DIOS, PATRIA, BARRO Y SANGRE - Momentos para discrepar

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jueves, 17 de septiembre de 2020

DIOS, PATRIA, BARRO Y SANGRE

 


Siempre, tras una lectura de novela histórica, suelo recurrir al hecho de releer una de las novelas históricas de mi propia creación. Lo hago en un intento de sana comparación —en absoluto la de comparar si es mejor o peor—; sino buscando la autoapreciación de los diferentes estilos, la exposición histórica a través de la trama, el uso más o menos asequible del lenguaje para los lectores no muy versados en los hechos históricos reseñados. Y todo, porque a mí, lo que me interesa, es divulgar retazos de la historia de mi propio terreno patrio, y hacerlo de una forma distendida y casi pueril.

Así, pues, esta vez le ha tocado el turno a la relectura de Dios, patria, barro y sangre, una novela un tanto sui generis, puesto que su propia concepción literaria supuso una especie de juego o atrevimiento, para unir en una única trama partes temáticas dispersas que, sobre dicho momento histórico, ya había escrito con anterioridad.

Y la verdad, debo decir, que tras esta segunda lectura completa de la obra, ha aumentado mucho mi grado de satisfacción. Porque Dios, patria, barro y sangre, vino a llenar aquel hueco que había quedado sin tratar en la serie “España en guerra”; ese largo lapso de casi setenta años, durante el que se desarrollaron las Guerras Carlistas en nuestro país.

Lo cierto es que aquel era un tema que siempre me había interesado y que por tanto había abordado una y otra vez en una serie suelta de narraciones breves, en principio, sin conexión entre ellas. El reto, por tanto, era recuperar todo ese trabajo realizado y ser capaz de aunarlo conformando una novela histórica, si bien acrecentada y enriquecida con aquellos sucesos y hechos que fuera menester.

No fue tarea fácil dar con la “fórmula” del hilo conductor capaz de aunar todos los textos en una cronología y una trama histórica. Pero al fin lo logré: una especie de memorias de un personaje, don Bernabé Tierno de Santillana, que se dedica a narrar en continua sucesión.

Reconozco que cuando lo publiqué, no estaba satisfecho del todo. Al fin, el hecho narrativo había sido un auténtico atrevimiento, y me quedaron dudas, claro que sí.

Pero tras esta segunda lectura, mi tranquilidad es absoluta, porque la obra superó con creces lo que esperaba lograr. Al menos, esta es mi actual apreciación.

De modo que el lector que decida acercarse a la lectura de esas páginas, encontrará una auténtica cronología de las guerras carlistas, si bien centrada la acción en la región manchega, con una extensísima recreación de las convicciones y creencias de las gentes que apoyaron a uno y otro bando, así como de las formas de vida, valores y relaciones de aquel momento social.

La lectura en un contexto de narraciones secuencial, facilita mucho el hecho lector y la comprensión, llegando, en mi opinión, a enganchar inmediatamente al lector.

Es por ello que no me cabe ningún rubor en recomendar la lectura de Dios, patria, barro y sangre. Porque al fin, estoy convencido de ello, es una novela que gustará al lector.

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