se piensan. Y todo
lo que decimos siempre deja una herida que unas veces se cura y otras no. La
crispación nunca facilita el entendimiento. Lo opuesto a la rabia y a la
crispación es la paciencia. Así, pues, esta es el área personal en la que
debemos trabajar. Hay que desarrollar pacientemente los trabajos para
saborearlos bien y poder disfrutar. Hay que tener paciencia en la vida
cotidiana. Ello nos conducirá directamente a un estado de serenidad, antepaso
obligado a la realización de los sueños. Y no olvidemos que una buena vida es
aquella en la que uno se levanta por la mañana con la impaciencia por empezar
de nuevo.
Deberíamos reconocer también lo saludable que es estar solo
en muchas ocasiones —no en soledad, que eso es otra cuestión de la que ya hemos
hablado con anterioridad—. Porque la compañía, aún la mejor, cansa y relaja
pronto. En realidad las más de las veces solemos estar más solos entre los
hombres que cuando nos encerramos en nuestro cuarto. Decía Thoreau que "el
hombre que trabaja y piensa ha de encontrarse frecuentemente solo donde quiera que
se encuentre, porque su misión principal es encontrarse consigo mismo".
Así, pues, soledad buscada y paciencia son las claves para el
goce y disfrute de nuestro tiempo. Y ya que no podemos cambiar las cosas que
nos toca vivir, podemos elegir en cambio, cómo las vamos a afrontar.
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