Pensaba Cicerón que la vejez no es sino el resultado de lo que hayamos hecho con nuestra propia vida. Así que entendida de esta manera la senectud, para el filósofo no tenía por qué ser una etapa de despreciable decadencia, sino la más plena y productiva de su vida. Algo, sin duda, que le interesaba creer, porque cuando escribía esas letras contaba con sesenta y tres años, y aquello era mucho vivir para aquellos tiempos.
Pero lo cierto es que las sociedades actuales han duplicado la esperanza de vida con respecto a los años en que escribía Cicerón. Así que la cuestión a tratar sería: ¿Cuándo podemos considerar "viejo" a alguien en la sociedad actual? ¿A determinada edad? ¿Cuándo accede a su jubilación?; lo que nos llevaría también a otra cuestión: ¿con qué criterio deberíamos aseverar que alguien ya es viejo? Porque en el momento actual son muchas las personas que mantienen indemnes las capacidades y aptitudes que han ido adquiriendo a lo largo de su vida, y por tanto están en condiciones de seguir aportando al conjunto social lo mismo que aportaban antes, o incluso más.
La cuestión tal vez se podría solventar analizando el papel que se puede jugar dentro del conjunto social y sobre la vida política en particular. Porque es en el fárrago y el proceloso mar de la política donde esos denominados "viejos" pueden hacer y decir más, siquiera por experiencia, tacto, nivel cultural o simplemente porque ya lo hicieran —lo hicimos—, facilitando en este país una transición política ejemplar que eliminó de raíz cualquier posibilidad de un nuevo baño de sangre, o de cualquier otro tipo de involucionismo o reacción social.
Esos "viejos" de hoy, calificados como tal casi siempre al tenor de engrosar las cifras de jubilados de la Seguridad Social, lo sean anticipadamente o no, establecieron una democracia de las más avanzadas del mundo occidental, y lo hicieron —parodiando a Sabina— sin conocer el oficio y sin vocación, solo con la voluntad, el esfuerzo y la ilusión de cambiar y fijar unas normas de convivencia válidas para ambas partes de una España fracturada en dos.
Y esos mismos "viejos" son los que hoy deben asistir con rubor a esa tenaz corriente de opinión que cada día los bombardea con la deslegitimación de la democracia: que si los ciudadanos ya no somos otra cosa que meros consumidores manejados burdamente por los poderes fácticos de especuladores y bancos; que nuestros votos solo sirven para legitimar con la "chusma" los intereses de las oligarquías… y mil argumentos más para ridiculizar y empobrecer ese marco democrático que un día nos supimos dar.
Y cuesta ver como una parte nada desdeñable de esos "viejos" entran de lleno en esos discursos, abrazándose como el que se agarra a un clavo ardiendo a una suerte de nacionalismo que para lo único que sirve es para fomentar el caldo de cultivo a los populismos de todo tipo, fomentando con ello el descontento, la división, el odio y el enfrentamiento.
Pero con todo, y frente a ello, siempre estará esa gran masa silenciosa de personas prudentes, de esas que calladamente hicieron patria cada día sin necesidad de banderas, himnos, ni alharacas, sino con su trabajo diario, su cumplimiento fiscal, su comportamiento cívico y su mayor o menor colaboración social; esos millones de anónimos seres —"viejos" les llaman— que aún hoy hacen posible las nuevas formas de sociedad, protegiendo y cuidando a sus nietos mientras sus padres dedican sus vidas al trabajo y al objetivo del incuestionable ascenso social. Como lo siguen haciendo cuando recogen y amparan con sus exiguas pensiones los descalabros de sus hijos acosados por las desventuras —paro, embargos, divorcios, etc.— tan en boga en la actual modernidad. Y por fin —siguiendo con la retahíla— cuando aún tienen fuerzas y agallas para organizarse en movimientos asociativos aunque solo sea con el fin de clamar y oponerse a que esos posmodernos y "jóvenes" políticos jueguen con su pensión.
Sí, definitivamente es la falta de influencia en la actividad política lo único que permite que pueda calificarse de "viejo" a alguien, lo sea en su acepción individual o tomado como colectivo. Lo que ocurre también es que todos esos "viejos" ya se están empezando a cansar, y aún lamentando mucho que sus jóvenes cachorros no atinen a encontrar un rumbo recto y adecuado, a lo mejor deciden que van a tener que volver a retomar las riendas de nuevo, y para ello deciden constituir un partido político de masas y de impredecible influencia social. Veremos entonces a estos "viejos" ejercer de nuevo un preponderante papel político que de inmediato y como una bofetada social, nos va a despejar de inmediato las supuestas dudas de para qué sirven los "viejos" y qué se puede hacer en la vejez.
Comparto la idea de Cicerón y, en parte, solamente la del autor de este blog por cuanto no creo que solucione esa corriente de fondo que todos estamos oyendo correr. Me explico:
ResponderEliminarSí a estar atento y movilizado, a defender nuestras actualizaciones de las pensiones porque cuando no es así, un partido quede dice popular ocupa ese papel y se hace portavoz de pensionistas para sutoaplaudirse con sus ‘subidas’ de 1’5 € (0’25%). Sin esas movilizaciones masivas de Bilbao y luego de todo el pais los partidos nunca hubieran reaccionado.
No a la creación de un nuevo partido de los jubilados porque no todos pensamos igual y porque no deberíamos ‘separarnos’ del resto.
Quizás, la solución esté en seguir activos y exigiendo subidas y actualizaciones respecto al IPC por ley mediante un pacto de Estado.
Pero hay algo más en lo que estoy de acuerdo y es en una mayor presencia de gente madura y sensata entre los puestos dirigentes de los grandes partidos. Nadie tiene nuestra madurez y sensatez. ¿Por qué prescindiría un país como el nuestro de tanta materia gris tan bien amueblada?
Muchas gracias por su comentario. El artículo aboga por la creación de un partido transversal que trasciende ideologías, para representar intereses de grupo (el de los mayores jubilados) con el suficiente peso político para actuar de bisagra ante cualquier Gobierno, aportando la calma, serenidad y sensatez que tanto falta en la actual arena política. Por supuesto, es solo una opinión, y como tal no goza del marchamo de la verdad. Repito, muy agradecido por su opinión.
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