DIEZ MINUTOS PARA CONOCER EL ALTO GUADIANA - Momentos para discrepar

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sábado, 30 de julio de 2016

DIEZ MINUTOS PARA CONOCER EL ALTO GUADIANA

EL «ENIGMA» DEL GUADIANA

 Vídeo: El Plan Especial del Alto Guadiana
 Ver el vídeo: El Plan Especial del Alto Guadiana
Porque enigma, sí, parece seguir constituyendo la cuestión del nacimiento del río Guadiana, ya que a lo que se ve no hay forma de que nos queramos desprender de aquella romántica leyenda del «…puente sobre el cual pacen todo el año más de diez mil carneros…» que describiera Andrea Navaggero, embajador de Venecia, allá en los albores del siglo XVI. Y es que la imagen literaria, la fábula y la tradición resultan siempre argumentos populares con un enorme poder de seducción.
Y vuelvo a cuento con este tema por el hecho de que releyendo el borrador del plan de gestión del espacio Natura 2000, Lagunas de Ruidera, que la Dirección General de Montes de la Junta de Comunidades de Castilla La Mancha publicó, con fecha 10 de marzo de 2014, todavía me encuentro con asertos tales como que «…el conjunto de las lagunas se localiza en el valle del denominado alto Guadiana»; o también que «…las denominadas lagunas de Ruidera son una sucesión de 15 lagunas situadas a lo largo del curso superior del alto Guadiana»; es decir, asertos que no aciertan a distinguir entre lo que es el curso alto de un río con el topónimo que define el singular del río en cuestión. Porque ¿Se puede seguir admitiendo en documentos oficiales el mantenimiento de esa infundada creencia del nacimiento del río Guadiana en las lagunas de Ruidera? ¿Es que este tipo de documentación no ha de ser coherente con el posicionamiento científico, realizando a su vez una adecuada labor de pedagogía y educación?
Porque el Guadiana de Ruidera no es el Guadiana que nace, o mejor, nacía, en los Ojos. Y por eso, con sus diversos topónimos en cabecera —río Pinilla, Vado Ancho—, su nombre oficial desde el paraje de las lagunas de Ruidera es el de Guadiana Alto, que no es lo mismo, ni mucho menos, que alto Guadiana (primer tramo o curso alto del río Guadiana), ni que la cuenca alta de dicho río, entendido éste último como aquel que nace o nacía en los Ojos, desembocando en el Atlántico, allá por Ayamonte.
Que el Guadiana Alto, o de Ruidera, y que el Guadiana, Bajo o de los Ojos, son dos ríos diferentes, es materia científica aceptada, al menos, desde mediados del siglo XIX.
Y es la investigación contrastada la que avala este aserto. Al menos eso es lo que corrobora la diversa documentación que compilan archivos y hemerotecas. De hecho, según consta en el número 4, de 15 de febrero de 1854, de la revista de Obras Públicas, ya en fecha tan temprana como el día 18 de febrero de 1849, el gobierno de la Nación emitió una real orden por la que se nombraba una comisión compuesta por dos ingenieros, uno de minas y otro de caminos, para que estudiaran el curso y la cuenca del río Guadiana desde su «nacimiento en las lagunas de Ruidera», hasta Badajoz, de modo que propusieran los medios de utilizar sus aguas en el regadío de las comarcas que atravesaba. La comisión citada[1] recorrió el curso del río desde las lagunas de Ruidera y los Ojos del Guadiana, hasta Badajoz. Y de tan exhaustivo estudio surgieron múltiples conclusiones. Pero de todas ellas, una es la que nos viene bien a destacar: la que se refiere al nacimiento de dicho río, pues ambos ingenieros cuestionaban la extendida idea del hundimiento del río Guadiana. Incluso referenciaban al famoso arquitecto, don Juan de Villanueva, que al abordar su proyecto del Canal del Gran Priorato de San Juan, calificó de «cuentos de viejas» las creencias que sobre tal hundimiento corrían.
Lo cierto es que las comprobaciones científicas de estos dos ingenieros matizaban que en condiciones normales las aguas evacuadas por las lagunas de Ruidera marchaban por el canal construido hasta el pueblo de Villacentenos, distante una media legua del río Záncara, en los llamados Llanos del herradero, paraje donde solían filtrarse en el terreno. Por lo que ambos investigadores pudieron concluir que «Es absurda de todo punto la creencia de que las aguas vertidas por las lagunas, infiltrándose en aquellos terrenos, recorran subterráneamente un espacio de siete leguas próximamente para presentarse de nuevo en los Ojos y continuar el curso del mismo río, que antes tuviera su origen en las citadas lagunas».
Para estos científicos, mediante sus cálculos e investigaciones quedaba demostrado que las aguas nacidas en las lagunas de Ruidera seguían su curso natural hasta verterse en el Záncara; que allí perdían el nombre de Guadiana para llevar por algunas leguas el de aquel río [Záncara] hasta su confluencia con el nuevo Guadiana nacido en los Ojos, y que éste conserva su nombre hasta su desembocadura en el Océano. Debían, por tanto, rechazar la idea que fijaba su nacimiento en las celebres lagunas, para situarlo en los Ojos del Guadiana. Distinguían, por tanto, dos ríos: el que procedía de las lagunas con el nombre de Guadiana Alto o de Ruidera; y el que nacía en los Ojos, que denominaban Guadiana Bajo o de los Ojos.
Es decir, que lo que dejaron claro es que el río Guadiana, el que desemboca por Ayamonte en el océano Atlántico, nace —o mejor nacía— en el paraje denominado «Ojos del Guadiana», siendo su única fuente de nacimiento las aguas subterráneas del Acuífero 23. Y que el río que mediante una serie de represas tobáceas configura las denominadas lagunas de Ruidera, es otro río diferente, llámese como se quiera llamar. Si bien, en respeto a la tradición, debemos denominarlo Guadiana Alto, para diferenciarlo del Guadiana sin más. Lo que no es de recibo, lo que no se puede seguir admitiendo ya, es que técnicos, expertos, documentación e instituciones públicas y privadas, sigan confundiendo el río Guadiana Alto (o de Ruidera), con el tramo alto o curso superior del río Guadiana (alto Guadiana), porque eso es tanto como seguir confundiendo a nivel oficial el «tocino con la velocidad»… ¡Ay, cuándo aprenderemos a expresarnos con claridad!
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[1] La comisión quedó constituida por don Felipe Naranjo Garza, ingeniero de minas; y don Carlos María de Castro, ingeniero de caminos.

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