FILOSOFÍA Y SOCIEDAD (XLVII) - LA SENCILLEZ DE VIVIR FELIZ - Momentos para discrepar

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sábado, 29 de mayo de 2021

FILOSOFÍA Y SOCIEDAD (XLVII) - LA SENCILLEZ DE VIVIR FELIZ

ARMONÍA NATURALEZA Y SOCIEDAD
Armonía entre la naturaleza y la sociedad (Zamora)
No conozco a ningún ser humano que no piense que la felicidad de su vida sea algo distinto a disfrutar de buena salud, tener éxito, fama, estabilidad económica, riquezas y/o amor, además de algún otro valor positivo similar; aunque seguro que “haberlo, hay”, a pesar de que yo no disfrute del privilegio de conocerlo. Pero con todo, y a pesar de que no sea la forma general de pensar, existe con seguridad otro tipo de felicidad: la basada en la virtud. Y esta es una felicidad de un valor mucho más excepcional.
Marco Aurelio, en sus “Reflexiones” nos decía: “Si puedes encontrar algo en la vida humana mejor que la justicia, la verdad, el autocontrol, el coraje […]; si puedes ver algo mejor que esto, acércate a ello con todo tu corazón y disfruta ese bien supremo que has encontrado. Porque no es correcto plantear como rival del bien racional y social algo ajeno a la naturaleza, como el elogio de la mayoría, o posiciones de poder, riqueza o disfrute de los placeres. Porque todo eso, incluso pareciendo propio de nuestra naturaleza, al final toma el control de nuestras vidas y nos conduce y nos lleva”.
Lo inteligente y sabio debería ser elegir lo que verdaderamente es lo mejor para nosotros, y ceñirnos a ello. Y lo mejor es aquello que nos beneficia como aquellas criaturas racionales que somos, no solo como el animal que llevamos implícito en nuestra naturaleza. La felicidad —podemos pensar— consiste en sentirse bien y disfrutar; eso es todo. Y en este sentido, cosas como la salud, la propiedad y el estatus social, tienen un valor positivo y son parte de una vida feliz si se saben administrar bien. Pero no son bienes seguros y permanentes; hoy se tienen, mañana no. Y comprendo y entiendo que la mayoría de los seres humanos no podamos entender la felicidad sin la posesión de estos bienes.
Pero de vez en cuando, tal vez demasiado de vez en cuando, surgen personas especiales que alcanzan el privilegio de llegar a entender la felicidad como ese estado emocional que muestra el mejor cuidado para uno mismo y los demás de su especie. La vida virtuosa y feliz, para ellos, es aquella en la que la persona hace el mejor uso posible de sus circunstancias y condiciones de vida, cualesquiera que sean. Porque nuestra vida forma parte de un orden natural más amplio. Y, por tanto, si nos ocupamos de hacer bien nuestras propias actividades, estaremos tejiendo adecuadamente nuestra propia obra en la red; y eso es bueno para todos. Y una vida dirigida hacia ese objetivo posibilita unas buenas emociones que incluyen la alegría y la serenidad. Es decir; existe un estrecho vínculo entre la virtud y la felicidad. Una buena vida, por tanto, depende, fundamentalmente, del control virtuoso de nuestra propia vida; y eso no implica despreciar otros elementos añadidos, como la salud o la propiedad.
Pero, lo cierto, es que no lograremos nunca alcanzar un completo estado de felicidad si no sabemos vivir de acuerdo con el objetivo principal de sabernos animales sociales, y ser capaces de mantener una vida virtuosa y honorable que ayude a mejorar la vida de aquellos que conviven con nosotros; es decir, del conjunto armónico de la naturaleza y la sociedad.

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