A VUELTAS CON LA REALIDAD - Momentos para discrepar

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sábado, 15 de junio de 2019

A VUELTAS CON LA REALIDAD

Vivimos en un mundo bidimensional; al menos eso creo. Un mundo conformado por aquello que llamamos “hechos”, además de “las cosas” materiales existentes en él; y otro diferente constituido por los “hechos” y las “cosas” según las interpretamos; esto es, aquel que percibimos a través de los condicionantes sociales adquiridos. Solemos, pues, crear una realidad paralela diferente a la realidad objetiva que podría definir el sentido común. Y esto es una evidencia, además de una “realidad”. Lo único objetable es que esa realidad no es tal, sino únicamente, nuestra realidad, la que percibimos, la que conformamos.
Y con esa realidad salimos a la calle dispuestos a esparcir nuestras “verdades” con el inconfesable deseo de que sean aceptadas incondicionalmente, indudablemente, porque ¿acaso no son las respuestas que demandan los problemas de la “realidad”?
A VUELTAS CON LA REALIDAD
A vueltas con la realidad
Creo que no haría falta avanzar mucho más para ir cogiendo el hilo del pensamiento aquí esbozado, porque si no existe una realidad objetiva, sino tan solo aquella que conformamos según nuestra interpretación de los hechos ¿cómo podemos imaginarnos en posesión de la verdad?... ¿Cómo podemos pretender cantarle a alguien las “verdades del barquero”, por usar un ejemplo del refranero popular?
Pero lo cierto es que así andamos, arrojándonos los trastos unos a otros, conformando una realidad que solo encuentra refugio en los rincones más oscuros de nuestra propia intransigencia, y en muchas ocasiones, en nuestra propia maldad.
Desde esta premisa ¿cómo no decepcionarnos con esa realidad que percibimos a nuestro alrededor? Una sociedad insolidaria e individualista, fragmentada por las múltiples y miserables interpretaciones antagónicas de los mismos hechos. ¿Cómo resulta posible tamaña falsedad?
Me pregunto si es posible comprender los hechos; si es posible un conocimiento objetivo del mundo, o si solo es factible el conocimiento a través de la interpretación que le damos. Porque si esto es así, el mundo de la palabra —o la palabrería— se configura como el nuevo Leviatan del poder. Y va a ser ese poder, en suma, el que modulará las interpretaciones dirigidas a conformar la sociedad que pretendan lograr.
José María Guelbenzu dice que “ya que no podemos cambiar el mundo, al menos cambiemos de conversación”. Supone ese pensamiento —creo—, como la quintaesencia de una derrota y una convicción: que el lenguaje, la palabra hablada y escrita, constituye el único y real instrumento político actual: es la política del hablar y del no hacer.
Y puede que sea cierto, a tenor de lo que vemos y observamos en la “realidad” política y social que percibimos. Es el nuevo imperio político de las fake news, el mundo de la posverdad; aquel que conforma una realidad interpretada y dirigida según nos la quieren vender: ¡Qué asco da!
¿Y se puede hacer algo contra ello? Pues a lo mejor sí. A lo mejor sería suficiente con exigir que además de decir, también tendrían que hacer… ¡No sé!... Aunque quizá, pensándolo bien, tan solo sea como pedirle peras al olmo esta disquisición.

1 comentario:

  1. Yo me suelo repetir. (Según me dicen los más allegados)

    Coherencia, ¿donde...?
    Y esta frase que algunos atribuyen al Ché.
    " Las palabras que no concuerdan con los hechos, carecen de portancia."

    Pero por lo que nos da la vida cotidiana, esas cosas , han pasado a ser utópicas.

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