MEMORIAS DE LA TRANSICIÓN (X): LA CONSTITUCIÓN - Momentos para discrepar

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domingo, 26 de agosto de 2018

MEMORIAS DE LA TRANSICIÓN (X): LA CONSTITUCIÓN

Pasa el tiempo; ya son más de dos años de vida militar. Y aquí estamos: cuarenta muchachos con sus galones de cabo en la bocamanga. Cuarenta ilusionados en busca de su futuro laboral. Cuarenta hombres unidos por la fatalidad de este prolongado servicio militar. Veo pasar los días lentamente. Y por fin llega este mes de diciembre en el que voy a terminar con este segundo periodo cuartelero de formación. Aunque también es un mes que ha dado inicio a importantes acontecimientos políticos, porque el día 6 de diciembre de 1978 se va a celebrar el esperado referéndum sobre la Constitución ¡Parece que España va a ser una auténtica democracia constitucional!
He votado por correo, y he sido partidario del "Si". Y lo he hecho sin saber lo que eso significa; ni tan siquiera he llegado a comprender que con ello he legitimado como forma de Estado a la Monarquía, si bien en su forma parlamentaria. Y es que en realidad eso es algo que nunca me había planteado. La Monarquía sucedió al régimen de Franco y bajo sus auspicios llegó la democracia ¿Se puede, por tanto, cuestionar? —me pregunto—. Y ni siquiera llego a pensar en esos cientos de miles de republicanos que un día lucharon por restaurar la legalidad rota de la España del 36, y que por ello sufrieron persecuciones, exilio, juicios sumarísimos, cárcel y muerte. Esos republicanos y/o sus familiares y descendientes que ansían el retorno de aquella democracia por la que lucharon y sufrieron. No, no me he parado a pensar en ellos. Solo sé que he votado "Si" por contrariar a los militares, a esos oficiales y suboficiales que observo bebiendo whisky en la cantina del cuartel ¡Dios, no los soporto; aunque no sé bien por qué! Bueno, en realidad sí que lo sé. No los soporto porque ellos coartan mi libertad, condicionan mi vida, porque nos tratan con desprecio, porque parecen considerarse como una casta superior ajena a los demás.

Pasan los días. Por fin salí del cuartel. Vuelvo a casa a vivir una nueva Navidad. Y lo encuentro todo triste y vacío; es como si ya no formara parte de ese hogar, como si necesitara volar para encaminar mi vida. Miro a mis padres, les veo allí, mayores; les quiero, pero ya no puedo convivir con ellos, porque lo que yo quiero es formar mi propia familia, tener mi propio hogar… Y tengo tan solo veintidós años: ¡quizá algún día sienta remordimientos por esta banal y desagradecida forma de pensar!
Ante el televisor contemplo el solemne acto de las Cortes. Su Majestad, el Rey, va a pronunciar el discurso con motivo de la sanción de la Constitución. Hoy es 27 de diciembre de 1978, y el momento es especialmente solemne y trascendente. Observo al Rey; comienza su discurso con un semblante adusto y serio, agradeciendo a los miembros de ambas Cámaras la elaboración de la Constitución. Mantiene el deseo de que todas las fuerzas políticas vean cumplidas en ella sus esperanzas, y transmite su confianza en que todos la aceptarán y ejercerán la responsabilidad que les corresponde de cara a su aplicación. Pero sobre todo su agradecimiento se dirige al pueblo español, único artífice de la realidad patria, que con su apoyo en referéndum ha hecho posible la sanción constitucional.
El Rey pide a los españoles que sepamos sacrificar lo que sea preciso de nuestras personales opiniones para armonizarlas con las de los demás. Será necesario aprender a armonizar los derechos, nuestros derechos, con los de otros, arrinconando odios, rencillas, afanes de "justicia" o venganza, egoísmos y personalismos en la búsqueda del bien común de todos los españoles. Esa es la única forma de superar y desterrar para siempre las divergencias irreconciliables, el rencor, el odio y la violencia, hasta alcanzar un territorio patrio donde todos podamos vivir en paz.
Y yo escucho atónito semejante discurso con una atención inusitada ¡Es la primera vez que un acto político me llega a interesar! Y al final, cuando suenan los acordes del himno nacional, siento como un atisbo de intensa emoción, aunque sé que en mí esto no es un acto de mera emoción patriotera. No; es simplemente que por primera vez pienso que al final vamos a ser capaces de convivir, que las dos Españas que poetizara Machado ahora si van a ser capaces de convivir en paz. Y eso me llena de esperanza e ilusión.

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