VERANO ETERNO - Momentos para discrepar

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martes, 8 de noviembre de 2022

VERANO ETERNO

Ocaso en las Tablas de Daimiel
Se prolonga el verano, se adentra el calor hasta hundirse en las entrañas de esos meses en los que lo normal sería el comienzo de los fríos. Y aún así, claman los cantamañanas negacionistas políticos: ¡Cambio climático! ¡Cambio climático! ¡Menuda cara la de Sánchez y sus ministros! —suelen perorar.
En el interín; seis mil muertes en España por el calor extremo de este verano; una considerable reducción de la producción agrícola, una multiplicación exponencial de las hectáreas calcinadas, y graves conflictos interterritoriales motivados por sequías extremas.
Así que, yo, que soy de los que piensan que el acelerado proceso de cambio climático no es un invento de ecologistas y alarmantes científicos, sino que es una realidad; estoy convencido de la necesidad de hacer algo para paliar los efectos de este cambio, ya que desgraciadamente creo que revertirlos es una total imposibilidad.
Pero es que bregar contra el cambio climático no solo es una cuestión de conciencia ecológica, sino de justicia social. Porque el cambio climático nos hace más desiguales, incrementa los conflictos de todo tipo, y amenaza nuestra salud; aunque muy especialmente la de los pobres. Porque es evidente que produce mayores efectos en las personas con rentas más bajas y en los territorios más desfavorecidos.
Así que, sí, creo que algo hay que hacer; y que ese algo hay que instrumentarlo desde arriba. Esto es, desde las fauces poderosas de quienes ostentan el poder.
¿Significa eso que las clases medias y bajas no tienen nada que hacer al respecto? En absoluto; es una premisa imponderable que la transición ecológica no se podrá hacer sin la participación de las clases medias y trabajadoras. Sin justicia social no habrá transición ecológica posible.
Pero como a estas alturas de la vida ya me resulta difícil ponerme en la situación de caerme del guindo, soy consciente de que cuestiones tan imperiosas como parar la guerra de Ucrania, lograr la autonomía energética en Europa y corregir las desigualdades evitando su agravamiento generalizado, son cuestiones que necesitan políticas de Estado imposibles de implementar por otros medios sociales, salvo una catástrofe nuclear.
El Pacto Verde europeo es un modelo de desarrollo que camina en esa dirección. Como lo es el programa Next Generation, de la Unión Europea, verdadera hoja de ruta para realizar la adecuada transición digital y ecológica. Pacto y Programa que acaban de ser aparcados ante las exigencias de las necesidades que, a la Unión Europea, imponen las energéticas bajo el ardid de la guerra.
Pero esa realidad puede ser solo un impasse o un parón en toda regla. Que, sin duda es lo que intentarán los grandes lobbies económicos de la industria armamentística y las energéticas ¡Como depredadores voraces incapaces de sentirse satisfechos así multipliquen por mil el monto de sus ganancias!
Y es aquí donde hay que apremiar a esas clases trabajadoras y medias. Urge potenciar su capacidad de movilización en contra de los indecentes objetivos de esos poderes fácticos: huelgas de médicos, de funcionarios, de basureros, transportistas, ferroviarios… Todo será válido, sea cual sea el color del Gobierno, para manifestar la disconformidad de la mayoría social a que los ricos ganen más, a que nos dirijan hacia sus objetivos cual rebaño, y a que, en definitiva, se pueda evitar que impongan sus tesis y decisiones sobre el cambio climático y medioambiental; o lo que es lo mismo, sobre la prevalencia de una justicia social universal.

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