De Clara Fuertes, lo primero que leí fue Agua de limón. Y fue una novela que me gustó, aunque no me pareció una obra extraordinaria, ni mucho menos. Pero era una historia que se dejaba leer: más que aceptable, pese a ser la primera obra de una escritora novel. Así quedó, por tanto, en mi subconsciente; que Clara Fuertes era una autora a la que valía la pena leer.
Portada del libro |
Hay que decir que Clara Fuertes nació en Aranda de Duero, el año 1975. Posteriormente vivió en Valladolid, estudió Ciencias Económicas y Empresariales, y trabajó como docente y profesora de español en Italia, hasta que tras autopublicar Agua de limón, en 2014, con un importante éxito de ventas, pasó a dedicarse por completo a la literatura, tanto en su faceta de escritora, como docente, desarrollando talleres y cursos de novela y literatura. Es una viajera incansable, amante del arte, de la literatura y de la cultura.
Luz de abril es un viaje a la India; con su cultura, sus gentes y su historia. Narrada en primera persona, a dos voces; la de dos españolas que viajan al Subcontinente, cada una con su propia historia. Sorprendentemente, y esta es la parte más negativa de la obra, la voz de una de ellas, María, se pierde casi en los mismos inicios de la narración, produciendo la sensación de que el hilo verosímil de la trama —la justificación del viaje para Abril, la otra protagonista—, se rompe sin ninguna lógica ni razón. En resumen, es como si la autora hubiese planificado contar la historia vital de dos mujeres, y a las pocas páginas de su comienzo hubiese decidido rectificar para centrarse solo en una de ellas, produciendo un abandono en forma de corte tajante con un personaje que el lector, desde los primeros momentos, consideraba principal. Difícil de entender esta falta de recursos literarios para haber resuelto la situación de otra forma más verosímil y profesional.
Sin embargo, Luz de abril, presenta, también, claros destellos de luz creadora, aun recurriendo al perenne tema del viaje como búsqueda del otro —búsqueda romántica—, y búsqueda de uno mismo —conforme al psicoanálisis—. Para ello, Clara fuertes, recurre a los sentimientos; unos sentimientos personales capaces, con seguridad, de enganchar y emocionar a muchos de sus lectores.
Pero donde verdaderamente brilla la autora, es en la faceta descriptiva del entorno del viaje: la ostentación y abundancia de los hoteles lujosos, mientras fuera la gente se muere de hambre; el lenguaje de los gestos en la India; palacios y fortalezas que rescatan algunas de las civilizaciones más antiguas del mundo; y la pobreza; en su forma más total y absoluta de auténtica miseria: “Las calles estaban llenas de socavones, de excrementos; el pavimento era inexistente, arena pisada, el ruido y los pitidos ensordecían” “Especies, cuencos, cerámica, pañuelos, zapatos; eso era la India, un gran bazar”. Descripciones con las que uno llega a sentir, a oler, la esencia del país; a vivirlo desde dentro como un auténtico choque de costumbres y civilizaciones, un privilegio sin duda: “No intentes comprenderlos, no intentes cambiarlos”, como un mantra de tolerancia y espiritualidad dirigido hacia el lector.
Luz de abril es una obra, por tanto, que gustará a los amantes de los sentimientos románticos y de los amores casi imposibles. Pero también es una obra que gustará mucho menos a los lectores exigentes que buscan conocer en detalle y con profundidad los lugares elegidos en los libros de viajes. Y sobre la India se han escrito obras maestras, por auténticos maestros: Dominique Lapierre, Antonio Tabucchi, y tantos más. Y, claro, a uno, lo quiera o no, le surge la idea de comparación. Y entonces el abismo de separación, resulta insalvable y espectacular.
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