PARTIDOS POLÍTICOS - Momentos para discrepar

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martes, 13 de agosto de 2013

PARTIDOS POLÍTICOS

Es un hecho que desde la más remota antigüedad han existido grupos de personas que han luchado con todos los medios posibles para hacerse con el poder. No obstante es opinión compartida por la doctrina la de considerar como verdaderos "partidos políticos" a aquellas organizaciones que surgen cuando el sistema político ha alcanzado un cierto grado de autonomía, de complejidad, y de división del trabajo; de modo que éste posibilita la formación de las decisiones políticas con intervención de varias partes del sistema; y que entre estas partes se encuentren comprendidas ya los representantes de aquellos a los que se refieren las decisiones políticas a tomar. Es decir; que desde esta noción de "partido", como tal cabe considerar a toda organización de la sociedad civil que surge en el momento que se reconoce el derecho a participar en la gestión de poder político, y que con este fin se organizan y actúan.
Pintura obra de Sir George Hayter conmemora la aprobación de la ley de reforma de 1832. Muestra la primera sesión el 5 de febrero de 1833 de la recientemente reformada Cámara de los Comunes (Fuente: Wikipedia)
Pintura obra de Sir George Hayter conmemora la aprobación de la ley de reforma de 1832. Muestra la primera sesión el 5 de febrero de 1833 de la recientemente reformada Cámara de los Comunes (Fuente: Wikipedia)
Según esta acepción los partidos aparecen por primera vez en aquellos países que fueron los pioneros en adoptar la forma representativa de gobierno. En términos generales puede decirse que el nacimiento y desarrollo de los partidos estaría vinculado al proceso de la participación política.
De este modo, y aunque la historia es muy turbia y parca en lo que se refiere a su génesis, la doctrina parece haber alcanzado un acuerdo general que cifra el momento de su aparición entre el último tercio del siglo XVIII y la primera mitad del XIX, en Inglaterra y Estados Unidos. Pero este acuerdo de conveniencia adolece de generalidad y falta de concreción. Por ello, y con objeto de definir el hecho histórico en sí mismo, la tesis más razonable consiste en aceptar la teoría que fija el surgimiento de los partidos políticos en la Inglaterra del siglo XIX, y más concretamente, en el sistema político que nació en dicho país a raíz de una serie de reformas electorales y parlamentarias que se llevaron a cabo en 1832.
Así, pues, ya tenemos una fecha y un contexto: la Inglaterra de los primeros tiempos de la industrialización. De lo que cabría derivar una primera conclusión: los partidos políticos son uno de los más preclaros resultados de la violenta ruptura que se produjo entre la sociedad tradicional y la nueva sociedad industrial. Surgen en los momentos de difusión de las instituciones parlamentarias o de la batalla política por su constitución.
En efecto, la "Reform Act (1832)" amplió el sufragio como forma de que los estratos industriales y comerciales del país pudieran participar, junto a la aristocracia, en la gestión de los negocios públicos. Surgieron entonces asociaciones locales promovidas por candidatos al Parlamento, o por grupos de notables que habían luchado por la ampliación del sufragio. Se trataba de grupos restringidos, con funcionamiento de carácter electoral casi exclusivamente, dirigidos por notables locales que financiaban sus actividades.
Su trabajo se circunscribía al Parlamento y los candidatos electos tenían un mandato absolutamente libre. No eran responsables ni ante su organización, ni ante sus electores. A este tipo inicial de partidos se les denominó "partidos de notables". Y es la que prevaleció durante todo el siglo XIX.
Posteriormente, durante las décadas que preceden y siguen a la terminación del siglo XIX, la situación comenzó a cambiar como consecuencia del desarrollo del movimiento obrero. Las masas populares comenzaron a expresar sus reivindicaciones de forma espontánea en actos de protesta. Poco a poco, su evolución posterior se concretaría en formas organizativas que culminaron con la creación de los partidos de trabajadores. Es el momento en el que surgen los partidos socialistas —en Alemania, en 1875; en España, en 1879; en Italia, en 1892; en Inglaterra, en 1900; en Francia, en 1905— como organizaciones políticas dotadas de nuevas connotaciones: una amplia base de masas, una organización jerarquizada y estable con la inclusión de funcionarios retribuidos expresamente para desarrollar la actividad política; y lo más esencial, un programa político sistemático que se define como el objetivo y la meta política que alcanzar.
Para conseguirlo, estas nuevas organizaciones son conscientes de tener que actuar en todo el país a través de organizaciones estables capaces de desarrollar una acción política continua, que implicara al mayor número posible de trabajadores y que actuase sobre todas las esferas de la vida social. Además, resultaba absolutamente necesario que a la actividad de educación y propaganda, y al trabajo organizativo, se dedicaran personas absolutamente cualificadas, retribuidas por ello, ya que no era posible que los trabajadores, con durísimas condiciones de trabajo, dedicaran a la actividad política más que alguna parte de su tiempo libre. Para financiar estos costos, se implantó el sistema de las cuotas de afiliación.
Este modelo de partido vino a denominarse "partido de aparato" o mejor aún "partido organizativo de masas".
La rápida expansión de los partidos de masas pronto induciría a cambios en los partidos de la burguesía, muy en especial desde la expansión del sufragio universal y de la integración total o parcial de los partidos obreros en el sistema político, algo que sólo se consiguió tras un largo proceso de "recepción", pues teniendo en su poder los principales resortes del poder político y pudiendo actuar sobre el ejército y la burocracia, los partidos de la burguesía consiguieron impedir durante un dilatado proceso de tiempo la integración política de los partidos obreros.
En efecto, tan sólo en Inglaterra el partido laborista fue aceptado de forma temprana como legítimo aspirante al poder gubernativo. Lo que conllevó que el partido conservador, desde la terminación de la I Guerra Mundial, iniciara su gradual transformación hacia un partido de masas. En la Europa continental, en cambio, este proceso sólo se inició después de la II Guerra Mundial (con la excepción del caso español, donde el sistema electoral de la II República promovería la alianza de partidos conservadores, dando lugar a coaliciones como la CEDA, que actuaron como organizaciones políticas de masas en la realidad).
Los partidos de masas conservadores se dotaron de un sistema organizativo prácticamente calcado del de los partidos de trabajadores, si bien tendían a movilizar electores más que afiliados.
En la actualidad, los partidos electorales de masas tratan de obtener la confianza de los estratos más diversos de la población. Para ello, más que de la formación de programas políticos de base, se preocupan de la designación de candidatos a las elecciones según los diferentes recursos o clientelas que estos puedan aportar. La acción política unitaria se difumina y es más frecuente que su línea de acción política sufra variaciones "tácticas", incluso notables, vinculadas a momentos políticos particulares. Por esta razón, los partidos electorales de masas han llegado a ser denominado como partidos "atrapatodo" en las últimas etapas del momento político actual.
La persistencia de estos partidos "atrapatodo" parece vinculada a la capacidad del sistema político de suscitar un consenso generalizado sobre los temas y problemas básicos que preocupan a la sociedad. La posibilidad de una crisis que pueda cuestionar las relaciones básicas existentes, probablemente podría provocar un retroceso de estos partidos de aparato hacia las otras formas de partido características de los primeros momentos de su formación.
Con todo, el reconocimiento constitucional de los partidos se inicia, fundamentalmente, al finalizar la II Guerra Mundial, cuando los nuevos textos constitucionales posbélicos de Alemania e Italia los incorporan en sus textos legales. Desde este momento, los partidos políticos alcanzan la cima del reconocimiento institucional. En definitiva, un camino de más de 150 años hasta alcanzar su máxima y total protección.
En España, el reconocimiento constitucional se alcanzó por primera vez con la Constitución de 1978, que en su Título Preliminar (art. 6) establece que "Los partidos políticos… son instrumento fundamental para la participación política".
Tan alto rango de consideración jurídica sólo se otorga en base a las altas funciones democráticas que la sociedad y el sistema político les encomienda. Así, y en relación al ámbito social, los partidos políticos son los entes encargados de ejercer las funciones de socialización política y de movilización de la opinión pública. Por otro lado, también, son los encargados de representar los intereses de sus miembros y de otorgar la legitimidad al sistema político. Y aunque el grado de importancia de estas funciones ha variado a lo largo del acontecer, hoy, sin lugar a dudas, podemos decir que la función social más importante que ejercen es la de otorgar legitimidad al sistema político; esto es, no es posible un sistema político democrático sin el concurso, la existencia y participación de una pluralidad de partidos políticos.
Pero por otro lado, los partidos políticos ejercen otra serie de funciones institucionales: el reclutamiento y selección de las élites políticas, la organización de las elecciones, la organización y composición del Parlamento, y por último, la organización y composición del Gobierno. Funciones que resultan imprescindibles para el hacer cotidiano del sistema político. Esto es, los partidos son piezas fundamentales del engranaje político del Estado, de aquí que éste se preocupe por garantizar los medios de financiación que aseguren su pervivencia.
Sin embargo la realidad indica que cada vez parecen ser menos importante para el conjunto social que ve mejor representados sus intereses en otro tipo de asociaciones o grupos de presión. La falta de democracia en el funcionamiento interno de los partidos, su alto nivel de jerarquización, su control de la afiliación con el poder omnímodo que le otorga un sistema electoral de listas cerradas y bloqueadas, y sus altísimos niveles de corrupción en los mecanismos de financiación, están incidiendo en una apatía generalizada hacia estos entes tan esenciales y básicos para la existencia misma de la democracia, sin que exista en el momento político actual —según mi opinión— otra alternativa viable capaz de posibilitar su sustitución. Por tanto, el camino político por hacer, hoy por hoy, estriba únicamente en movilizar a las bases de afiliación en el camino de exigir y conseguir un funcionamiento absolutamente democrático de estos "partidos" consolidados como elementos constitucionales; esto es, elementos políticos tan fundamentales como cualquier otra institución (Tribunal Constitucional, Corona, etc.) básica del sistema político español.

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