Volver a reseñar las obras que puedo leer, era una tarea que desde hacía
tiempo me había propuesto hacer. Porque, si bien es cierto que, en esta tarea,
he tenido momentos de pleno auge y actividad; también es cierto que a ellos
les sucedieron otros de hastío e inactividad. Y para justificar unos y otros,
siempre encontraba razones: y es que, ¿quién no tiene “razones” para
justificar aquello que en cada momento hace o deja de hacer?
Pues, así, cuando hacía esas reseñas, me parecía realizar un buen ejercicio de
crítica literaria que siempre ayudaría al autor; no solo a dar a conocer su
obra, sino también a transmitirle aquellas sensaciones o dudas que me
producía, pero siempre con “buen rollo”; es decir, como de escritor a
escritor.
Y cuando no las hacía, lo justificaba por aquello de no hacer comentarios
negativos de lo que no me llenaba, fuese cual fuese la razón. Al fin, ¿quién
era yo para publicar nada negativo de cualquier escritor?
Si ahora recupero esta tarea, ello tiene un motivo: dotar de contenido
literario a la nueva versión que pretendo implementar sobre mi blog
Serie literaria “España en guerra”: una bitácora que nació para debatir
sobre esa serie literaria en concreto, pero que, pasado ya su momento, no
tiene objeto su continuación.
Y establecido en forma de preámbulo el porqué de volver a reseñar; pasemos a
dedicarnos a la que será el objeto de hoy: La bruma verde; una obra de Gonzalo Giner, que aun no siendo de sus más afamadas, a mí,
personalmente, me ha causado una honda impresión.
Iniciemos, pues, esta reseña presentando al escritor de manera que podamos
conocerlo mejor.
Gonzalo Giner nació en Madrid; está casado y tiene dos hijos. Es veterinario,
especialista en nutrición animal, y master en dirección de empresas por el
IESE. Ello le permitió realizar tareas directivas y de marketing en grandes
compañías vinculadas a la economía, la producción ganadera y el medio rural.
Su otra gran pasión ha sido y es, el estudio y conocimiento de la historia. De
modo que, profesión y afición, le llevarían directamente al mundo de la
literatura.
La Cuarta Alianza sería su primera incursión; un éxito que cuenta con
numerosas reediciones y una importante proyección internacional al traducirse
hasta en seis idiomas. Siguió El secreto de la logia, para seguir con
El sanador de caballos, la novela que ya lo ensalzó como un súper
ventas. Desde entonces, las novelas históricas de Gonzalo Giner, han
constituido una sucesión de éxitos, otorgándole miles de seguidores y un
público fiel.
Y llegado a este punto, no puedo dejar de reconocer que, a mí, personalmente,
El sanador de caballos no me convenció. La consideré una mera novela de
aventuras que rozaba la inverosimilitud en demasiados pasajes, y que alargaba
sus páginas de forma intencionada para contar y decir aquello que se podía
haber dicho con solo la mitad. Esto me apartó del escritor en un primer
momento.
Pero, posteriormente, pude leer grandes elogios sobre otra de sus novelas:
La bruma verde; centrada en África; más concretamente en el corazón de la República
Democrática del Congo, y en sus selvas tropicales, hoy gravemente amenazadas y
en claro peligro de extinción.
Yo he militado durante más de treinta años en el movimiento ecologista, motivo
que me llevó a interesarme por esa nueva obra de Gonzalo Giner. Y no me
decepcionó su temática desde los primeros momentos de su lectura: la
destrucción de aldeas y aborígenes por mercenarios al servicio de grandes
corporaciones para adueñarse de sus tierras y explotarlas sin límites; la
“madre selva” con sus distintos hábitats y sus familias de primates y vida
salvaje; la ambición del primer mundo por adueñarse de la tierra, destruyendo
flora, fauna y vida salvaje; el trabajo esclavo, la corrupción, la violencia y
la muerte, la extinción de la masa forestal y la caza furtiva.
La novela desarrolla una trama en la que tiene cabida el amor, la angustia y
desesperanza, y una subtrama casi de novela negra basada en el secuestro y
asesinato de Beatriz, una cooperante española a la que su padre, y Lola, su
amiga más fiel, van a buscar.
Pero esta trama, bien hilada, por cierto, me ha interesado mucho menos que el
grito de alerta que supone la constatación de que los seres humanos somos
capaces de corromper cualquier cosa por dinero y ambición; la denuncia de una
situación invisible para Occidente, el expolio de las grandes riquezas de
materias primas del continente africano, y la deforestación salvaje de sus
selvas para convertirlas en suelo de cultivo intensivo y especulación.
La bruma verde no es una novela “ecologista”, pero si encierra,
en cambio, mucho sentir naturalista; probablemente todo el que encierra el
corazón de Gonzalo Giner, veterinario de vocación.
Y, por eso mismo, la recomiendo leer. El conocimiento de los problemas
medioambientales es el primer paso para alcanzar su solución. Además, ya se
sabe, del naturalismo al ecologismo, solo se trata de tensar un poco más el
arco del compromiso con la naturaleza, un paso que novelas de este estilo
ayudan a dar.
Enhorabuena por La bruma verde, Gonzalo Giner.
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