¿La idea de patria, de nación española, es cosa exclusiva de una política de derechas, conservadora y reaccionaria?; sería la pregunta idónea que formularía como problema a dilucidar en este texto de opinión. Lo que significa que pienso tratarlo como si fuera una investigación social que pretendiera dar respuesta al problema en cuestión.
Y ante esta aseveración ha de surgir inexorable la pregunta contraria: ¿Podría existir un nacionalismo español en la izquierda política?
Examinemos lo que nos dice la historia respecto al nacionalismo español:
La idea de nación española fue en su origen revolucionaria. Tanto que consiguió, en el ámbito del Estado liberal, la coexistencia de dos ideas de nación: la de la derecha reaccionaria, como “nación de propietarios”, y la demócrata radical republicana y federal, como “nación de todos”. Ambas aceptaban la idea de España como territorio nacional indiscutido.
En su devenir histórico, no obstante, la idea de patria o nación española, se ha mostrado como un catalizador de derechización política; de inclinación indiscutible de sus ideologías seguidoras hacia el lado más conservador o reaccionario. Y es precisamente el hecho de que esas personas o grupos se preocupen por la “nación española”, o hagan causa con la defensa de su permanencia, la razón que lo produce. Es, en suma, la idea de “propiedad” de la nación española la que provoca el efecto derechizador.
El comienzo pudo sobrevenir, históricamente, con la impugnación nacionalista catalana y vasca de la soberanía exclusiva de la nación española, acaecida durante el último tercio del siglo XIX. Y de ser esto así, o no, lo cierto es que, desde comienzos del siglo XX, la gestión del suelo patrio ha suscitado los mayores problemas y las mayores desavenencias entre las fuerzas políticas actuantes en el marco del Estado español.
Por tanto, hasta finales del siglo XIX, existió un nacionalismo español indiscutido en todas las fuerzas políticas. Hasta ahí podríamos considerar que existe acuerdo histórico.
Es a comienzos del siglo XX cuando surge un nacionalismo español no implícito en los idearios de las distintas fuerzas políticas, sino rotundamente manifiesto, hasta constituirse como ideología política regeneracionista y autoritaria; es decir, como una ideología de derechas que comienza a actuar como tal. Algo no exclusivo de España, sino común, en aquellos comienzos del siglo, a todos los países europeos. Lo diferente fue el devenir político posterior, que condujo a los países occidentales participantes en las dos grandes guerras; primero a la disolución de las estructuras territoriales imperiales; y posteriormente, tras acabar la II Guerra Mundial, a la democratización de sus sociedades y a la consolidación de sus Estados del Bienestar. Algo que no ocurriría en nuestro suelo patrio, donde cuarenta años de franquismo impedirían similar proceso democrático-territorial.
De modo que, aquí estamos en el momento actual; con la evidencia de que no existe un nacionalismo español explícito en la izquierda, y que el nacionalismo español que se manifiesta está copado por la derecha conservadora y la otra más extrema, la ultramontana, reaccionaria y radical.
Con toda seguridad la idea de España habría podido ser mucho más apreciada por la izquierda de no haber sido por el factor territorial; es decir, por el problema de la integración nacional suscitado por el nacionalismo vasco y catalán.
El nacionalismo es transversal a todas las ideologías políticas, porque trata lo que las fuerzas no nacionalistas dan por supuesto: el acuerdo sobre el ámbito personal y territorial del poder público. Algo sobre lo que las ideologías no nacionalistas no tienen que discutir porque existe un consenso general.
Sin embargo, el proceso se agravó desde los años ochenta del pasado siglo: una renacionalización sin parangón en otros Estados europeos, impulsada desde el poder, en amplios sectores de población de los territorios controlados por los nacionalismos vasco y catalán. Lo que ha provocado la reacción furibunda del nacionalismo español concreto en la derecha política del país.
Ante ello, la izquierda liberal, abonada en su evolución a una comprensión de España como suma de territorios, contemporizó concediendo a las élites nacionalistas gobernantes permiso para socializar a sus poblaciones a su gusto con tal de que se respetase el principio de la soberanía nacional española.
Y en esa dinámica se mueve actualmente la izquierda estatal española: acuciada por las exigencias de la política práctica y por la concepción de España como “nación de naciones homogéneas”. Una política a la que se opone frontalmente el nacionalismo español; esto es, la derecha política actual. ¿Existe alguna posibilidad de entendimiento entre ambas fuerzas políticas estatales? Es obvio que no. ¿A dónde nos conduce esta realidad? Pues imaginen ustedes; seguro que acertarán.
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