- Momentos para discrepar

Lo último:

Anuncios adaptables aquí (0)

Anuncios adaptables aquí (1)

sábado, 13 de junio de 2015


«ESPERPENTO»









Se atribuye a don Ramón María del Valle-Inclán la creación como género literario del «esperpento», una forma de escribir por la que se deforma la realidad, recargando sus rasgos grotescos y sometiendo a una elaboración muy personal el lenguaje coloquial y desgarrado. Lo que no está muy claro es a quién corresponde en realidad la recuperación del «esperpento» como género de acción política, un fenómeno novedoso que está ocupando con alevosa premeditación todas las formas de comunicación  en este maltrecho país.

Porque de esperpento cabe calificar la infame conducta que estamos viviendo en estos especiales y delicados momentos previos a la constitución de las nuevas corporaciones y parlamentos regionales surgidos del último, ejemplar y democrático, proceso electoral.

Explíquenme, si no, de qué otra forma, sino de esperpento, se puede calificar la intolerable actitud del Partido Popular al deformar sistemáticamente la realidad, exagerando de forma grosera y absurda la actuación de todas aquellas fuerzas políticas que conjuntamente y por medio de pactos le van a desplazar de sus tradicionales feudos de poder, y no sólo de estos, sino también de muchos otros en los que lo han ostentado de forma inesperada y casual.

Me refiero, por ejemplo, a casos tan llamativos como el gobierno del PP en Extremadura durante la pasada legislatura, surgido de un pacto político con Izquierda Unida, tan contraria en principio a la propia esencia del Partido Popular. O por poner otro caso mucho mas localista pero también más cercano: el gobierno del PP en Alcázar de San Juan, fruto de un pacto con un partido (CxA) surgido en origen de una escisión del propio PSOE en la localidad: ¿Oyeron hablar entonces de la conveniencia de que gobernara la lista más votada?; o de que verdaderamente las elecciones, en esos feudos, las había ganado el PSOE… ¡No, verdad!...

Sin embargo ese es el discurso que hoy lanza el PP por todo el territorio nacional: «¡El PP es el partido ganador de las elecciones! ¡Lo lógico sería que gobernase la lista más votada!», haciendo bueno el refranero español que ahora utiliza hasta la propia vicepresidenta del Gobierno en el Congreso: «Consejos vendo y para mí no tengo», o lo que es lo mismo, «Esto es lo que ahora nos interesa con tal de mandar».

Y para ello no les duelen prendas a la hora de recurrir e incluso reinventar el género del «esperpento» en la acción política nacional: y recurren a crear y apuntar todas las ancestrales artimañas del miedo y la coacción: «¡Qué vienen los bolivarianos! ¡La izquierda se instala en la radicalidad! ¡Se acerca de nuevo la quema de iglesias y las violaciones de monjas! ¡Los que disponen de pocos medios económicos y los obreros poco cualificados no debían de votar!» y tantas otras lindezas por el estilo. Y es que lejos les queda ya aquel «¡Que se jodan» de la diputada Andrea Fabra en ese templo de la democracia que se supone es el Congreso nacional, cuando creían asegurado in aetérnum su omnímodo poder.

Norberto Bobbio, uno de los más prestigiosos politólogo y pensador contemporáneo (falleció en 2004) decía que en la actualidad el único criterio que distinguía a la derecha de la izquierda era la diferente apreciación de la idea de igualdad, mientras que lo que distinguía el ala moderada de la radical era su actitud con respecto a la libertad.

Que la izquierda sea igualitaria no quiere decir que sea igualitarista, pues sabemos que existen desigualdades naturales que no se pueden evitar: la mayor o menor inteligencia o capacidad física de unos u otros seres humanos, por ejemplo. Son las desigualdades sociales las que cabe la posibilidad de eliminar, o al menos de no fomentar. Y en este sentido, es mucho el espectro social de este país, que autoclasificándose como apolítico, centrista o neutral, podría muy bien, bajo este prisma, considerarse en la izquierda moderada y no radical. ¿Son estos los bolivarianos chavistas que van a acabar con la paz y la convivencia social sólo por el hecho de haber decidido de que es necesario cambiar el bipartidismo corrupto que nos ha venido siendo consustancial?

Aspiro a una regeneración de la política, a un ejercicio transparente de lo público, a una participación real de la sociedad civil, a que la cultura oficial sea un elemento de progreso y tolerancia social, a que no se resuciten «Gestapo, ni KGB» para controlar la sociedad, a no tener que leer editoriales en modestos medios de comunicación (qué será en los grandes) denunciando las manipulaciones y censuras políticas ejercidas con la concesión de publicidad institucional por meros concejales de poca monta; aspiro a que ningún ciudadano sea excluido o postergado de la cultura oficial porque su obra o creación pueda ser tildada de «roja o azul»; aspiro a que reine la tolerancia y el respeto en la vida pública y social, a que no se ejerciten odiosas venganzas revanchistas utilizando el poder político, sea nacional o local; aspiro a que sea una realidad el hecho de que no todos somos iguales (evidentemente) pero si creemos que es posible la igualdad política y social.

Y si eso es ser bolivariano, chavista o radical, pues bienvenido sea. Aunque lo que yo creo es que las actitudes así, de lo único que están en contra, es de que resurja y se utilice el «esperpento» político frente a la convivencia nacional.




Texto: Mariano Velasco Lizcano. Doctor en Ciencias Políticas y Sociología















No hay comentarios:

Publicar un comentario

Gracias por comentar...

Anuncios adaptables aquí (2)