Recordar el tiempo pasado nunca es un ejercicio banal, pues en él se encuentran implícitas todas aquellas lecciones —magistrales o no— que la vida nos enseñó, conformándonos con ello hasta hacernos ser como somos en el momento actual. Pero si además aquel pasado tuvo que vivirse en un ambiente humilde y rural —benévolo calificativo para tanta carencia—, la cosa toma más "inri" porque entonces su valor pasa a tomar un carácter como de recuerdo testimonial.
Porque todos aquellos que fuimos parte de aquella generación "puente" que sufrió el rigor de tener que hacer lo que ordenaban los cánones, que tuvimos que realizar una transición política sin conocer el oficio y sin vocación, y todo ello con el único afán de lograr un modelo de sociedad libre y mejor; todos ellos, repito, pese a todo y con nuestras carencias, aciertos y errores, fuimos los que forjamos este modelo político y social que hoy tanto necesita cambiar: ¡Cambiar para mejorar!
No parece un mal bagaje. Ni mejor, ni peor que el anterior, sólo es el que pudimos o supimos labrar. Lo que no se puede cuestionar es que aún proviniendo de una sociedad humilde y rural, y pese a todas las penurias, luchamos con la esperanza y la ilusión de que las podríamos superar, de que habría un futuro mejor y de que seríamos nosotros mismos los que lo tendríamos que forjar.
SINOPSIS
Es una constante del pensamiento clásico dividir la vida en tres tiempos: lo que ha sido, lo que es y lo que ha de ser. De ellos, el tiempo actual, el que vivimos en cada momento, es el más breve; porque inmediatamente deja de ser, para convertirse en lo que ha sido ya. Por otro lado el que vamos a recorrer es siempre dudoso e incierto. De modo que sólo es cierto el que ha sido; un tiempo inamovible que ya no se encuentra bajo el arbitrio de lo que ha de ser o será. De modo que, siguiendo este argumento, recordar el tiempo pasado nunca será un ejercicio banal, pues en él se encuentran implícitas todas aquellas lecciones —magistrales o no— que la vida nos enseñó, conformándonos hasta hacernos llegar a ser aquello que somos en el momento actual.
Así, pues, tener tiempo libre para volver la mirada al pasado se configura como una virtud propia de almas serenas —en términos actuales— que aspiran a un aprendizaje permanente dentro de un espíritu de superación.
Es cierto que nadie vuelve con gusto su mirada hacia el pasado; que es demasiado molesta la carga de aceptar cuánto nos equivocamos o con cuánta vanidad, soberbia y avaricia actuamos. Por eso son muchas las ocasiones en que tememos a nuestra memoria. Sin embargo todos aquellos momentos del tiempo pasado, por su intocable presencia, son los únicos que pueden ser examinados y juzgados, convirtiéndose en una fuente innata de aprendizaje y elevación: es propio de mentes seguras, recorrer el pasado.
Y eso es lo que propone Colores y silencios: analizar el pasado de aquella generación que debió vivir el final de una etapa caracterizada por su autoritarismo, y hacer además una transición política hacia un modelo de sociedad que consideró más libre y mejor.
Así, pues, este libro está dirigido especialmente a esa "generación puente" que tuvo que convivir con el intenso rigor de cumplir lo que ordenaban los cánones, y hacerlo, además, con las enormes limitaciones que imponía vivir en un ambiente humilde y rural, pero que supo hacerlo con dignidad y espíritu de superación.
Aunque Colores y silencios también aspira a algo más: desea servir como elemento de comparación a esa posterior generación que por una u otra razón, tan difícil está encontrando la mera cuestión de ocupar el lugar que le corresponde en el contexto del nuevo modelo de sociedad que, con los aciertos y errores pasados, logramos forjar. Elemento de análisis, pues, también para ellos; páginas de contraste que quieren ayudar a pensar. Difícil aspiración, aunque esperanzadora es la ilusión.
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A MODO DE BIOGRAFÍA
Nací en un anchuroso y blanco lugar desparramado por la inmensa llanura. De eso hace ya bastantes años; tantos, que durante ese lapso, primero tuve que hacer las maletas para partir a fin de labrar un futuro laboral, y luego tuve que hacerlas para volver, a fin de poderlo consolidar. Entre medias escribí los primeros cuentos y artículos (afición temprana); y acabé los estudios e investigaciones de la tesis doctoral que completó mi formación. Que ésta alcanzara el primer premio de investigación a tesis doctorales del Consejo Económico y Social de Castilla La Mancha, año 2002, fue algo que me convenció de que al final había aprendido las reglas y cánones del juego por el que se mueve la investigación.
No obstante, y pese a ello, lo que yo quería era seguir escribiendo cuentos y hacer novela histórica (palabras mayores). Por eso, ahora que ya no escribo, que me he hecho historiador —por decirlo de alguna manera—, que leo libros, tomo notas y finjo actitudes serias, soy feliz cuando con el más mínimo pretexto puedo dar rienda suelta a mis recuerdos e imaginación.
Colores y Silencios es el resultado de uno de estos devaneos con ese recuerdo reminiscente que queda en mí del escritor.
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