Waldem |
Es un hábito previo a mis lecturas conocer un poco de la vida y trayectoria
del autor. Hábito o costumbre que adquirí, hace bastantes años, cuando leía
asiduamente a Henry David Thoreau, el gran pionero del pensamiento ecologista.
El filósofo exigía a cada escritor que se proponía leer, un sincero y sencillo
relato de su vida; algo así como lo participaría a los suyos si viviera en
tierras lejanas. Una costumbre que arraigó con fuerza en mi corazón ¡Se llega
mejor a cualquier lectura cuando se conoce algo del autor!
Naturalmente, en el momento presente, y a diferencia de lo que pudiera
ocurrirle a Thoreau, para mí, como para cualquier lector actual, acceder a un
mínimo currículum del autor consiste solo en una cuestión de segundos gracias
a Google o a cualquier otro buscador digital. Por lo tanto, es una práctica
que recomiendo a cualquier lector, sea principiante, o no; participante de
éste hábito, o no. Casi podría garantizarle que en pocos días se habituaría
tanto a esta técnica que le resultará imposible comenzar a leer sin antes
conocer al autor.
Pero si esa es una recomendación de las de Perogrullo, quizá resulte de mayor
enjundia aquella de recomendar a los escritores incluir en sus textos unas
pequeñas introducciones en las que puedan explicitar a sus futuros
interlocutores-lectores los objetivos, las dudas o cuitas que le ha suscitado
la elaboración de su obra en cuestión. Y eso a través de sus diversas fases,
tanto desde el momento en que surge en su cabeza la idea inicial, hasta los
momentos de su inicio, progreso y resultado final.
Con ello, el autor, estará interrelacionando y compartiendo con el lector su
proceso de creación, sus investigaciones, las dudas y cuitas que le ha
suscitado la elaboración de la obra en cuestión. En definitiva, estableciendo
una especie de comunicación personal con el concreto lector. Una comunicación
con la que el escritor pretende explicitar el impresionante proceso de
trabajo, investigación y creación que, pese a que pueda haberle resultado muy
placentero y enriquecedor, siempre supone un intenso esfuerzo de perseverancia
y voluntad; proceso que le ofrece al lector tan solo por el mero deseo de
compartir con él sus conocimientos y opinión.
No es costumbre habitual, desde luego, encontrar estas pequeñas introducciones
en los textos publicados. No resultan materia ortodoxa en los cánones del
hacer literario, al considerarse que el autor que explicita su obra solo
justifica una mala literatura.
Pero eso es como todo, para mí, concretamente, una mera opinión con la que
desde luego no coincido. Tal vez por ello, me llenó de satisfacción
encontrarme con lo que al respecto opinaba Thoreau. Opinión con la que no solo
coincido, sino que además recomendaría a todo escritor. Y ello, porque al
igual que le pediríamos al lector concentración en la lectura y su mayor
atención, el autor debería ofrecer al lector, no solo su obra en concreto,
sino también sus pensamientos, sus objetivos y causas, además de su sincera
opinión. Ese es el consejo que nos dejó un sabio como Thoreau; y esa es
también mi humilde opinión.
Mariano, me gustan tus disertaciones! E igualmente mi hijo está consultando tus obras de España en Guerra, pues le es de mucha ayuda los planteamientos que haces, para sus clases de historia. GRACIAS.!!!
ResponderEliminarMuchas gracias; es un honor recibir este comentario.
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