¡JODER! PONGÁMONOS A LEER - Momentos para discrepar

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viernes, 14 de julio de 2023

¡JODER! PONGÁMONOS A LEER

En Estados Unidos, según manifiestan las encuestas, solo el veinte por ciento de los adolescentes leen libros. El otro ochenta por ciento restante consume contenido de las redes sociales. No es un caso aislado. Porcentajes próximos o similares se dan en la mayor parte de los países del Globo. En nuestro país, uno de cada tres españoles no lee nada de nada. Y los que leen, cada vez compran menos libros. Un panorama desolador; para los lectores, y para los creadores de lectura.
Pero, ¿por qué habríamos de leer? Pregunta recurrente de aquellos que leen poco o nada, y no parece pasarle nada por ello. La respuesta resulta no solo clara, sino contundente: porque todo aquel que no lee nada es un imbécil funcional; una marioneta al albur de los vientos de aquellos espabilados que le dicen lo que quieren oír ¡Patanes!
Una persona con ideas propias molesta terriblemente. Así que espero que estas afirmaciones molesten a alguien terriblemente. Porque me esfuerzo mucho por formar ideas propias, ideas que solo toman forma tras múltiples lecturas contrastadas: como “juicio crítico” se podría definir.
Pero es posible que este enfoque sobre la pertinencia de leer, o sobre la conveniencia de aficionarse a leer, pueda no resultar muy convincente. Pero si esto es así, siempre quedará aquello de decir: “Lea usted, hombre”, porque leer es un placer; un placer activo, además. A través de la lectura se pueden conocer otras formas de pensar tan válidas como las nuestras, se pueden compartir otras vidas, adquirir conocimientos de historias y situaciones lejanas en el espacio y/o en el tiempo. Pero, sobre todo, leer es un antídoto contra cualquier concepción del mundo fundamentalista y excluyente; un revulsivo contra la violencia, ya sea la personal, o aquella que en nombre de dioses o de patrias, tiñen de oprobio y vergüenza a buena parte de la Humanidad.
No leer es un suicidio intelectual, ético y moral. Y un hogar sin libros es un páramo, un nido carente de algo fundamental, donde se promueve el desprecio a la lectura y se anima el culto a lo banal, a lo material, a la intransigencia en el pensar y a la actitud borreguil ante la “caja tonta” y todos sus programas basura de tanto éxito social: ¡Ignorantes!
Soy consciente de que nada hay más difícil que pretender cambiar los hábitos del que no tiene, porque nunca la tuvo, la costumbre de leer; o lo que es peor aún, de aquél que la perdió. Por ello me lanzo al exabrupto; total, los que podrían ofenderse no lo van a leer.
Pero es que, en este caso, yo escribo para los tibios, los que sí, pero no, los que utilizan la excusa de falta de tiempo para leer un libro, pero lo derrochan a raudales en cualquier simplicidad ¿Estúpidos!
¡Ya está bien, hombre! ¡Ya está bien! Menos insistir en el empeño de que nuestros hijos practiquen toda clase de deportes y mil actividades más, y más preocupación por su intelecto —y el nuestro— y que aprendan a leer; a leer bien, me refiero. Y de paso procuremos aprender nosotros también, no seamos superficiales. Ahondemos en las lecturas, vivamos con su autor, preguntémonos por qué dice lo que dice, con qué avala aquello que escribe. Seamos críticos e inquietos ¡Joder! Vale ya de tanta basura, de tanta simpleza, de tanta incultura, de tanta anodina banalidad. Pongámonos a leer de una vez, porque ese es uno de los mejores regalos que en la vida nos podemos hacer.

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