LA SOCIEDAD INFANTILIZADA - Momentos para discrepar

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martes, 13 de noviembre de 2018

LA SOCIEDAD INFANTILIZADA

Un día cualquiera, una estación de ferrocarril, un tren que llega, unas puertas que se abren, un carrito de bebé, un niño a cada lado; y una madre atribulada que se dispone a bajar. Pero hay demasiada altura entre vagón y andén… Y ante la duda, una masa de jóvenes borregos que se lanza a subir con prisas. A ninguno de ellos se le ocurre preguntar: ¿Señora, necesita ayuda?; y la pobre mujer retrocede con su carrito y sus niños para evitar ser arrollada. Después, se marcha el tren. Mientras, esa madre anonadada por la situación solo acierta a decir "Yo tenía que bajarme aquí"… ¡Cuánta estupidez en esta infantil sociedad!

Porque el hecho en sí —verídico, cien por cien—, no solo es una prueba de la falta de educación reinante en estas nuevas generaciones; sí, esas que no han conocido en su propio ambiente el significado de la palabra "no"; sino que es más que eso: es pura estupidez.
Y es que como dice Moreno Castillo en su Breve tratado sobre la estupidez humana: "la estupidez no conoce límites, y frente a ella solo resta combatirla". Porque la estupidez ha tomado carta de naturaleza en la sociedad actual; ronda y cabalga por doquier, está omnipresente en cualquier sitio y lugar, aunque no siempre sea fácil de detectar. En realidad la estupidez crece y se multiplica como si de una de las faraónicas plagas se tratara.

Reconozco que me preocupa y me importa este tema, aunque ya lo haya abordado en otras colaboraciones, si bien tratándolo desde la perspectiva de la mala educación[1].
Allá donde se mire se puede constatar la evidencia de esta realidad. Moreno Castillo dice, enmendando a Marx, que el motor de la historia no es la lucha de clases, es la estupidez en sus muchas variantes: intolerancia, fanatismo, hipocresía, ambición, individualismo…
Y aunque bien es verdad que en muchas ocasiones la estupidez puede confundirse con maldad, en realidad esto no suele ser así, porque la mayoría de los comportamientos más deplorables cabría explicarlos por simple estupidez: ¿Qué piensan que puede esconderse tras esos "malvados" comportamientos de niños —marginales, sí, pero niños al fin—, que desde un puente de autovía lanzan piedras a los vehículos que pasan? ¿Lo hacen por maldad, queriendo herir o incluso matar a sus ocupantes; o es tan solo estupidez?
Pues a nada que pensemos un momento concluiremos en la idea de que solo es estupidez; es su estúpida y grosera forma de divertirse, por muy denigrante que nos pueda parecer.
¿Y como cabría encajar este aumento-proliferación de la estupidez en pleno siglo de avances tecnológicos?... pues como una derivada del mayor acceso a las condiciones generalizadas de bienestar, donde los seres humanos hemos venido a disfrutar de una cantidad de recursos y tiempo libre impensable hace tan solo unas décadas.
La capacidad de actuación del ser humano se ha multiplicado exponencialmente; por lo tanto y del mismo modo, se han multiplicado las posibilidades de hacer cosas estúpidas, generando con ello esta banal sociedad que tenemos, en la que lo único que prima es lo superfluo, lo aparente, y el más peyorativo egoísmo individual. Una sociedad donde los viejos valores: esfuerzo, altruismo, estudio… no solo han quedado obsoletos, sino que ridiculizamos a los que los quieren mantener. La situación es tal que se llega a calificar de tonto o estúpido al que se guía por estas directrices, mientras se glorifican las ocurrencias del estúpido integral; esto es, aquel que actúa como tal durante las veinticuatro horas del día.
La estupidez, hoy en día, se fomenta y se admira, logrando así catalizar la conducta irreflexiva del ciudadano. Es lo que podríamos denominar como "infantilización de la sociedad".
Por tanto, en la sociedad actual se nos trata como a imbéciles; nos gobiernan como a imbéciles, haciéndonos creer que vivimos en un paraíso de libertades, cuando en realidad estamos teledirigidos. Porque la libertad supone una importante responsabilidad que asumir: hay que pensar para decidir. Y esa es demasiada carga para el imbécil, que siempre preferirá que se lo den todo resuelto. Es la sociedad de la igualdad generalizada, frente a la de la igualdad de oportunidades, mérito y esfuerzo. Y claro, en estas condiciones, cómo se puede evitar que cualquier estúpido pueda considerarse un salvador de patrias; o que cualquier cantamañanas "descubra" que el mundo no funciona bien y que él, es el llamado para poderlo gobernar. Pues eso, hagamos caso omiso a la razón y sigamos elogiando a la estupidez… Y luego quejémonos de que las cosas están como están.

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