
Esta novela pretende recuperar hechos históricos en gran parte desconocidos
para el común de los españoles. Porque pocos conocen —salvo historiadores,
pedagogos e interesados especialmente— que nuestras tropas lucharon con honor
en el reino de Annam (hoy Vietnam) en colaboración con las francesas durante
un periodo de seis años (1858-1863) con el único fin de defender el derecho
misionero a predicar el cristianismo en aquellas tierras; un fin harto
diferente al de Francia que, con la misma excusa, logró consolidar su primera
colonia en el Sudeste asiático (Cochinchina), que años después ampliaría hasta
conformar la inmensa Indochina colonial francesa.
España nunca buscó ampliar ningún nuevo territorio en aquella zona, pero su
honor militar la hizo ser fiel a los compromisos adquiridos, y peleó con honor
y gloria regando de sangre española el suelo annamita. La expedición sufrió lo
indecible no solo por las campañas bélicas, sino también por las lacerantes
condiciones climáticas y sanitarias y por el menosprecio que sus soldados
sufrieron constantemente por parte de sus supuestos aliados franceses. Sin
embargo, lo dieron todo: su sangre y su vida. Su regreso a la Patria, en
Filipinas, estuvo rodeado del más absoluto silencio; un silencio al que
seguiría tiempo después, el mayor de los olvidos y el menosprecio del
deshonor.
* * *
En Filipinas, la derrota de Cavite, con el resultado final de la destrucción y
hundimiento de la flota española, más la capitulación de Manila ante las
tropas estadounidenses, supuso el final del mando y posesión español en el
archipiélago filipino. Unos acontecimientos que la historiografía ha incluido
siempre bajo el paraguas de lo que se conoce como el “Desastre del 98”, una
interpretación histórica de los hechos que ha perdurado sin discusión hasta
nuestros días. Pero en la actualidad, una nueva corriente historiográfica ha
venido a rebatir lo que se consideraba como hechos incuestionables para
“redefinir” aquel tempus como la “Traición del 98”. Historiadores como
Federico Santaella y algunos otros, apoyados en pruebas documentales de
solvencia indiscutible, han venido a asentar la moderna teoría de que en
realidad la corta guerra contra los Estados Unidos de América no fue otra cosa
sino una guerra pactada que debería litigarse con la intención de salvar el
honor patrio español, minimizando las pérdidas humanas y materiales, y
posibilitando la venta de Puerto Rico, Cuba y Filipinas a los Estados Unidos,
que pasarían a ser los legítimos propietarios de las antiguas provincias y
territorios españoles de ultramar. Algo que se ratificó en el convenio de
París, donde dichas tierras se venderían a los americanos por un monto de
veinte millones de dólares.
Esta novela, en su apartado final, ha seguido esta nueva corriente
historiográfica, sin que ello signifique la total aquiescencia del autor con
la misma. Simplemente se ha considerado que esta nueva interpretación
histórica es poco conocida, y, por tanto, implementarla en la novela, además
de contribuir a su mayor difusión y conocimiento, enriquece notablemente la
trama de la misma. Sin más literaturas.
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