COLORES Y SILENCIOS
Crónicas de un pueblo manchego y rural
Recordar el tiempo pasado nunca es un ejercicio banal, pues en él se
encuentran implícitas todas aquellas lecciones —magistrales o no— que la vida
nos enseñó; conformándonos con ello hasta hacernos ser como somos en el momento
actual. Pero si además aquel pasado tuvo que vivirse en un ambiente humilde y
rural —benévolo calificativo para tanta carencia—, la cosa toma más «inri» porque entonces su valor pasa a tomar
un carácter como de recuerdo testimonial.
Porque todos aquellos que fuimos parte de aquella generación «puente»
que sufrió el rigor de tener que hacer lo que ordenaban los cánones, que tuvimos
que realizar una transición política sin conocer el oficio y sin vocación, y
todo ello con el único afán de lograr un modelo de sociedad libre y mejor;
todos ellos, repito, pese a todo y con nuestras carencias, aciertos y errores,
fuimos los que forjamos este modelo político y social que hoy tanto necesita cambiar:
¡Cambiar para mejorar!
No parece un mal bagaje. Ni mejor, ni peor que el anterior, sólo es el
que pudimos o supimos labrar. Lo que no se puede cuestionar es que aún
proviniendo de una sociedad humilde y rural, y pese a todas las penurias, luchamos
con la esperanza y la ilusión de que las podríamos superar, de que habría un
futuro mejor y de que seríamos nosotros mismos los que lo tendríamos que
forjar.
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