¡MIEDOS Y AUTOAYUDA! - Momentos para discrepar

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domingo, 7 de julio de 2019

¡MIEDOS Y AUTOAYUDA!

En la naturaleza no existe el valor, existe el miedo. Por eso, lo normal, lo lógico y común es sentir miedo. El miedo es una emoción fundamental para la adaptación de los animales y de los seres humanos en el ambiente en que viven; sin una dosis de miedo no se sobrevive. Porque es éste el que propicia la reacción que nos alerta ante los peligros reales.
Así que el miedo, per se, no supone un condicionante negativo en nuestras vidas, sino todo lo contrario, es consustancial a ellas. El problema deviene cuando el miedo se extrema hasta convertirse en una patología, algo que resulta harto frecuente en las formas de vida del mundo occidental.
LOS MIEDOS Y LA AUTOAYUDA
Autosugestión
Existen multitud de miedos fóbicos; como si fueran un monstruo que nosotros mismos alimentamos: ¡al igual que no existen límites a la fantasía, tampoco existen límites a nuestra capacidad de inventarnos miedos! Pero esos miedos derivan en patologías cuando nos abocan a una percepción tan amenazadora de la realidad que nos limitan e incluso nos inhabilitan para llevar una vida normal.
Así, pues, ante el reconocimiento del miedo como elemento consustancial al ser vivo ¿tenemos que protegernos?
Cuando se consulta la literatura de autoayuda sobre este tema, resulta muy frecuente encontrar una constante reiteración: la de que el miedo es mero fruto de una autosugestión; se siente miedo a determinadas sensaciones porque se consideran indicadoras de un mal mayor, y ese miedo mismo produce y aumenta los síntomas. Es lo que los terapeutas denominan “miedo al miedo”.
Y contra ello arbitran una serie de soluciones de los más variopinto: desde analizar que aquello que está preocupando y te produce miedo es algo que en realidad no está pasando y que, con mucha probabilidad, casi nunca ocurrirá; hasta aquellos que proponen aferrarse al presente como terapia excepcional; no esperar lo que anhelas porque esperar significa anhelar el futuro y no vivir el presente. Es decir, proponen un puro y mero ejercicio de centrarse en el momento actual como terapia de desconexión del ámbito de la sugestión mental.
No trato en estas líneas de descalificar la literatura de autoayuda, porque en torno a ella también suele encontrarse mucha filosofía y reflexión. Lo que si trato de cuestionar es la banalidad de la simplificación a la que la mayoría de estos autores suelen recurrir. Por ejemplo, volviendo al asunto del miedo que nos ocupa, lo primero que un sujeto acosado por el mismo debe valorar, es si su miedo es esporádico o circunstancial, o si constituye una patología en su vida. Porque si el miedo, presente en cualquier forma de fobia, es paralizante y llega a impedir un disfrute de vida normal, estamos ante una patología que solo un profesional puede tratar. Y de nada valdrán las mil lecturas de autoayuda que uno pueda realizar.
De modo que considero que lo que verdaderamente constituye un ejemplo de autoayuda para todo sujeto hundido en el miedo, es lograr que pueda ser capaz de considerar dos cosas; primero, si verdaderamente su miedo constituye una patología en su vida; segundo, que todas las fobias tienen curación en manos de un profesional, la mayoría de las veces con muy poca intervención. Esa, a mi parecer, es la única autoayuda útil a los fines de superación de la enfermedad. Toda la demás; filosofía, lecturas ejemplarizantes que pueden gustar… Y entre medias, mucho aprovechado interés, humo y banalidad. Tal vez por eso se venden a millares los textos de esa especialidad.

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