CUENTOS HISTÓRICOS - Momentos para discrepar

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domingo, 16 de diciembre de 2018

CUENTOS HISTÓRICOS

¿Por qué escribir cuentos históricos en lugar de realizar análisis socio-histórico sobre una región, tiempo y lugar?
Cuentos históricos
Cuentos históricos.
Esta es una decisión compleja en la trayectoria de un autor; pero es una decisión basada en una intención pedagógica: no se trata de escribir solo para entretener, sino que se trata, sobre todo, de divulgar hechos y actitudes de personajes con la intención de contribuir a provocar una reflexión; como si fuera una especie de activismo social que utilizara la literatura histórica como herramienta. Porque como diría José Luis Sampedro: "Lo que no explica la genética o la fisiología, lo explica la sociología".
Por eso, en esta primera entrega de Cuentos históricos, se popularizan aspectos interesantísimos de la historia de España, si bien se abordan desde un espacio territorial concreto: La Mancha, su territorio y sus gentes. Episodios concretos que forman parte de la cultura más popular, pero que necesitaban una mayor profundización en sus causas y un análisis en sus efectos.
Cuentos históricos; un análisis de hechos y acontecimientos históricos, narrados desde la visión y la perspectiva de unos personajes anclados social y culturalmente al mundo rural, siempre periférico a la Administración, enajenados, por tanto, de todo peso e influencia social. 
Razones para leer la obra:
  • Motines populares, privilegios, hambrunas, conflictos bélicos; momentos rescatados de la historia que bien merecen ser conocidos por el lector.
  • Inquisición, galeotes, forzados en las minas; unos personajes que penetrarán los sentimientos del lector a través de la injusticia de sus propios sufrimientos.
  • Nuevos episodios sobre la Guerra Civil vistos desde los ojos de aquellos que fueron sus protagonistas.
  • Una colección de narraciones que te atrapará en su lectura desde la primera página. 

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    PRÓLOGO: LOS CUENTOS HISTÓRICOS DE MARIANO VELASCO

    La colección de cuentos históricos de Mariano supera generosamente la meta de la docena, en esta entrega. Se presentan como piezas esperadas por el lector, narraciones que a su autor le abrumó dar a la imprenta y sobre las que se ha asegurado de su interés literario, testándolas en diferentes convocatorias de certámenes y concursos en las que han resultado ampliamente galardonadas. Pero eso era de esperar. El proyecto literario de Mariano viene ya cuajado desde lejos, desde su “Escribir a Laura” como primera entrega, que recogieron el premio Carta Puebla en 1995, y hasta ahora no ha dejado de regalarnos el sentimiento con sus novelas, al margen de sus aportaciones a los estudios medio ambientales de la cuenca del Guadiana.
    Como lector de su producción, me cuesta trabajo decidirme en si la obra literaria de Mariano Velasco Lizcano (1956) nace de la necesidad de contar como en la mayoría de los autores; o por el contrario es una estrategia elaborada, para divulgar los enigmas y las claves del territorio de la Mancha, de la cuenca del Guadiana. En el fondo es su territorio, su paisaje, sus gentes, sus costumbres y sus valores. En definitiva su historia y el universo literario de Mariano Velasco.
    Encuentro cierto paralelo en ello con “El llano en llamas” donde J. Rulfo, (1953) en un periodo concreto nos va descubriendo la tierra y la personalidad de sus personajes. Ya mataron a la Perra, pero quedan los perritos… En el caso que nos trae hoy, los personajes sobreviven al fracaso endémico de la tierra que habitan.
    Conociendo la obra y las inquietudes de Mariano Velasco, la pregunta que nos hacemos es: ¿Pero por qué escribir cuentos, de contenido histórico, en vez del análisis socio-histórico que Mariano podría hacer perfectamente? Esta es una decisión compleja en la trayectoria de un autor, una decisión basada en una intencionalidad pedagógica, Mariano, no escribe para entretener, escribe para divulgar hechos y actitudes de los personajes, lo hace con la intención de contribuir a provocar la reflexión. Es un activista social que utiliza la literatura histórica como herramienta. “Lo que no explica la genética o la fisiología, lo explica la sociología” dice J.L. Sampedro, en “La sonrisa etrusca”.
    Algunos de los cuentos de Mariano, pueden ser considerados preludio de sus novelas, el caso de “Canana, soldado español” tiene su prolongación en la publicada sobre la presencia de los soldados manchegos en la guerra de Cuba. Otros van germinando de forma aislada o en conjunto en el resto de sus publicaciones. Pero todos tienen también la característica común de recrear de manera muy asequible, los hechos históricos, para ser elementos divulgativos del pasado, que pueden servir de vigías para el presente y referentes en el futuro.
    La idea de Mariano como la de muchos otros, es la de conocer el pasado, para no repetir sus errores. Con lo que nuestro autor no quiere contar, es que cada tiempo y cada escenario social producen respuestas diferentes; sin garantía real de que conocer el pasado, mejore el presente. Ahora en esta entrega, se popularizan aspectos interesantísimos de la historia de La Mancha, que aunque durante decenios han formado parte de la cultura popular, necesitaban una profundización en sus causas y un análisis en sus efectos. El trabajo sobre los penados en las minas de Almadén. Los abusos del precio del pan, que dieron lugar a tantos conflictos en la Mancha. O el todavía inconcluso análisis de la Guerra del 36 y su entorno; son los temas más candentes de esta nueva entrega. A ellos nos invita Mariano Velasco, a acercarnos y con ellos estoy convencido de que la mayoría de los lectores aprenderemos algunas cosas y pasaremos ratos de emoción.
    Esta forma de escribir de Mariano, a modo de cuento histórico, la encontramos muy asentada en grandes autores desde el siglo XIX: Galdós, Larra, Espronceda, o Cánovas del Castillo y el mismo Emilio Castelar, tuvieron aportaciones en este sentido. En otras lenguas, A. Dumas, Walter Scott, o L. Tolstói entre otros narradores, son casos emblemáticos. Pero cuales son las características básicas de lo que podríamos llamar "cuento histórico". Creo que hay dos irrenunciables: una, la posibilidad de comprobar el hecho que se narra, manteniendo la veracidad y los personajes principales; y otra, la incorporación de una ficción equilibrada, creíble y acomodada al hecho histórico. En un segundo plano, identificamos ciertas intenciones; como la de divulgar un hecho concreto del pasado, con datos reales, o la de moralizar con reflexiones, pretensiones pedagógicas o crudos testimonios cuando es posible.
    Sobre la función del escritor, se debaten corrientes, que Mariano conoce perfectamente como los casos de Brecht y Lukács, autores cercanos entre si, que desarrollan dos teorías del arte contrapuestas sobre el realismo desde el materialismo histórico. Para Lukács la catarsis en sentido ético es la función del arte, para Brecht educar hacia el cambio social. «No aceptes lo habitual como cosa natural…. nada debe parecer imposible de cambiar».
    Nosotros como lectores de la obra de Mariano Velasco, dejaremos los análisis en la mochila, pero tampoco nos quedamos con aquella frase tan usada por algunos pintores: “Para saber si un cuadro es bueno, tienes que decidir si estas dispuesto a colgarlo en tu casa”. Para decidir si la obra de arte es interesante, hay que sentirse una parte del lector o del espectador en ella. La posibilidad de recordarse, identificarse o aventurarse en la obra artística, es lo que le da verdadero valor. En el caso de estos Cuentos Históricos de Mariano Velasco, eso resulta muy fácil, porque los cuentos hablan de nuestro paisaje, nuestro pasado y a veces de nosotros mismos, que en los rasgos de humanidad de sus personajes nos vemos reflejados como en el espejo intimo de nuestra casa. Espero avieso lector, dejarte con la duda, de si son tan interesantes estas lecturas. Por eso te inquiero para que comiences a leer.
    José Fernando Sánchez Ruiz

    EPÍLOGO: MOSAICOS DE NUESTRA HISTORIA

    Si ya de por sí un mosaico romano –como los numerosos encontrados en Alcázar de San Juan– despierta admiración a cualquier persona mínimamente emocionada con el arte, si supiéramos la preparación que hay detrás, valoraríamos incluso más, la obra de arte milenaria. Los artesanos diseñaban el dibujo, que se llamaba émblēma (que significa «adorno superpuesto»), que luego dividían según los colores. A continuación, en el taller, se fabricaba un papiro con el boceto, sobre el que se colocaban las teselas. Pero aun esta operación no era tan sencilla: las teselas se insertaban invertidas, conformando el dibujo hacia abajo, para luego transportarlo al lugar indicado, darle la vuelta y fijar el mosaico final. Si una sola tesela se había colocado erróneamente, todo el trabajo se arruinaba. Si el artesano había acertado, el resultado –esa combinación casi mágica de colores, formas y figuras– se revelaba ante los ojos asombrados, y aún hoy nos permite darnos cuenta de la importancia de los pequeños detalles y el peso de cada poso de esmero vertido en cualquier obra artística, intelectual o literaria. Un gran mosaico lo debe todo a cada una de sus teselas. Hoy, en una época en la que cuando se habla de novela histórica se evoca rápidamente la imagen de un libro de quinientas o mil páginas, Mariano Velasco reivindica la importancia y riqueza del cuento histórico. Y lo hace con una entrega cuyos capítulos, como esas pequeñas piezas de cerámica que forman los mosaicos, son tan pequeños como elaborados, preparados y conseguidos. Ha investigado para hallar cada dato que colocar mimosamente en su lugar; dar forma y color a cada renglón, a cada palabra, a cada letra. Como un auténtico artesano enamorado del trabajo bien hecho, nunca dejaría al azar un dato, un comentario, una descripción… para fabricar su propio mosaico literario, enraizado en su tierra pero jamás anclado a ella, sino que viaja y atraviesa fronteras temporales y físicas para desentrañar pasados de nuestro presente. Si el artesano se siente orgulloso al contemplar el resultado de sus teselas bien ordenadas, Mariano debe enorgullecerse cuando sus lectores no sólo nos vestimos con los ropajes de los personajes descritos, sino que sufrimos sus miedos, sentimos sus fríos, padecemos sus sudores y empatizamos con sus cuitas. Nunca se echan en falta páginas si las presentadas están bien colmadas del suficiente talento y labor como para evocar y encarnar hechos y deshechos de la historia, para crear un mosaico lo suficientemente bello y realista, que son los que este incansable alcazareño magistralmente baja al suelo, que es el que pisamos, que es el que nos sostiene, que es el que comúnmente obviamos cuando se nos llenan las manos de páginas y glorias.
    Héctor Campos Castillo

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