FILOSOFÍA Y SOCIEDAD (XLV) - EL PEOR ESCENARIO - Momentos para discrepar

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jueves, 1 de abril de 2021

FILOSOFÍA Y SOCIEDAD (XLV) - EL PEOR ESCENARIO

ATARDECER EN LA MANCHA
Atardecer en la Mancha
Suele ser hábito profundamente arraigado aquello de afrontar la incertidumbre pensando en los peores escenarios posibles. ¿Por qué adquirimos éste hábito? Probablemente por una serie de mecanismos supuestamente protectores elegidos inconscientemente durante la infancia; y posteriormente, a lo largo del tiempo en el tránsito de la vida; uno de cuyos principales motivos, es eliminar la inseguridad de la incertidumbre y protegernos contra la decepción.
De ella, Séneca, escribía lo entrelazadas que están la esperanza y el miedo. El estoico Hecatón apostillaba que “dejarías de temer si dejabas de tener esperanza”. Por tanto, según su teoría, podemos eliminar el miedo desterrando la esperanza. Esto es, si hemos realizado unas oposiciones, y tenemos la esperanza de aprobarlas y conseguir con ello determinado puesto, tendremos miedo de no aprobarlas. Pero si no mantenemos esa esperanza, no tendremos ese miedo. Pero, en realidad, esto no funciona así. Porque lo que estamos haciendo es reemplazar una emoción negativa por otra: si no tenemos esperanza de aprobar la oposición, también sufrimos por ello.
De nuevo, Séneca, vuelve sobre el tema: “Presta atención a la esperanza y al miedo por igual; y mientras la situación siga siendo incierta, hazte un favor y da crédito a lo que prefieras”.
No obstante, si, como decíamos al principio, tenemos tendencia a afrontar la incertidumbre pensando en el peor escenario posible, está claro que esto nos genera mucha angustia. Porque la idea de que van a ocurrirnos eventos desastrosos lleva implícita la suposición de que, si verdaderamente ocurren, serán horribles e insoportables. Son pensamientos catastrofistas, asociados con problemas mentales como la depresión y la ansiedad.
La cuestión parece concretarse en dos cuestiones: la idea de que sería terrible que ocurrieran ciertas cosas; y el miedo a no ser capaces de afrontarlas si ocurrieran.
En la realidad hay hechos que si suceden serían terribles; esto es inevitable. Y no tiene sentido tratar de convencernos de que estas cosas no importan. Parece, como decía David Hume, que los estoicos son demasiado magníficos para la naturaleza humana. Intentar que la felicidad sea completamente independiente de todo lo externo, no solo es inalcanzable, sino también, puede que indeseable.
Ahora bien, intentemos colocar nuestra felicidad en aquello que depende principalmente de nosotros, pero no totalmente de aquello que está bajo nuestro control. Es decir, se podría perder cierta independencia, pero no ser demasiado dependientes de lo que no está bajo nuestro control. En la realidad pocas cosas son tan horribles como pensamos; de modo que hemos de cuestionar cuánto estamos permitiendo que lo exterior domine nuestra vida.
La segunda cuestión consiste en cómo afrontamos la posibilidad de que sucedan eventos desgraciados y/o negativos. Porque pueden suceder. Y si suceden, tal vez podamos hacer algo para prepararnos ante esta eventualidad: lo principal, ser conscientes de que tendremos que lidiar con ellos. Por tanto, la autoayuda más útil es la confianza en nuestra propia capacidad de afrontar las circunstancias negativas. Esto es, hay que afrontar las cosas difíciles y desgraciadas, y a pesar de que puedan resultar horribles, encontraremos fuerzas para afrontarlas. Vivamos, pues, con la seguridad de aceptarlas y mejorarlas en lo posible. Porque nunca serán catastróficas de forma permanente. Lo mismo que conocemos que la gente es capaz de enfrentarse a las peores cosas, con toda seguridad nosotros también.
Así que, cuando nos veamos imaginando los peores escenarios, lo único que podemos hacer es afrontarlos con el espíritu positivo de saber que, si ocurren, no nos quedará otra que afrontarlos, superarlos, y crecer desde ellos de forma racional. Y pienso que, sobre toda esta cuestión, no hay mucho más que hablar.

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