ODIO EN LAS VENAS: CRUDA REALIDAD - Momentos para discrepar

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martes, 21 de junio de 2022

ODIO EN LAS VENAS: CRUDA REALIDAD

 

 
Creo que el recuerdo es una fuente poderosa de cara a la creación. Mucho más que la imaginación, aunque ésta también resulte fuente fundamental que ayuda, y no poco, en ese ejercicio de contar las cosas que es el arte de narrar. Porque nunca la imaginación podrá sustituir a la memoria y al recuerdo, al menos en mi caso particular, sensaciones que incidirán sobre cómo percibiremos eso que denominamos la "pasada realidad"; y que son más ricas y variadas, mucho más poderosas, que la más fértil imaginación. Y aunque con el paso del tiempo, la mirada retrospectiva pueda forjar un recuerdo poco fiel, realidad e imaginación se han de imbricar en el relato de esos hechos que quise narrar, con el solo intento de rescatar una penosa parte de nuestra historia que, aunque cruda e indeseable, sucedió a nuestro pesar.
De Odio en las venas he recibido algún que otro comentario de carácter negativo, sobre todo de lectores próximos al acontecer de los hechos, quizá porque pudieron ser sus propios padres los protagonistas: “Muy crudo, muy crudo” “No he podido acabarlo: me removía hasta el alma”. Comentarios que en su momento me dolieron, pero que con el paso del tiempo se amortiguaron hasta convencerme de que tenía que releer la obra: ¿De verdad era tan cruda como esos críticos la apreciaban?...
Yo siempre supe que quería contar una historia ciertamente personal sobre la Guerra Civil: la de aquellos que tuvieron que vivirla en las retaguardias teniendo la desgracia de no pertenecer, por ideas o por mera calificación social, al bando en que les tocó vivir.
Lo intenté con una obra anterior: Mancha Roja; pero quizá abrumado por el exceso de información, o simplemente por mera pusilanimidad, al final lo que escribí fue un ensayo de investigación que no era lo que ansiaba contar. De modo que el reto quedó pendiente ahí, en espera de que llegara el momento creador.
Y como quiera que concibo la vida como una obligación de hacerse lo que uno quiere ser, algo que casi siempre se sabe —me refiero a lo que uno quiere ser— por mero descarte de lo que uno no es, o no debe, o no quiere ser, pues era del todo impensable que no volviera a retomar aquel fallido intento de contar lo que quería contar sobre la Guerra Civil. Como entre medias, además, ya habían pasado algunos años, y uno había superado ya el temor pusilánime a decir lo que quería decir, gustara o no —y no me refiero solo al gusto estético—, pues me puse de nuevo ante los folios en blanco dispuesto a cumplir con la tarea, aún sabedor, como no, que de ella solo obtendría la mera satisfacción de haberla podido escribir. Pero si esto me había venido a bastar durante treinta años, no alcanzaba a ver la razón por la que no pudiera hacerlo durante algunos años más. Al final Odio en las venas fue el fruto de la mera pasión por querer ser lo que uno quería ser, que no era otra cosa que ser escritor. Sin más literaturas.
 ***
Decía José Luis Sampedro que la primera regla para escribir es escribir por necesidad. La segunda regla es distinguir entre la ficción y la historia: "Hay que creerse lo que se está escribiendo. Por tanto, hay que documentarse y mucho. Y pasarlo bien; y aprender cosas en ese proceso. Servirá para recrear los ambientes de forma verosímil y convincente. Ello nos ayudará a creernos mejor nuestras historias porque habremos imbricado nuestra historia en la realidad".
Y esto es lo que ocurrió con Odio en las venas, que personajes e historias se imbricaron con la realidad, sencillamente porque eran la realidad. Todos los personajes, aún aquellos que figuran con nombres ficticios, fueron fruto exclusivo de la realidad. En cambio, las situaciones y contextos que vivieron y se narran —literariamente, claro está—, aun correspondiéndose con hechos acontecidos, exhaustivamente documentados con las diversas fuentes que éste autor pudo consultar, fueron novelados tal y como correspondía a la trama, al género, y a las licencias del oficio a las que no quise renunciar.
El resultado final, ciertamente, y así lo he venido a constatar de nuevo en este momento actual, es de una gran crudeza. Tal y como se corresponde con el horror que pudieron suponer aquellos hechos. Un reflejo, pues, de lo que aconteció de forma real, sobre personajes reales. Una visión alternativa de la Guerra Civil, no apta, desde luego, para almas sensibles ¡Qué le vamos a hacer!

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