ENTRE ÁBREGO Y SOLANO - Momentos para discrepar

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lunes, 1 de enero de 2018

ENTRE ÁBREGO Y SOLANO

Le preguntaron a la escritora bielorrusa, Svetlana Aleksiëvich, ganadora del premio Nobel de literatura, si alguna vez escribiría una novela puramente de ficción. Ella sonrió y simplemente contestó: "¿¡Para qué!?", en una reafirmación absoluta de que la realidad supera siempre a la ficción.
Entre Árbego y Solano
Entre Árbego y Solano
Entre Ábrego y Solano; historias de la vida cotidiana para recordarnos que la vida ordinaria es extraordinariamente rica e interesante. Mario, Argensolo, Salvador, Eulogia; hombres y mujeres atrapados en la increíble dureza de sus propias vidas; unos personajes que aún, desde lo más hondo del abismo, buscan con afán su propia tabla de salvación.
Mariano Velasco, con esta nueva entrega de la serie "Cuentos" pretende trasladar al lector una imagen sobre una determinada parte de la sociedad: aquella que por las razones más diversas vive en situación de exclusión social.
Razones para comprar la obra:
  • Unas historias de la realidad cotidiana que te llegarán al corazón.
  • Sucesos ocurridos en ciudades, pueblos, plazas y calles, rescatados gracias a la literatura del olvido y la marginación.
  • Una narrativa ágil y amena que te cautivará desde la primera página.
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A MODO DE PRÓLOGO

Escribía mi amigo Héctor Campos para un genial epílogo que algún día le pedí, que cuando a la escritora bielorrusa, Svetlana Aleksiévich, ganadora del premio Nobel de literatura, le preguntaron si alguna vez escribiría una novela puramente de ficción, ella sonrió y simplemente contestó: "¿¡ Para qué!?", en una reafirmación absoluta de que la realidad supera siempre a la ficción. Y pese a ser este un aserto demasiado manido, sigue tan vigente como cuando Tolstoi, tras escribir Guerra y paz, manifestó que no volvería a inventar porque la vida era increíblemente interesante y solo tenía que relatar sus acontecimientos. Y es que tanto los lugares, como las personas y las cosas, se nos muestran conocidos a través de las historias que nos cuentan, porque ¿Acaso se puede echar de menos algo si se desconoce su historia y su pasado?
Afirmaba el filósofo Miguel de Certeau, que sin relatos los barrios de las ciudades quedaban desiertos, que eran las historias las que los tornaban habitables. Narrar, pues, es un ejercicio que sirve para ocupar, para habitar los lugares, para humanizarlos y hacerlos accesibles al lenguaje del corazón. Y yo soy una de esas personas privilegiadas que por avatares del destino laboral tienen la posibilidad de recorrer caminos —caminos de hierro—, visitar lugares y conocer personas diferentes cada día; es decir, vivir cotidianamente las historias de las gentes que llenan la "vulgar realidad". Así, pues, pensarlas, observarlas y narrarlas no es sino el resultado lógico de una persistente y tenaz pasión, cual es la propia de escribir. Ante mis ojos se muestra cada día una realidad dinámica, convulsa y conmovedora: la de una sociedad que se mueve y viaja en busca de su cotidiano destino. Recoger sucesos que se encuentran en ciudades y pueblos; en plazas, calles y trenes; recuperar esa vida colectiva de cada día, esas historias que se encuentran perdidas en las almas y los corazones de las gentes que las habitan, permite salvaguardar la esencia; podría decirse que resultaría como el mero intento de levantar acta del propio ser de una sociedad en un determinado momento, tiempo y lugar.
No es mala pretensión, aún a fuer de parecer excesiva y presuntuosa. Pese a ello aquellas historias escritas en distintos momentos y lugares, fueron llenando unas páginas en blanco que ahora, con este texto, van a nacer a los ojos del lector. Ojalá que a ustedes les sirvan como me sirvieron a mí. Y si no les valieran como elementos testimoniales de determinados momentos de una realidad social, que al menos les sirvan de entretenimiento y diversión… ¡Ojalá!

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