PAISAJES - Momentos para discrepar

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domingo, 12 de mayo de 2019

PAISAJES

Hay una idea que se considera tópica a la hora de escribir, y esa no es otra que aquella de recurrir a los paisajes de la infancia; aquellos que permanecen y que nunca nos abandonan. Porque los paisajes se mantienen siempre latentes en la obra del escritor. Y el escritor que escribe porque le gusta escribir: "Me gusta escribir y me horroriza pensar que un día pueda dejar de hacerlo" —decía Ana María Moix—; el escritor que escribe de forma vital, aquel que ya no busca otra cosa que saciar su hambre y sus ganas de escribir, recurrirá siempre al paisaje, sean originarios o no. Porque éste no solo se configura de las imágenes y colores que antaño vio, sino que también se encuentra preñado de aquellos hechos individuales y de los seres que conformaron el particular paisaje que algún día llenó su corazón.
Por eso, en mi cotidiano hacer, recurro siempre al paisaje; un paisaje al que la literatura suele dotar de una rara libertad: la de no verlos encerrados ni constreñidos por el terruño, sino dotados de un componente etéreo que supera los límites del tiempo, del espacio, y del valor sentimental. Y ese sentimiento es algo que me mueve a reconocer aquello que soy, no lo que parezco ser; aquello que forjó aquel lugarón donde nací, donde acumule toda esa maraña de emociones y experiencias que a lo largo de los años conformaría mi ser.
Vuelvo a aquellos paisajes una y otra vez; sí. Lo hice cuando elaboré Colores y silencios, el relato distendido de aquellos paisajes que fueron recuerdos de infancia y memoria de un pasado que hoy parece que nunca existió. Y de nuevo lo hago cada vez que retomo los paisajes; para observarlos, para recorrerlos, para admirarlos en el tiempo actual. Porque ellos me permiten retornar al pasado;  e incluso proyectarme al futuro con esas preguntas que me suelo hacer sobre lo que ha de pasar. Es entonces cuando recuerdos, ruidos y sensaciones, me permiten forjar esa amalgama que pretendo convertir en literatura emocional.
Y así los paisajes se suceden, perduran y regresan con su sola evocación:
POZOS DE NAVARRO
Pozos de Navarro
Alcázar de San Juan; Pozos de Navarro… Recuerdo aquel primer día en que los vi. Pétreas losas en el suelo y brocales de bordes gastados por el roce de las maromas. Aquel día Jesús Lizcano trataba de transmitirme su importante valor patrimonial, porque estaba convencido de que no iban a durar ¡Demasiado apetecibles para la rapiña y para la estupidez de esos nuevos ricos; adornos en jardines de chalet! Los robaron con nocturnidad y alevosía. Denunciamos. Asistimos como testigos de la acusación al juicio posterior; testigos protegidos a fin de salvaguardarnos del acusado clan. Ni una autoridad municipal; ni un funcionario de nivel, tan solo un empleado de cultura al que enviaron allí como al que mandan a degollar. Los absolvieron, claro está. Ningún experto o profesional acudió para catalogar y valorar aquel expolio y aquella pérdida. Así fueron las cosas; y así las recupero yo a base de esos paisajes que me duele recordar.
Ruidera; fuente de la Ringurrina… Un lugar perdido allí donde el turismo de masas no suele llegar. Sobre un manantial que brota abundante entre abovedados travertinos de antiguas cascadas, aparecen los grabados.
GRABADOS
Fuente de la Ringurrina: grabados
"Un lugar mágico" —me comenta Héctor Campos mientras realiza sus fotografías—. ¿Lo es? ¿Qué nos quieren transmitir esos grabados? ¿Por qué están allí? Asambleas, concentraciones humanas, quizá lugares rituales... paisajes del pasado que la literatura permite rescatar evitando su confinamiento y desaparición.
Daimiel; motilla del Azuer… Un evento climático allá, casi cuatro mil años atrás. Ochocientos años de extrema aridez climática. Desparecieron ríos y charcones, descendieron los niveles freáticos: el agua era un bien preciado. Tanto, que la tenían que defender. Enorme pozo artesano protegido por gruesas murallas que al final constituyeron fortaleza, enclave económico y centro de poder.
MOTILLA DEL AZUER
Motilla del Azuer
Y así, uno tras otro, se siguen los paisajes que conforman mis vivencias. Esas vivencias que son la fuente que me lleva hacia el cauce de escribir: hora tras hora, día tras día…

2 comentarios:

  1. Mariano, eres una mente lúcida de nuestro tiempo, de esas a las que no se le presta atención y luego se las agasaja cuando cruzan el arco iris...sigue asi y espero cambiar pronto el libro tuyo de los "365 días 365 reflexiones", de mi mesita de noche, por tu nueva publicación " Guerras de Fuego", para disfrutar nuevamente de éste tu nuevo libro. Un abrazo!!!

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  2. El comentario no firmado, es de Miguel lizcano

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