NUNCA SE GANA UNA DISCUSIÓN
Pocas cosas resultan tan evidentes
como la total seguridad de que no es posible ganar ninguna discusión ¿Por qué
empeñarnos en demostrar a alguien que se equivoca? ¿Acaso vamos a agradarle con
eso? La mejor manera de sacar algo positivo de una discusión es evitándola.
Reconozco que durante mucho tiempo he
sido un gran discutidor. Solía hacerlo por cualquier cosa. Exponía, más bien arrojaba,
las razones que supuestamente avalaban mi posición, y no era capaz de llegar a
encajar que éstas no fueran aceptadas ¿por qué no se convencía mi contrario
ante tan claros y evidentes argumentos? —me preguntaba después de cada torneo
dialéctico en cuestión—. El resultado final siempre solía ser un estado de
irritación crónica y la segura convicción de que pese a todo ese desaforado despliegue
jamás conseguí que mi oponente cambiara
de opinión.
El planteamiento respecto a la
cuestión comenzó a variar en mi mente a tenor de unas lecturas de Schopenhauer —Dialéctica erística— a las que llegué por motivos puramente académicos. En ellas el
filósofo mantenía la teoría de que en las discusiones humanas pocas veces se
aspira a encontrar la verdad, puesto que lo que realmente importa a los
contendientes es "ganar" la controversia en cuestión; esto es,
aparentar al menos que se tiene razón. Y tan convencido estaba de ello que el pensador
llegó a escribir todo un tratado sobre el arte de tener razón; es decir, el
arte de saber ganar las controversias se tenga o no razón. A este arte lo
denominó "Dialéctica erística".
Luego si en la mayoría de las
discusiones no buscamos encontrar un camino de luz y de verdad ¿Para qué vale
discutir? ¿Para qué sirve quedar con la convicción de haber dicho "cuatro
verdades" si lo único que conseguimos con ello es irritar al oponente sin
conseguir hacerle cambiar de opinión? Resulta preferible más que hablar,
aprender a abstenerse de hablar. Si discutimos puede que alguna vez alcancemos
el "triunfo", pero siempre será un triunfo vacío, porque jamás
ganaremos la voluntad del contrincante.
He podido experimentar en multitud de
ocasiones esta situación. Salir con la convicción de haber dejado las cosas
claras, de haber alcanzado los objetivos que me había propuesto, y pese a todo
ello, quedar con la completa convicción de que no existía esa victoria
simplemente por la animosidad y el resentimiento que había creado contra mí.
Nos evitaríamos muchas de estas
situaciones si supiéramos escuchar. Dejar al otro exponer sus planteamientos y
convicciones sin interrumpirlo no sólo lo calmará, sino que también lo alagará por
el solo hecho de sentirse escuchado. Pero es que además lo que puede ocurrir
también es que en esa situación de escucha atenta encontremos puntos en los que
estemos de acuerdo, e incluso enfoques erróneos de nuestros propios planteamientos.
Luego lo importante será siempre comportarnos
honestamente con nosotros mismos y ser capaces de modificar nuestros
posicionamientos si ello resulta menester. No debe pesarnos concedernos tiempo
para volver a pensar las cosas; suspender la cita o reunión en la que se está
teniendo la discusión, o incluso abandonarla definitivamente aún a fuer de aparentar
no tener razón o haber "perdido" la discusión. Porque lo que no deberíamos
olvidar nunca es que la única manera de salir ganando en una discusión, es
evitándola ¡Y no queda otra que decir en lo que respecta a esta cuestión!
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