LA IMPORTANCIA DE APRENDER
Es cierto que me gusta aprender cosas nuevas. Por eso cada
día me esmero más con la predisposición al estudio y la investigación. Porque
además del placer que obtengo con ello soy consciente de que esa actitud me
enriquece cada día un poco más.
Pero debo preguntarme por qué deseo aprender cosas ¿Es por
puro placer estético? ¿Por mera necesidad personal? Y debo responderme que no,
que no es sólo esa necesidad personal, sino que me gusta aprender cosas para esmerarme
luego en poderlas compartir. Porque como decía Séneca "… ninguna cosa
deleita si ha de ser para uno solo. Se podría renunciar a la sabiduría si fuera
para tenerla uno para sí, como encerrada, sin poder comunicarla". Ninguna
posesión es agradable si no se comparte con alguien.
Creo que no necesita mucha argumentación la primera de las
respuestas. Te informas, adquieres conocimiento, analizas, investigas, y con
ello conformas opinión que luego sometes al filtro de la opinión general por
cualquier medio posible; en mi caso a través de los medios de comunicación a
los que tengo acceso, y sobre todo por medio de las redes sociales intentando
conseguir la mayor difusión.
La cuestión de si esa opinión va a tener repercusión o no,
debo considerarla algo secundario, porque en la mayoría de los casos pasará
desapercibida o no la tendrá. ¿Por qué? Pues aparte de que esa opinión puede no
ser compartida por los demás, luego está el hecho de la gran desinformación que
implica la superabundancia de medios de comunicación. Algo que lo único que
consigue es que la gente, abrumada por tanta oferta, pase de casi todo y ya no
busque informarse, o al menos que sólo busque información sobre aquellas cosas
que le interesan en particular.
Pero con ser esto una realidad, poco me condiciona a nivel
particular. Porque procuro divulgar mis conocimientos como el sembrador que
esparce sus semillas; sabiendo que germinarán solamente en terreno abonado para
ello.
Luego está la segunda cuestión, aquella en que la consabida divulgación
sólo ansío compartirla con un selecto grupo de personas, precisamente el que
considero constituido por los amigos. Lo que me hace mucho más compleja la
argumentación, pues en este caso lo primero que cabría considerar es a quién
considero como amigo, o mejor aún, qué cosa es la amistad. Pero este punto bien
merecerá su propio apartado, pues si hay algo difícil en la vida es eso
precisamente, el gozar de la amistad. Así, pues, centrémonos por ahora en la
cuestión que debatimos: la del valor e importancia del aprendizaje como
experiencia vital.
Otros, en cambio, actúan movidos por amplias aspiraciones e
ideales, marcándose objetivos elevados en sus vidas, trazándose caminos que
sirven a la humanidad y les ayudan a crecer. Y son estos, precisamente, los que
siempre estarán alertas con su aprendizaje, persiguiendo las metas que se
propusieron, y aun conociendo que quizá nunca las alcancen, saben en cambio lo
lejos que llegarán.
El aprendizaje continuo dará siempre un sentido a nuestro camino,
constituye la base que nos ayuda a crecer. Porque no debemos olvidar que el
verdadero sentido de nuestra vida se va haciendo a lo largo de la
existencia en la medida que hacemos realidad el propio proyecto personal de
crecer. Y para ello necesitaremos ese reciclaje continuo que significa
aprender.
Séneca decía que "sólo tienen ocio quienes tienen tiempo
libre para la sabiduría […] pues cualquier tiempo lo añaden al suyo". Si
nuestro tiempo de vida es siempre pequeño, ¿por qué no dedicarnos a hacer
aquellas cosas que serán eternas y que siempre fueron y serán comunes entre los
mejores? La fama, los honores, las riquezas ¡con cuanta facilidad se pierden!
Sin embargo la experiencia y sabiduría que se obtienen del aprendizaje ninguna
edad podrá borrarlas; y persistirá si se transmite.
Porque lo que no reconoce
la envidia en el momento actual, se admira después, cuando se mira desde el
tiempo que pasó. Y no olvidemos que tal vez no exista mayor y más asombroso
aprendizaje que el que se obtiene de las experiencias ajenas. Porque los seres humanos
suelen respetar, no lo que es respetable, sino lo que es respetado. La observación
del hacer ajeno, por tanto, siempre llevará implícita una parte de ese aprendizaje
constante: la de todo aquello que deberíamos rehuir o que nunca debemos hacer.
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