Momentos para el diálogo: de aquellos polvos, estos lodos - Momentos para discrepar

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jueves, 30 de julio de 2015

Momentos para el diálogo: de aquellos polvos, estos lodos

En mayo de 2011 un nuevo escenario político irrumpió con fuerza en nuestro país: la falta de soluciones a la crisis económica, junto con el desgaste de los políticos en base a la corrupción, trasladaron a la calle las protestas ciudadanas desplazando a Partidos y Parlamento que se mostraban incapaces de articular la solución.
No era nada nuevo ni original en el ámbito de la praxis política: el uso de la barricada ha sido consustancial siempre que las masas han pretendido, por una u otra razón, cambiar lo establecido.
Protestas en la Puerta del Sol de Madrid en mayo de 2011 (Foto: Carlos Delgado, CC BY-SA 3.0, https://commons.wikimedia.org/w/index.php?curid=15259785)
Protestas en la Puerta del Sol de Madrid en mayo de 2011
(Foto: Carlos Delgado, CC BY-SA 3.0, https://commons.wikimedia.org/w/index.php?curid=15259785)

Sin embargo, aquel «echarse a la calle» de la España de 2011 presentaba un aspecto de notoria originalidad con respecto a lo anterior: quienes se echaron a la calle no pretendían «luchar en las barricadas», ni tomar al asalto los centros del poder; simplemente querían quedarse ahí, tomar las calles y plazas para permanecer en ellas mostrando toda la repulsa y el hastío que les causaba un sistema político herido de muerte por la corrupción y unas medidas económicas devastadores para las clases más débiles de la población.
Aquellos ciudadanos en la calle fueron pronto convertidos en el nuevo sujeto político capaz de iniciar el cambio drástico que España necesitaba, o incluso una nueva y emancipadora revolución, por los nuevos pensadores y teóricos de la izquierda forjados en las aulas de Somosaguas, auténtico laboratorio de experimentación para argumentar la transformación política y social que sus ideas preconizaban. ¡Había que saber aprovechar aquel inmenso potencial del movimiento 15-M: las mareas, las batas blancas, las camisetas verdes, las plataformas… Y así canalizaron la idea de un Podemos «¡Sí que Podemos! ¡Claro que Podemos!»; aborreciendo de las ideas de la izquierda clásica de los partidos y enarbolando una especie de populismo postmoderno. Después vendrían los Ahora, los Ganemos, las mareas, los En Común, y todo lo que falte por llegar.
Pero la historia política nos ha venido a demostrar que toda esa movilización en las calles viene a cambiar cuando sus líderes alcanzan los cargos de los que antes denostaban, vamos, en cuanto vienen a pisar la «moqueta» institucional. Y así, inmediatamente, los nuevos cargos comienzan a hablar de la moderación, porque a fin de cuentas «también tiene cosas buenas ese régimen que con tanto ímpetu se pretendía cambiar».
En Alcázar, donde siempre hemos llevado a gala decir aquello de que «es un segundo Madrid», después de varios atisbos miméticos de aquel «echarse a la calle» de la Capital, la cosa pudo configurarse con gran originalidad canalizando y aunando un descontento general con un hecho que, suficientemente enaltado, cabreó a una gran parte de la población: la corporación PP + CxA quería privatizar la empresa pública de aguas.
Y así surgiría la Plataforma en Defensa del Agua Pública, un movimiento ciudadano que contra viento y marea, y con una constancia verdaderamente digna de admirar, supo enarbolar la bandera no sólo de la lucha contra la privatización, sino también de ese gran descontento político y social que subyacía en la población.
Que de forma posterior tuvieran que pasar de movimiento ciudadano a organizarse políticamente como partido para tratar de alcanzar y ejercer una parte del poder municipal, parece una consecuencia lógica imposible de soslayar. ¡Hasta ahí todo normal! Tanto que bajo las siglas de EQUO alcanzaron un más que notable apoyo de los alcazareños en el resultado electoral.
Pese a ello, el problema parece haber comenzado a surgir en el momento en que los líderes electos han comenzado a pisar la «alfombra» municipal. Y así la historia se repite. Lo primero con esa llamada a la moderación y la utilización del discurso del «¡Cuidado que esto hay que hacerlo bien, porque todo es muy difícil, no sea que la vayamos a pifiar!». Así que lo mejor será montar una Mesa del Agua donde todos podrán participar. Y esto nos recuerda aquello que decía Napoleón: «Si quieres que algo se haga encárgaselo a una persona; si quieres que no se haga encárgaselo a una comisión».
Y para colmo de males, a la primera de cambio va y se produce una grave divergencia entre los concejales de EQUO y las asambleas de la Plataforma y de su propio partido, con un cruce de manifestaciones que han dejado boquiabierto al personal. Y ante esta confusa, inoportuna y deplorable actuación, no cabría pedir un mínimo de rigor, cuando no de sensatez, y exigir una clara explicación a la ciudadanía del por qué se ha tomado esa decisión. Porque aquí ya no cabe aquel hacer sutil de los políticos —la vieja política, que dirían algunos de los que ahora están— para retractarse y decir que «donde dije "digo", digo "Diego"»; es decir, que donde dice «se retirará» ahora digo «no se personará» porque no son términos jurídicos sinónimos, y ya está bien de tomar por «lelo» al personal.
Encárguese de una vez la tarea de la remunicipalización a un experto —o a un mínimo equipo técnico— y déjenlo trabajar con el objetivo único de alcanzar ese fin. Ya verán como estas «divergencias» entre concejales y asambleas, que es tanto como decir entre concejales y ciudadanos, dejan de producirse. Y luego adórnense informando de los resultados a la Mesa del Agua, a los medios de comunicación, o allí donde quiera que más rentabilicen políticamente su actuación. Pero ¡Joder! procuren cumplir sus promesas electorales, porque a tenor de lo que vemos lo único que nos queda es aquello de decir «¡Si es que son todos igual!». ¡Qué pena da!
 ADEPHI y AEDA 23.

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