Hacia el futuro tecnológico |
Vivimos en la nube. Quiero decir que vivimos tan conectados a las redes
sociales que el nivel de enganche hace imposible para muchos salir de ahí si
no es de forma obligada. De este modo, la esclavitud en lo personal, o en lo
laboral, llega a límites que acaban afectando al bienestar mental: hoy se han
incrementado exponencialmente todo tipo de patologías psíquicas, desde la
depresión y la ansiedad, hasta el burnout (agotamiento laboral).
Buena causa de ello son la multiplicidad de plataformas de entretenimiento
on-line diseñadas para hacernos adictos a permanecer interactuando con ellas.
Para conseguirlo utilizan las nuevas técnicas de la captología, ciencia que
estudia cómo automatizar la persuasión; es decir, técnicas específicas de
diseño del comportamiento.
Lo cierto es que, con sus avanzados manejos tecnológicos, el poder de los
productos informáticos para cambiar actitudes, comportamientos, creencias y
acciones, es inmenso. Interactúan sobre los aspectos emocionales y no
racionales consiguiendo dominar la toma de decisiones personal. Consiguen
persuadir a las personas para que se queden ahí el mayor tiempo posible,
comprando productos, compartiendo imágenes, viendo películas o series en
bucle. Para ello cuentan con poderosísimos algoritmos de inteligencia
artificial. Así que todo está diseñado para que nos quedemos con ellos la
mayor parte del tiempo; nuestro tiempo de vida, ¡no lo olvidemos!; desde los
"me gusta", hasta los emoticonos, todo, absolutamente todo, responde a un
criterio de captación y manejo personal.
La situación, por tanto, es preocupante, cuando no peligrosa. Porque en el
momento actual, cuatro grandes empresas —Microsoft; Google; Facebook y
Amazon—, controlan en régimen de oligopolio la industria tecnológica de
Estados Unidos, que es tanto como decir que controlan la industria tecnológica
del mundo occidental. Si a ello añadimos que Facebook tiene intención de
adquirir la empresa Activision Blizzard, la gigantesca creadora de
videojuegos, por un importe de sesenta y nueve mil millones de dólares, con la
clara intención de cerrar el círculo del oligopolio tecnológico occidental, el
control absoluto de la experiencia del consumidor quedaría bajo el poder de
estos emporios económicos. Es decir, quedaríamos a merced de los intereses
únicos del gran capital, si es que no lo estamos ya.
Y, ¿cuál es el resultado que cabe esperar de ello? Pues eso está por ver, cada
cuál que saque su conclusión. Pero más nos valdría ejercitarnos en la defensa
de nuestra individualidad y el uso cotidiano de nuestro pensamiento crítico. Y
aunque esto no garantice que no nos manejarán, al menos no nos manejarán en la
totalidad. ¡Vamos, pienso yo!
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