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Debo reconocer que aquellos tiempos del confinamiento por la pandemia del COVID 19 (marzo-junio de 2020) fueron de un gran enriquecimiento para mí; enriquecimiento intelectual y, en cierto modo, también “espiritual”. Y ello a causa de la gran cantidad de tiempo disponible con la que me encontré, y el reencuentro que ello supuso con una serie de lecturas que me llevó a valorar otras formas de pensar que, de alguna manera, vinieron a trastocar mi habitual forma de ser.
Pero de todas ellas, las que más impacto vinieron a causar en mí, fueron las derivadas del pensamiento estoico, de aquellos pensadores griegos y latinos (Epícteto, Séneca, Marco Aurelio) que durante tanto tiempo había olvidado, sus obras como perdidas en los anaqueles de mi biblioteca. Y esas lecturas me impresionaron tanto que llegue a interesarme muy seriamente por la nueva corriente de pensamiento que hoy se conoce como “estoicismo moderno”.
Soy consciente de que realizar este tipo de afirmación en los actuales tiempos posmodernos puede parecer una excentricidad o una arrogancia. Pero esto no es así, sino que en realidad lo que viene a ofrecer es una alternativa de vida altamente viable y perfectamente adaptable a las formas y usos del momento actual.
Curiosamente, es algo muy común que todos aquellos que persiguen o practican alguna forma de esta filosofía evitan hablar de ello; y yo me pregunto por qué. ¿Acaso es una vergüenza practicar este pensamiento.
Pues, ciertamente entiendo que no, que no lo es. Lo que sí resulta muy difícil es explicar estas creencias a todos aquellos que solo consideran válidas las doctrinas de lo material y consideran ingenuo y desfasado cualquier otra forma de pensar en el mundo actual ¡Pedazo de cretinos!
Conocer el estoicismo moderno, esto es, aquellos clásicos principios filosóficos adaptados a los modos de hacer y pensar de la sociedad actual, no es algo esnob propio de iluminados. Tan solo significa conocer y aprender del conocimiento lógico racional de aquellos que dedicaron su tiempo a entender la vida y crear formas de actuar tendentes a conseguir una vida mejor. Un trabajo y un pensamiento que ha perdurado durante dos mil quinientos años; y eso no puede ser ninguna casualidad.
El estoicismo moderno no es algo desfasado. Tampoco, desnortado. Ni es una filosofía nueva más. Es algo para hacer y practicar, una llamada a nuestras acciones para vivir con dignidad y altruismo. No se trata de promocionar ningún “credo”, sino de practicar la autorreflexión para tratar de mejorarnos a nosotros mismos y saber revertirlo a la sociedad. Se trata de practicar con reflexiones fáciles y actuales que nos ayudan a superarnos y a crecer.
Comprendo que las costumbres no son inmutables; tampoco universales. Los estoicos eran hombres de su tiempo; no conocían conceptos como los de justicia y equidad social. Por tanto, el pensamiento estoico actual ha de adaptar sus principios considerando sus normas como una filosofía viva, ética y práctica. No será suficiente y válido conformarse con leer a los clásicos, sino que se debe leer, sobre todo a los modernos.
Ecos de la distancia pretende contribuir a la difusión de ese pensamiento. Y aunque no es una obra filosófica, si lo es de reflexiones bajo las directrices del pensamiento estoico dirigidas a valorar qué y cómo hacer para vivir mejor en el mundo actual. Y eso es algo que debería suscitar interés. Pero si no, vaya por delante que mi pretensión no pasa por otra que la de compartir este tipo de reflexión.



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