GIGANTES DE LA MANCHA
Entrevista con Mariano Velasco
Hablemos de su último libro: Diario de un ecologista ¿Cuál es el sentido o el propósito de contar una historia que sucedió hace veinte años?
Diario de un ecologista |
¿Cuál ha sido la dinámica que ha seguido para ir dando forma a esta publicación?
Como digo, Diario de un ecologista, en su formato de publicación actual, es un texto que ya estaba escrito y que se realizó durante el acontecer cronológico que refleja su contenido interior. Responde, por tanto, a unos hechos que sucedieron en momentos concretos y que se escribió como mera reflexión personal y documento de memoria particular. No se concibió en su origen como texto literario. Ello ha hecho necesario pulir su contenido en un intento de adaptarlo mejor a las necesidades de la publicación a fin de intentar hacer atrayente su contenido al hipotético lector.
En este libro hay una frase que dice: «…quien deja de luchar por un sueño puede sentir en la boca el sabor amargo de un fracaso…», ¿es esta una frase autobiográfica?
No, no es una frase autobiográfica, sino una cita que incorpora el prologuista, Enrique Sánchez Lubián, que con su magistral hacer y su consumado saber profesional de escritor y periodista, viene a definir como uno de los aprendizajes que puede obtenerse de la lectura del libro, el constatar el valor que encierra la actitud de la tenacidad; lo que literariamente trata de ensalzar relacionándolo con una de las citas que refleja el Diario, concretamente la de Elia Kazan: «Si quieres vivir una vida grande, busca una causa grande», de modo que concluye y apostilla con dicha cita: «…sólo quien deja de luchar por un sueño puede sentir en la boca el amargo sabor del fracaso». Todo un privilegio ese prólogo de Enrique Sánchez Lubián y esa cita para apoyar todos esos años de lucha y tesón.
Aunque su vocación sea la novela histórica, y quizá literariamente Diario de un ecologista no sea su mejor texto, ¿Qué tiene de especial este libro?
Quizá, o al menos en parte, esta pregunta haya quedado respondida en la otra anterior. Así que, aun a riesgo de ser reiterativo, debo insistir en que tal vez la aportación más sobresaliente de este texto sea la recuperación de unos hechos que vinieron a configurar la crónica, la expresión de una pequeña historia comarcal que tiene en el uso y gestión del agua, y en los efectos ecológicos derivados, su soporte fundamental. En cuanto a su aspecto literario formal, es cierto que guarda cierta distancia con el hacer creativo de otros textos más genuinamente literarios, como aquellos otros que he escrito en la línea de mi gran vocación: el cuento y la novela histórica. Pero creo, sinceramente, que ello no le resta valor literario y testimonial.
¿Por qué en los años 70, el Estado sustituyó los cultivos cerealistas y viñedos de secano por cultivos intensivos de regadío con base en las aguas subterráneas del acuífero 23, justificando que este sería el inicio de una nueva etapa de modernización?
Responder a esta pregunta implica, necesariamente, un serio esfuerzo de recuerdo e imaginación para trasladarse al contexto social de la época. Se trataba de una sociedad —la manchega—, anclada en una grave situación de inmovilismo y de penuria social que motivó un proceso brutal de emigración que amenazaba con despoblar los pueblos manchegos. El sector económico básico: el agrícola; era incapaz de sujetar a la población. Por eso la Administración de turno, desde comienzo de los años 50 del pasado siglo, había fijado sus esperanzas en la transformación agraria con base en el regadío, fijando y declarando zonas de especial interés de colonización. A ello se añadieron los primeros estudios científicos realizados por el IGME sobre las aguas subterráneas de la región. La ecuación quedó así trazada: la posibilidad de desarrollo en base a la potenciación de los regadíos con unas aguas subterráneas que se consideraron inagotables, y un impulso a la iniciativa privada de los agricultores que debieron suplir con su propio peculio la falta de medios económicos de la Administración. ¡Aunque lo que ocurrió realmente es que se sobreexplotaron los acuíferos manchegos ocasionando la destrucción casi absoluta de los recursos naturales y del sistema ecológico…!
¿Es así?
No es tan sencillo. Efectivamente la gradual transformación de los secanos en regadío posibilitó una mejora económica que consiguió, poco a poco, frenar el proceso de despoblación de la zona. Luego, el añadido impulso del crecimiento de los sectores industrial y de servicios, junto a la modernización política del régimen democrático y del Estado de las autonomías, completó el proceso que nos ha conducido hasta la sociedad actual. El error, empero, consistió en no afrontar en su momento el hecho de que las aguas subterráneas, verdadero catalizador de la transformación agraria, no eran un recurso inagotable, sino todo lo contrario: limitado y finito. Su uso por encima de la tasa de recuperación natural motivó el descenso de los niveles piezométricos, la pérdida del sistema ecológico de superficie que tenía su base en el prístino estado de los acuíferos, y el abocamiento a una clara situación de insostenibilidad.
En el último año se han vivido en la localidad situaciones controvertidas respecto a la gestión del agua. ¿Hacia dónde cree que nos dirigimos en este sentido? ¿Cómo ve el futuro en Alcázar de San Juan respecto a este tema? ¿Qué otras «guerras del agua» se han vivido en la localidad? Ciertamente; en el último año se ha vivido en la localidad una situación de confrontación entre el poder político municipal, la oposición política, y una parte nada desdeñable de la sociedad alcazareña, motivada por la elección de un nuevo modelo de gestión de carácter público-privado para la empresa municipal Aguas de Alcázar; una confrontación que parece habernos situado en una nueva «guerra del agua» aunque de carácter diferente a las anteriores vividas en la localidad. Diario de un ecologista viene a poner sobre el tapete la «guerra del agua» que se inició en 1991, bajo la bandera del control político de los nuevos entes —las Comunidades de Regantes— que deberían administrar el uso y consumo de las aguas subterráneas asegurando el cumplimiento de las directrices de gestión emanadas desde la Administración central. Fue, por tanto, una «guerra del agua» cuyo fin último no era otro sino el control político de esos nuevos órganos de poder en materia de aguas, ampliado, eso sí, por la protesta social que emanaba de los grupos ecologistas que proliferaron ante la gravísima situación de deterioro ecológico que vivía la región. El enfrentamiento actual —no me atrevo a calificarlo de «nueva guerra del agua»—, dimana de las diferencias sobre un modo de gestionar el agua pública; esto es, si debe hacerse de modo público o privado. Personalmente he venido defendiendo desde hace veinticinco años los modelos públicos de gestión del agua, y ello por considerarlo un recurso vital que no debe ser privatizado, y eso aún reconociendo los graves errores que en determinadas ocasiones la gestión pública ha podido cometer: el trasvase Tajo-La Mancha —el famoso «tubo»—, es una muestra palpable que modela esta opinión. Por eso, a mi posicionamiento personal por un modelo de gestión pública del agua, siempre he añadido la necesidad de realizarlo implementando los adecuados modelos de control y participación ciudadana capaces de dar fe y asegurar la transparencia en la gestión y administración del recurso y sus finanzas. Y no es cosa de cambiar ahora esta convicción. En cuanto al futuro en Alcázar de San Juan diré que no lo puedo predecir, aunque sólo sea, parafraseando a Séneca, porque el futuro es algo que no existe, porque está por llegar, y cuando llega ya no es futuro, sino que constituye el presente actual.
¿Qué se siente cuando de repente tiene en sus manos un libro escrito por usted? ¿Cómo fue esa sensación con el primero que escribió?
Lo que siento, cuando después de un largo tiempo de trabajo e investigación veo su resultado materializado en forma de libro, fundamentalmente, es temor. Temor a que no guste; temor a que pase desapercibido; temor en definitiva al juicio del lector. Sólo después, cuando a través de los diversos actos de presentación y difusión del mismo vivo esos momentos de contacto directo con el posible lector, y puedo palpar la emoción de transmitir y compartir el sentimiento y el conocimiento que encierran sus páginas, llego a sentir una adecuada satisfacción. Satisfacción, por cierto —todo hay que decirlo—, que siempre es moderada, porque mi mente ya suele estar ocupada con el proyecto del nuevo libro a escribir y del reto de su publicación.
¿El primero que escribió?
Escribir a Laura; consiguió su publicación tras alcanzar el primer premio en el XVII certamen literario «Carta Puebla». Se trataba de un libro de relatos cortos. Lloré de emoción.
¿Qué lugar de la Mancha le gusta más o le parece más especial?
Sin ninguna duda, la comarca manchega del Campo de Montiel. Por el estado de conservación de sus recursos naturales, por albergar esa singularidad que constituyen las lagunas de Ruidera, y porque en esas tierras he encontrado los más bellos momentos de soledad, las personas más comprometidas y sufridas por mantener a ultranza su lucha por la conservación y el mantenimiento del entorno, y porque es el lugar en el que desearía plasmar mi último aliento como escritor.
¿De dónde proviene su pasión por la sociología y la ecología? ¿Por qué ha dicho que no le han resultado fáciles las relaciones con el mundo ecologista?
A la sociología llegué porque quería y necesitaba formarme para escribir. Sabía lo que quería hacer, y también que para lograrlo necesitaba conocer los cánones y la ortodoxia que rige la investigación de carácter social. La realización de los estudios de licenciatura fue la consecuencia natural. La culminación del doctorado, la prueba evidente de que había aprendido la lección. El primer premio de investigación de Castilla La Mancha a mi tesis doctoral, probablemente ha sido hasta hoy la mayor satisfacción que he alcanzado como escritor. ¿Mis relaciones con el mundo ecologista?... Demasiadas diferencias en la forma de pensar y actuar… Mejor lo dejamos correr…
Un sueño cumplido y un sueño por cumplir…
Sentirme, personalmente, escritor. Por cumplir… Quizá el deseo de tener el tiempo suficiente para escribir todo aquello que aún quiero contar… Y publicar mi primera novela del género histórico: Guerrilleros; todo un homenaje a aquellos «labriegos y gañanes» manchegos que quisieron y supieron enfrentarse a Napoleón.
En el futuro se ve a sí mismo…
Envejeciendo tras mi mesa de escritorio, rodeado de mis libros, y observando tras los cristales de la ventana las mismas calles y las mismas casas que hace tanto tiempo me vieron jugar con aquella pandilla… ¡Nunca los podré olvidar!
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