Cuando las tropas alemanas ocuparon París, el 14 de junio de 1940, Francia
quedaría de hecho dividida en dos: la Francia ocupada, y la Francia de Vichy,
o Francia libre; si bien, ésta última dirigida por un gobierno absolutamente
títere del régimen nazi. Fue durante ese año de 1940, cuando Albert Le Lay
llegó a Canfranc tras ser nombrado jefe de la aduana francesa.
La Francia de Vichy se convirtió pronto en el semillero de la resistencia
francesa contra el régimen ocupante, siendo los principales mandos del
neutralizado ejército francés los artífices de su creación. Uno de esos altos
oficiales, el coronel Gilbert Renault, más conocido como “Coronel Remy” se
puso pronto en contacto con Le Lay a fin de persuadirle de lo importante que
podía ser su ayuda para los partisanos franceses, dada la importancia de su
cargo institucional. Y fue de esa manera como Albert Le Lay pasó a formar
parte de la Resistencia francesa.
Albert Le Lay, un anónimo funcionario de aduanas sin grandes pretensiones en
su vida, estaría destinado a convertirse en un hombre esencial dentro de la
red de espionaje montada por la Resistencia, actuando como enlace de correo
entre los resistentes y los aliados. Aunque no se limitaría a ejercer esta
función, pues su gran humanidad le llevó a proteger y salvaguardar la vida de
muchos judíos que huían de los nazis por Francia.
La estación fronteriza internacional de Canfranc se convirtió pronto en un
importantísimo paso de mercancías de los países ibéricos hacia la Alemania
nazi, y su correspondiente retorno en forma de mercancías alternativas, u oro
y plata con los que compensar estas exportaciones. Fue aquí donde brilló
sobremanera la astucia de monsieur Le Lay, implementando un sistema que
posibilitaba el paso de los huidos en los vagones de estos trenes; bien
ocultos en falsos compartimentos, o incluso adosados en los bajos de los
trenes. También recogía a muchos de aquellos que se aventuraban a cruzar las
montañas pirenaicas. Les dotaba de visados falsos, y así posibilitaba que
pudieran acceder al camino hacia su libertad.
Tras la ocupación total de Francia, en noviembre de 1942, la Gestapo
incrementó su actividad en la anteriormente denominada Zona Libre. Las
actividades de Albert Le Lay fueron descubiertas por la Gestapo en septiembre
de 1943. Afortunadamente para el jefe de la aduana francesa, pudieron pasarle
aviso de que la Gestapo se dirigía a apresarle.
Le Lay iniciaría así una rocambolesca escapada, en principio ayudado por un
carabinero español de Canfranc, que le posibilitó la huida hasta Zaragoza,
desde donde llegó a Madrid. Allí, auxiliado por la embajada del Reino Unido,
pudo llegar hasta Gibraltar y pasar a la Argelia liberada del yugo nazi, donde
seguiría desempeñando muy importantes funciones para el Gobierno francés en el
exilio del general De Gaulle.
Al terminar la guerra, y pese a tener ofertas para ocupar importantes puestos
en París, renunciaría a ellos para regresar a Canfranc, lugar que eligió para
vivir tranquilo en el mayor anonimato. Sirvan estas páginas para intentar
transmitir el reconocimiento y la admiración que merece un hombre así.
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