Desde la definitiva victoria romana sobre los cartagineses, el Senado pensó la
guerra como una agresiva empresa de conquista en la que solo cabía el
sometimiento o la destrucción del enemigo, lo que reportaba gloria, poder y
riquezas. Roma ya solo aceptaba entregas incondicionales y no admitía otros
tratados que no fueran la deditio.
La rendición incondicional suponía la consideración de la ciudad como
dedicitaria, es decir, sujeta a su autoridad y sometida a los condicionantes
que les establecieran; y eso en el mejor de los casos, pues en muchas de las
ocasiones se decidía la total extinción, la muerte de sus combatientes y la
reducción a la condición de esclavos de todos los demás habitantes. En
realidad, la rendición no perseguía otra cosa que la transformación de los
núcleos conquistados en estipendarios bajo el control directo de Roma, todo
ello legitimado por la crueldad de los castigos que imponía la maquinaria de
guerra romana.
***
Guerras de fuego; así denominaron los historiadores romanos su larga lucha contra los
celtíberos. Y ello porque, acostumbrados como estaban a dirimir el resultado
de sus guerras en una sola batalla —las menos de las veces, en una segunda—,
la propia acción de las guerras ibéricas, cuyas batallas solo cesaban al caer
la noche, sin que éstas dirimieran nada salvo un sendero de heridos y
cadáveres que debían ser retirados a la luz de las antorchas y homenajeados a
través de la cremación de sus cuerpos en grandes piras funerarias, alentó el
pensamiento de los relatores de la historia hacia esa denominación de “guerras
del fuego”, en la idea de que si se buscara algo similar para nombrarlas,
ningún calificativo de los conocidos se adaptaría mejor.
Guerras de fuego, pues, es el título elegido para esta obra que mantiene como
tempus de acción el lapso comprendido entre los años 154 a.C., y 133
a.C., periodo en el que, en el suelo ibérico, acontecerían episodios tan
trascendentales para la historia como las guerras celtíberas y las lusitanas,
con sus correspondientes episodios de gloria, tragedia y honor.
Esta novela solo añadirá unas páginas más a la enormidad de textos, escritos y
documentación varia que historian estos sucesos. Pero, habiendo sido escrita
con un compromiso riguroso y fiel al acontecer histórico, pretende, a través
de su ficticia trama, que el lector pueda conocer mejor aquel momento de la
historia, y que pueda hacerlo disfrutando del placer de la lectura sencilla y
la aventura de unos personajes que pretenden ser reflejo fiel de los distintos
actores de la historia.
Si lo he conseguido o no, eso ya es otra cuestión. Pero ojalá que sea así.
Llenaría de sentido este trabajo y esta ilusión.
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