A VUELTAS CON LA FELICIDAD (IV) - EL ORGULLO - Momentos para discrepar

Lo último:

Anuncios adaptables aquí (0)

Anuncios adaptables aquí (1)

martes, 17 de septiembre de 2019

A VUELTAS CON LA FELICIDAD (IV) - EL ORGULLO

Orgullosa es la persona que tiene un exceso de confianza en sí misma; todo lo que dice, todo lo que hace es perfecto, sus decisiones son incuestionables, nada ni nadie pueden contradecirlo; en realidad se siente y se comporta como si fuera Dios.
A VUELTAS CON LA FELICIDAD (IV) - EL ORGULLO
Orgullo, pero no orgulloso.
Ese orgullo tóxico no debe ser confundido con aquel que se manifiesta en determinadas situaciones y que todos, en alguna ocasión, hemos sentido: por haber hecho algo bien, por haber alcanzado alguna meta, o por cualquier otra razón. Esa es una manifestación de seguridad sobre nosotros mismos, algo sano y beneficioso para nuestra propia estima.
El problema surge cuando pensamos que esos logros que alcanzamos nos sitúan por encima, que nos autorizan a descalificar o vilipendiar al resto de las personas. Entonces estamos hablando de un orgullo malsano: “soberbio, arrogante, engreído” y un sinfín de calificativos más vienen a designar a éste tipo de personas, aquellas que se sienten serlo “todo”, que lo son “todo”.
Yo no sé si una persona dotada con semejante orgullo puede ser feliz. Lo que, si sé, es que son incapaces de mejorar, puesto que lo saben todo, y todo lo hacen bien, para qué van a pararse a pensar ¿en qué puedo mejorar? La realidad es que, a la larga o la corta, acaban humillados.
Son personas casi imposibles de cambiar, pues es tanta la autoconfianza que tienen en sí mismos, que jamás se detendrán a hacer un autoanálisis crítico. Su frase favorita suele ser: “Yo soy así, y no voy a cambiar”. Hay un dicho popular que define bien este sentimiento: “El orgullo es como el mal aliento, todos lo perciben menos quien lo padece”.
Jamás he comprendido esa clase de orgullo. Quizá porque he sabido vivir en la convicción de que siempre hay algo que aprender, de que todos los seres humanos son buenos en algo, y por tanto mejores en lo suyo que yo; inclusive mejores que en lo mío, también. Así que, desde luego, si el orgullo es antitético con la felicidad, cosa que insisto, no sé —puede que el orgulloso se siente el más feliz de los mortales con su orgullo—, cambiar la situación no debería suponer un gran problema, porque bastaría con abrir la mente para comprender que todo, absolutamente todo, en la vida, puede ser mejorado, y por tanto siempre habrá alguien que lo haga mejor. Así qué ¿de qué sirve esa autoexageración de sentirse mejor que nadie?, si algún día te vas a encontrar con alguien que hace las cosas mejor…
¡Orgullo! ¡Vanidad! Qué sentimientos tan vacíos… Vamos, pienso yo.

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Gracias por comentar...

Anuncios adaptables aquí (2)