¡VIVE LA FRANCE! - Momentos para discrepar

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miércoles, 19 de diciembre de 2018

¡VIVE LA FRANCE!

Dicen los medios de comunicación que los chalecos amarillos, con sus radicales acciones, han llegado a implantar un escenario de guerra en la capital francesa. Un movimiento muy heterogéneo que tuvo su origen en el grueso de esas personas que al vivir en el extrarradio de las grandes urbes tenían que emplear sus vehículos para trasladarse diariamente hasta su residencia laboral.
¡VIVE LA FRANCE!
La actuación del presidente Macron subiendo el impuesto a los combustibles provocó una ola de indignación entre ese escalafón de afectados situados en los peldaños más bajos de la escala social: soportar una nueva subida en los carburantes dañaría su ya mermado poder adquisitivo; una merma más en esa cadena de los sucesivos recortes sociales que ha invadido a la Europa neoliberal.
¡Tenían motivos para protestar! Y lo hicieron. Y lo han hecho al estilo que los revolucionarios franceses consolidaron en 1789, y que desde entonces es el paradigma reivindicativo del pueblo francés.
Al movimiento se fueron añadiendo otros colectivos, formando un arco que abarcaba desde los antisistemas, hasta la derecha más ultramontana, ecologistas incluidos. Miles de personas unidas por un mínimo común: expresar su malestar por un estado de las cosas que no satisfacía al conjunto nacional.
Al principio el Gobierno no atendió estás reivindicaciones; pero en cuanto la actitud vandálica se adueñó de las calles, implantando casi un estado de guerra en la Capital, el gobierno de Macron se apresuró a derogar la subida de impuestos, aumentar el salario mínimo, y hasta pedir perdón a su pueblo por su falta de sensibilidad con los más desfavorecidos.
La lección que los franceses trasladan al mundo es la esencia de su revolución: solo con violencia social es posible cambiar las cosas; solo con violencia y exaltación los poderes establecidos atenderán las reivindicaciones de las clases o sectores más vulnerables o desprotegidos de la sociedad. Una lección de movilización ciudadana que el resto de la comunidad europea parece satanizar por su especial virulencia y radicalidad. El resultado: el Estado social de derecho francés es uno, si no el que más, de los mejores, más avanzados y protectores dentro de la Unión. Sanidad, educación, pensiones, libertad y garantías jurídicas, son palabras mayores en el territorio galo.
Qué diferencia con lo que nos ocurre en este país; una sociedad infantilizada adicta a la telebasura y a la pequeñez cutre de sus redes sociales, que ha aprendido a quejarse de todo, a despotricar en sus chats, pero que resulta incapaz de organizarse y comprometerse para defender aquello de lo que depende su diario bienestar.
Y mientras, toda esa poderosa cúpula que maneja los hilos del poder actúa con impunidad; atiza las divisiones sociales, vuelca el interés sobre chovinistas temas patrióticos, presenta al chivo expiatorio que domeñar; al mismo tiempo que banaliza todo lo demás, desacreditando cualquier tipo de movilización o acción social (salvo las patrióticas, claro está); muy especialmente las promovidas por los sindicatos de clase, a los que ha convertido en una especie de lastre social en el magín de la población.
Y da pena ver como en su conjunto todo ello surte el efecto requerido: las huelgas sindicales resultan nimias, la clase trabajadora acepta y hasta asimila que sus representantes son una rémora pasando con ello al otro lado del postulado francés de la revolución: el laissez-faire del liberalismo maximalista, ese “dejar hacer” que les está jodiendo la vida, pero que aceptan en su diario adoctrinamiento burgués. Los colectivos sociales se movilizan rara vez, y en su caso, siempre dentro del orden establecido (por Dios ¡faltaría más!) de lo que se entiende como políticamente correcto, conformándose con obtener migajas de sus reivindicaciones.
En fin, que así nos va. Qué lejos de Francia y su revolucionario hacer. Parece que nunca estuvieran más altos los Pirineos.

1 comentario:

  1. Siempre pasa lo mismo esplotamos cuando tenemos el agua al cuello, no vemos cuando esta suviendo el nivel, para poner freno. La ignorancia y el conformismo nos aboca a nuestro fracaso como sociedad, a favor de los lovis grandes empresas que nos llevan donde quieren. Todo ello inducido por detetminados medios de comunicacio, que constantemente estan lavando el cerebro de mucha gente, demasiada gente diria yo, que les dicen lo que quieren oir.
    Malos tiempos nos esperan, de nuvo en este pais vuelven las derechas osea (en tiempos pasados la CEDA). Veremos

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