ALCANZAR LOS SUEÑOS
Creo que una de las ocupaciones más enriquecedoras y
relevantes de todo ser humano es aquella que se dirige a hacer realidad los
sueños. Porque todo el mundo forjamos sueños que nos gustaría alcanzar a lo
largo de nuestra vida. Aunque la realidad nos viene a mostrar que son pocos los
seres humanos que lo llegan a conseguir. ¿Por qué? Esa es la cuestión.
Mi sueño fue escribir. Quiero decir que mi sueño fue
convertirme en escritor. Y recuerdo que fue una pasión que despertó en mí desde
muy temprana edad. Comenzó durante aquellos primeros años escolares cuando por
todo texto utilizábamos la Enciclopedia
Álvarez, ese compendio de materias que conformaban todo el conocimiento que
el modelo educativo al uso entendía que debíamos saber.
Recuerdo que en gramática y ortografía era un recurso común
del profesorado recurrir tanto a los ejercicios de "dictado" como a
los de "redacción". Y a mí me gustaba especialmente aquello de
redactar. Porque tenía una gran facilidad para plasmar sobre el papel las cosas
que me habían pasado y contarlas además con cierto aire de interés. Sin darme
cuenta de ello ya era innato en mí el uso de la recreación de los hechos
recurriendo a trucos que entonces ni siquiera sabía que eran técnicas del escritor.
Me refiero al uso de las sinopsis, metáforas e incluso el mundo de los
"como" que por supuesto desconocía por completo que fueran recursos
literarios, pero que a mí me surgían con la mayor sencillez.
Claro que por aquel entonces también desconocía que mi gusto
por escribir se iría forjando como vocación con el paso del tiempo. Primero fue
como una especie de deseo; después pasó a ser una necesidad, y posteriormente
llegaría a constituir mi mayor sueño de realización personal. Aunque éste, como
todas las cosas de la vida, fue surgiendo y creciendo poco a poco, al igual que
lo hacen las plantas en la naturaleza, que primero son semillas y luego crecen
hasta constituir frondosos árboles. Si bien, en este caso, su crecimiento, al
contrario que en la naturaleza, no fue una constante lineal.
Flaubert, a los nueve años de edad, decía a su amigo Ernest
Chevalier, que "… como hay una señora que viene a casa y que siempre nos
cuenta tonterías, yo las escribiré". A los diecisiete dudaba: "Antes
pensaba, meditaba, escribía, ponía en el papel, ya fuese bien o mal, la
inspiración que había en mi corazón. Ahora ya no pienso, no medito, escribo
menos todavía […] Dudo. Mis pensamientos son desordenados, no puedo realizar
ningún trabajo de imaginación, todo lo que escribo está seco, es penoso,
esforzado, ha sido arrancado con dolor". A los veinte, cuando ya había
renunciado a escribir y estudiaba en la facultad de Derecho, convencido de su
nula capacidad, aún reconocía que "… lo que me quita la pluma de las manos
si tomo notas, lo que me oculta el libro si leo, es mi antiguo amor, es la
misma idea fija: ¡Escribir!".
Adoptó entonces una decisión: dar vuelta atrás para volverlo
a intentar. Y nadie duda de que lo consiguiera. Con tesón, muchísimo esfuerzo y
dolor —a veces tardaba varios días hasta conseguir elevar a definitiva una sola
línea—, y sobre todo con una constancia y una obstinación imperecedera. He aquí la clave para alcanzar los sueños: voluntad,
esfuerzo, y un tesón rayano en la obstinación, amén de una confianza ciega en
poderlo conseguir.
¿Significa esto que siendo obstinado y confiando en ello,
siempre alcanzaremos nuestros sueños?
Fotografía de Noelia Sánchez Sierra |
Es aquí cuando debo retomar mi propia experiencia particular.
Porque si temprana surgió la vocación, no tardé en descubrir mi falta de
talento para su concreción. Me bastaron las primeras lecturas para comprender
que no sabía, que no estaba preparado para escribir. Me faltaba de todo:
formación, cultura, pero sobre todo talento e imaginación. Así que durante
muchos años abandoné la idea de escribir para dedicarme íntegramente a una sola
cuestión: formarme suficientemente para ello. Y así, con más de treinta años en
mi haber particular, emprendí un periplo
universitario que me llevó hasta una licenciatura, un doctorado y un sinfín de
cursos universitarios que entre otras cosas me permitieron descubrir la tierra
en que vivía, sus múltiples problemas, y la gran dejación historiográfica que
la caracterizaba. Es decir, me abrió el horizonte de un vacío que llenar. Y así
comencé a escribir de todas las formas y en casi todos los géneros;
pasionalmente y con poco valor literario en principio. Pese a ello escribía
constantemente; y también publicaba. Tanto que hoy puedo decir que al final
alcancé mi sueño: escribo y publico, por lo tanto puedo sentirme escritor. Y
ello es independiente del éxito, del triunfo, del reconocimiento que obtenga de
los demás. No importa si escribo bien o mal, si mis trabajos gustan o no. Lo
único importante es que al fin alcancé mi sueño: ¡Escribir! Y poco importa lo
demás.
Así que hoy puedo validar el aserto: voluntad, esa voluntad
que no viene de fuera, sino que surge de adentro y es capaz de modificar las
circunstancias; esfuerzo, confianza y obstinación. Pero también matizo: todas
estas capacidades dirigidas al empeño de alcanzar un sueño realista, algo que
no sea imposible de lograr. Porque de nada me hubiera servido todo ello si mi
sueño hubiera consistido en demoler con mis manos el Himalaya o el Everest.
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Gracias por comentar...