MOMENTOS PARA EL DIÁLOGO (VI) - Momentos para discrepar

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sábado, 12 de noviembre de 2016

MOMENTOS PARA EL DIÁLOGO (VI)

LA VIDA EN GRIS


En lo esencial creo que sólo existen dos formas de ver el mundo: de modo positivo y con optimismo, o de modo negativo y pesimista. Y que todos los seres humanos sin excepción nos situamos en una u otra posición sin que existan términos medios.
Yo soy de estos últimos, de los que suelen ver las cosas de forma pesimista y negativa ¿Y qué me ha reportado ello después de toda la vida de ver las cosas así? Pues en la mayoría de las ocasiones un sufrimiento innecesario que lo único que consiguió fue que muchos de mis días fueran una especie de infierno del que lo único que deseaba era salir: ¡Salir, escapar de los días de mi propia vida, sí! ¡Qué horrible! ¡Como si fueran inacabables los que tuviera concedidos!
Creo que es una de las peores perspectivas que puede acontecer a un ser humano aquello de saber ver la vida sólo de una forma gris ¡Cuántas ilusiones, cuántas alegrías desperdiciadas! En realidad esta forma de ver las cosas sólo indica que vivimos en un círculo muy restringido de nuestras propias posibilidades. Porque todo nuestro potencial, toda nuestra fuerza, radica en nuestra mente. Y es increíble la cantidad de ”basura” que metemos en ella: preocupaciones, ansiedades, nostalgias del pasado, cálculos para el futuro y los miedos que ellos mismos alimentan… En fin, para qué seguir; esa gran masa humana adicta a lo negativo sabe bien de lo que hablo, en realidad son, somos, especialistas en aquello de anegar nuestra mente con preocupaciones privándola de gran parte de su poder.
Ante esto lo normal sería poseer la fuerza necesaria para permitirnos el lujo de no tener ni un solo pensamiento negativo. Pero claro, esto es fácil de decir, casi imposible de lograr para los que somos así.
La filosofía oriental mantiene que la manera de pensar es un hábito, y que por tanto, como todos los hábitos se puede cambiar. Pero es un proceso que necesita entrenamiento y tiempo, porque sobre lo único que de verdad tenemos dominio es sobre nuestra mente, y si hemos sabido “educarla” para pensar en negativo, también podemos “deseducarla” para enseñarla a pensar en positivo. Aunque no es una tarea fácil, sino todo lo contrario, más bien es una auténtica tarea de titanes… Pero no imposible. Veamos:
¿Por qué para una persona negativa cualquier minucia —una opinión, un dolor, el mal tiempo— puede convertirse en un drama personal? Pues simplemente porque no sabemos controlar nuestra opinión sobre estos hechos, ya que no podemos controlar los hechos mismos. En realidad lo único que separa a las personas alegres y optimistas de las tristes y pesimistas es la manera de encarar los hechos, de interpretar y procesar las circunstancias de la vida. Cuando se consigue controlar los pensamientos y la manera de reaccionar a los acontecimientos de la vida, uno empieza a controlar su destino; esto es, uno empieza a elegir lo que quiere ser y cómo quiere vivir.
Pero cómo controlar los pensamientos negativos, cómo evitar las reacciones tan abrumadoras y nefastas. Pues sólo conozco un modo: con una enorme voluntad de cambiar, y con una práctica rayana en la obstinación, además de con un análisis lo más racional posible de cada situación.
Personalmente uno de los casos que más afectan e influyen en mi propia negatividad es la forma de percibir y afrontar los problemas que llegan, o los que pienso que van a llegar, porque en muchas ocasiones estos que tanto me preocupan luego no ocurren en la realidad. Pero si cuando llega un problema de verdad soy capaz de pararme a analizar hasta el punto de llegar a plantearme cómo debo afrontarlo y cómo tengo que actuar, el alivio que surge es inmediato. Y siempre llega por la misma rutina de acción: ante el problema hay que centrarse y no distraerse; esto es, afrontar cuáles son las causas y los remedios inmediatos aplicables y no perderse por las ramas con lo que no tiene remedio inmediato —una pierna gangrenada se corta, después se piensa en la prótesis—. Hay que tener en cuenta las cosas sobre las que se puede actuar y las que no. Y luego trabajar sobre ellas con el optimismo suficiente para sacar el mejor partido de cualquier situación. Porque en la vida no existen errores, sólo lecciones. Pero ese optimismo debe ser prudente. No distraerse significa hacer sólo aquellas cosas que nos ayudan a resolver la situación. La prudencia requiere conocer y medir las consecuencias que tendrán las acciones, evaluarlas y decidir si hacerlas o no. Pero cuando consigo realizar este ejercicio de autoanálisis inmediatamente compruebo que el problema parece reducirse a la mitad. Y este es el camino en todos los frentes para, si no eliminar la negatividad, al menos estar en condiciones de afrontarla en la mejor posición.

Por tanto comencemos a vivir más con la imaginación. Vivamos con aquellas cosas buenas que deseamos más que con los recuerdos de todas aquellas cosas negativas que nos pasaron ¡La fantasía de cada persona tiene que ocupar su lugar en el mundo! El secreto de la felicidad es simple: averiguar qué es lo que se quiere hacer y dirigir todas las energías en esa dirección, porque con un recto sentido y una voluntad perseverante siempre se alcanza lo que deseamos. Y lo que deseamos no debemos perseguirlo, sino seguirlo. Así que esa es la única solución: descubrir una misión en nuestra vida, imaginarla y seguirla cada día con el máximo de energía y optimismo… Y con ello decir “adiós” a todo aquello que nos hunde cada día más en nuestra propia negatividad.

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