LA CAJA TONTA - Momentos para discrepar

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viernes, 2 de septiembre de 2016

LA CAJA TONTA

Me pregunto por qué nos resulta tan difícil interpretar la realidad. Quiero decir que lo que más me viene a sorprender es la cuestión del porqué si la realidad es una y sola nosotros venimos a percibir tantas realidades distintas, que no parece sino que hasta se nos quedaran cortos aquellos versos de Campoamor según los cuales «todo es del color del cristal con que se mira». Porque si cada cual percibiese la realidad según su propia mira, la cosa no tendría mayor importancia, sería lo normal. El problema es que hoy la inmensa mayoría ni siquiera percibe la realidad según su propia mira, sino según los intereses de aquellos que vienen a presentárnosla; esto es, a decirnos «cuál es la realidad».

Y toda esta disquisición me viene a cuento a causa de la veraz constatación de algo que no por sabido dejo de resultarme altamente triste y escandaloso cuando pude percibirlo en mi propio entorno familiar. Y me estoy refiriendo con ello al extraordinario poder de manipulación que tienen los medios de comunicación, muy en particular la propia televisión.

Andaba yo en distendida reunión cuando un comentario al parecer de lo más banal vino a llamar poderosamente mi atención. Se refería a la «barbaridad» que vendría a suponer celebrar unas nuevas elecciones en pleno Día de Navidad, porque al parecer ni tan siquiera podrían constituirse muchas de las mesas electorales dado que bastaría que cualquiera de sus miembros justificase «una comida familiar de Navidad» para quedar exento de tal obligación. Y claro, ante mi estupor y perplejidad, el propio interlocutor añadió cual dogma de fe aquello de «¡Lo han dicho en la televisión!».

Que casi me atragantara con el bocado que tenía a colación no fue otra sino el fruto de la rabia: ¿Cómo resulta posible tal grado de manipulación a través de la televisión? Y lo que es peor ¿Cómo es posible llegar a tal nivel de credulidad y adoctrinamiento por parte del ciudadano normal? ¿Cómo ha sido posible en una sociedad moderna llegar a convertir a esa «caja tonta» en el gran pastor capaz de conducir a un rebaño de millones de corderos?

No encuentro una fácil respuesta. Pero creo que la banalización que esos mismos medios han creado sobre la realidad social, imponiéndonos necesidades innecesarias y desdeñando las necesidades básicas, ha anulado en gran medida el juicio crítico y la razón, cuando no nos han convertido en meros bufones, comparsas de los intereses de esos fabricantes de pseudonecesidades —las grandes corporaciones y grupos financieros— para atarnos a ese gigantesco carro del consumo de masas y la pasividad política: «¡Si es que todos son igual!» es ya un lugar común para una gran masa de la población.

Es cierto que la economía de mercado, el sistema neoliberal, es el único que ha sobrevivido a la «selección» llevada a cabo durante el siglo XX. La caída del Muro de Berlín supuso la derrota definitiva de esa forma ideológica de ver el mundo que era el socialismo real. Así que desaparecidas las ideologías —me refiero en el ámbito de Occidente— solo es posible ver el mundo de una manera: la de los vencedores. Y esa manera de ver el mundo, el «pensamiento único» victorioso, no es otra que la traducción a términos ideológicos de los intereses económicos del capital transnacional. Intereses que materializan a través de sus grandes creaciones económico-financieras: el Banco Mundial, el Fondo Monetario Internacional y la Organización Mundial de Comercio. A través de ellas han conseguido que los países ricos hayan aumentado su poder hasta el punto de imponer a los países pobres, en realidad dos tercios del planeta, las reglas económicas y financieras que más les favorecen.
Fotografía de Isabel Pacheco

Pero no contentos con ello, ahora también se empeñan en imponer las condiciones de vida a su propia población. Y esto lo están haciendo a través del control económico y financiero de los Gobiernos, y dominando en su totalidad los grandes medios de comunicación.

Pero eso es algo tan fácil de conocer que bastarían unos breves minutos de interés, de búsqueda de información a través de la red, para mantener ese atisbo de juicio crítico, de lucidez, que debe ser consustancial a todo ser racional. Y sin embargo lo que dicen los telediarios se ha convertido en la fuente de verdad y legitimidad para crearnos la ilusión de ver como «realidad» aquella que nos quieren presentar.

¡Qué lamentable! Programas basura, espectáculos de masas a discreción, cervezas y botellón. Y una generación a punto de perderse definitivamente porque están «instalados» o porque pasan de la situación.

Definitivamente, a veces me parece que no tenemos solución.


Mariano Velasco

Doctor en CC. Políticas, escritor y educador ambiental

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