MANCHA HÚMEDA (XVII) - RUIDERA: EL PREGÓN - Momentos para discrepar

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jueves, 16 de abril de 2020

MANCHA HÚMEDA (XVII) - RUIDERA: EL PREGÓN

Debo reconocer que cuando decidí volver a escribir sobre estos temas de ecología de las comarcas manchegas, lo único que me animaba, además del gusto de escribir de aquello de lo que uno ha aprendido, aunque solo sea a fuer de haberle dedicado media vida; lo único que me animaba, insisto, era intentar transmitir algo de conocimiento sobre la razón de ser de estos parajes; cultura ecológica al fin. Y ello porque la literatura la entiendo como herramienta de cultura y difusión: es decir, como medio de enriquecimiento personal, tanto para el que escribe, como para el que lee.
RUIDERA: EL PREGÓN
Lo que no imaginaba era que estos post iban a levantar polémicas y desacuerdos rayanos en el conflicto interpersonal, algo que, ni por asomo, pretendo crear, fomentar, ni mucho menos alimentar entrando en una espiral de comentarios y respuestas a las diversas opiniones. Y ello, no solo porque no me apetezca, me canse o aburra; sino porque, en esto como en otras cosas, cada cual tiene su verdad —tan legítima como cualquier otra—, y ya tengo la suficiente experiencia como para conocer que no hay camino que pueda acercar a dos mentes separadas.
Así que ya indico de antemano, que si hasta el momento, aun mínimamente, he podido cometer la torpeza de “entrar al trapo” de responder, esto es algo que no volverá a ocurrir, se interprete como se interprete, aún a riesgo de que se considere pura prepotencia y vanidad. Hablo y escribo sobre mi propia experiencia y las conclusiones a las que esta me ha hecho llegar. No vendo, por tanto, ni reparto “verdades”, ni busco aclamaciones, ni un círculo de afines a mis ideas y convicciones, solo comparto conocimiento, aunque ello implique el sesgo de la subjetividad. Pero como considero que los lectores de estos artículos están lo suficientemente formados, y manejan con claridad su propio juicio crítico; pues eso, discrepen, manifiesten sus posturas, difundan sus ideas y pensamientos; pero eso sí, háganlo desde su propia actividad literaria, porque mi blog personal no es el adecuado lugar. 
Los post incluidos en él, pueden leerlos, o no; esa es su elección. Pero no lo convertiré en un lugar de discrepancia, conflicto y discusión.
Y aclaradas estas cuestiones, hoy pretendo escribir sobre algo que, anecdóticamente, me ocurrió en la población de Ruidera.
Corría el año 2006, y para entonces ya me había convertido en un elemento lo suficientemente ingrato para que mi presencia no fuera del agrado de algunos elementos de los que piensan “ser algo” por allí. Por supuesto, no del conjunto de la población, que, ni me conocían, ni les importaba un pimiento quien pudiera ser yo. Pero si, en cambio, era bastante molesto para una importante parte de la Junta Rectora del parque, y para la alcaldía y parte de la corporación.
Y sin embargo, una mañana recibí una llamada del alcalde de Ruidera, invitándome a ser el pregonero de las fiestas de la localidad. Y la verdad es que quedé tan aturdido por lo inesperado del asunto que no acerté a decir que no.
La cosa, como no podía ser de otra manera, termino mal: me presenté en la localidad a eso de las diez de la noche del día del pregón, sin que se dignase a recibirme ni un triste concejal. Al final, me acompañó un conserje hasta un estrado situado en la plaza, donde leí un pregón en presencia de cuatro chiquillos que jugaban al balón: ningún público asistente, ninguna autoridad municipal, y por faltar, ni siquiera los amigos que supuestamente tenía por allí.
Terminé de leer unos tristes folios, y con la cabeza gacha y el corazón herido por haber sometido a mi familia a semejante oprobio, nos volvimos por donde habíamos venido, sin una despedida, sin un agradecimiento, y sin nada que de la buena educación y cortesía hubiera cabido esperar.
Pero no escribo esto porque guarde rencor, o porque ello, con el paso del tiempo, haya quedado enquistado en mi corazón. Lo escribo porque aquellos folios exponían con todo detalle, por qué había llegado hasta allí, y cuáles eran los valores que defendía yo. Y ahora, al releerlos, no puedo menos que asombrarme de aquella ingenua pasión que me poseyó hasta convertirse en el eje de mi vida.
RUIDERA: EL PREGÓN
Comenzaba hablando de la dureza de la vida en los pueblos de la Mancha, allá por los años sesenta; de lo difícil de sobrevivir en estos pueblos rurales donde todo era sufrimiento, miseria y desesperación. De la necesidad de partir: los unos al extranjero, los otros en busca de mejorar en los polos industriales, o a cumplir el servicio militar. Algunos, los menos, lo hacían para estudiar.
Contaba como yo fui de los que tuvo la suerte de regresar; de cómo me sorprendieron los problemas sociales derivados de la “guerra del agua”; primero en el acuífero 23, en los Campos de San Juan; y posteriormente en el acuífero 24, en el Campo de Montiel. Y cómo, sin apenas darme cuenta, me involucré en la defensa de un Medio Ambiente que nunca antes me preocupó. De modo que comencé a hacer lo único que sabía: escribir. Y así, de pronto, me vi calificado de ecologista; yo, que nunca antes había tenido el más mínimo interés en la cuestión.
Desde que aquello comenzó, hasta ahora, han pasado más treinta años, la mitad de mi vida. Y he vivido momentos buenos y malos, como todo. Lo peor, quizá, ha sido ver que en todos estos años nada cambió, que todo sigue igual, y que cada parte mantiene sus posiciones numantinas, como si fueran el muro de las lamentaciones, que ha sobrevivido inamovible durante más de dos mil años. Y por supuesto, además, el grave y durísimo desgaste personal.
Espero que después de estas aclaraciones se pueda comprender mejor por qué no quiero entrar en ningún tipo de nuevo conflicto, ni discusión. Incluso hasta dudo del valor de estas colaboraciones, de si conducen a alguna parte, y si merece la pena seguir con su continuidad. ¡Eso es algo que debo pensar!

1 comentario:

  1. La vida sigue igual. No vamos a aprender nunca, ni con lo que comentas, ni con esto que estamos pasando. Volveran virus y mas letales, la destruccion del medio y los habitas naturales, es el caldo de cultivo de las pandemias actuales.
    Hay que estar ciegos de mente para no entenderlo.

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