LAS BASES DEL MUNDO CONTEMPORÁNEO Y LA CAÍDA DEL IMPERIO ESPAÑOL

Los autores de los tratados de paz de 1815, orientaron sus esfuerzos hacia la solución de dos grandes preocupaciones: una, conseguir un relativo equilibrio de fuerzas, para lo cual el trazado de las fronteras se realizó desde una base estadística, sin tener en cuenta diferencias lingüísticas y religiosas; las tradiciones, simpatías o antipatías, entre los grupos de población y en resumidas cuentas, haciendo caso omiso del sentimiento nacional; y dos, terminar con los cambios políticos y sociales que el dominio imperial francés había originado.

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La restauración, pues, de las dinastías legítimas, tenía que favorecer a las autoridades tradicionales —terratenientes e iglesia—. En los países católicos los gobiernos veían en la iglesia romana un baluarte contra las ideas revolucionarias: la alianza del trono y del altar fue una fórmula comúnmente aceptada. Se trataba, por tanto, no sólo de destruir el imperialismo francés, sino también la expansión de las ideas francesas de 1789.

Pero el Congreso de Viena no había intentado resolver las crisis del imperio colonial español y del imperio otomano. La cuestión de las colonias españolas apenas podía ser tratada en un momento en que las potencias vencedoras restablecían en el trono a Fernando VII ¿Podían entonces intervenir en favor de los rebeldes? Por otro lado, nuevas tendencias ideológicas y aspiraciones se manifestaban en la vida espiritual; decadencia del racionalismo y despertar del sentido nacional: romanticismo y nacionalismo brotaron de la misma fuente.

Comprender la política internacional desarrollada en Europa sólo tiene sentido si se bosqueja un esquema general del medio social y económico; así como de las tendencias del pensamiento político.

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