FILOSOFÍA Y SOCIEDAD (XV) - MIEDO AL CORONAVIRUS - Momentos para discrepar

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miércoles, 9 de septiembre de 2020

FILOSOFÍA Y SOCIEDAD (XV) - MIEDO AL CORONAVIRUS

Me niego a seguir dejándome atemorizar por tanto vocero profesional, ya sean adalides o negacionistas del coronavirus. Por tanto, pretendo vivir con la mayor naturalidad las nuevas circunstancias que la realidad nos ha impuesto. Y sin que esto signifique que deba obviar las órdenes y consejos que emanan de las autoridades sanitarias; por lo demás procuro evitar cuidadosamente todo exceso de información, muy especialmente esos espacios de tertulia donde los asistentes pontifican, cual sabios de Grecia, sobre todo lo habido y por haber, pareciendo conocerlo todo, saber de todo; indicándonos cómo debemos opinar, qué no debemos discutir. En definitiva, transmitiéndonos sus propias opiniones como si fueran verdades tautológicas indiscutibles; es decir, anulando el espacio de la opinión pública para convertirlo en mera opinión dirigida.
 
Pero como quiera que la pandemia sigue ahí, imparable y virulenta, de alguna manera habrá que aceptarla y aprender a convivir con ella. Y es en este sentido en el que hay cosas que tenemos al alcance de la mano, que podemos hacer, para llevar mejor los nuevos tiempos. Son cuestiones sencillas y de talante que me propongo comentar, por si acaso pudieran servir a alguien como tema de ayuda y reflexión.
Así, en primer lugar, lo que debemos hacer es centrarnos solo en aquellas cosas que podemos cambiar. No podemos cambiar que exista el coronavirus, pero sí cómo reaccionamos frente a ello. Comportamientos histéricos de pánico o miedo, que llegan a alterar nuestra vida normal, son patologías que hay que tratar; exactamente igual que tenemos que tratar un posible contagio con el coronavirus o con cualquier otra enfermedad.
En segundo lugar, deberíamos ser muy escrupulosos con la información que nos llega; asegurarnos de lo que realmente pasa; comprobar que son ciertas las cosas antes de juzgar según nuestras propias emociones ¡Cuántas indeseables opiniones evitaríamos con solo seguir esta regla!
Debemos, también, abrir nuestra mente hasta ser capaces de comprender que, si consideramos que la situación que vivimos es excepcional, otras generaciones anteriores han sufrido mucho más: guerras, hambrunas, epidemias auténticamente letales; y sin embargo las soportaron y salieron de ellas ¿Por qué no vamos a tener nosotros la misma capacidad de aguante? Sería un menosprecio a nuestra capacidad de resistencia, y un insulto a la esperanza el no saber conformarnos.
También es una inteligente actitud aquella de saber estar preparados para lo peor. Saber entrenar el cuerpo y el alma para el frío y el calor, para la sed y el hambre, para vivir con dureza, para aguantar los dolores sin transformarlos en quejas. Así disfrutaremos todo aquello que sea algo mejor, por poco que sea. Y si al final ocurre lo peor, comprenderemos que, por inevitable, no podemos remediarlo, que no está bajo nuestro control. Lloremos entonces la tragedia con sabia prudencia.
Y por último, aprendamos a disfrutar de todo aquello que controlamos, de las pequeñas cosas, de esas rutinas que nos llenan la vida; seamos amantes de los nuestros y comprensivos con los que nos rodean, porque no hay ninguna necesidad de ser groseros; y cuando te muestras amable con los demás, las personas comienzan a ser amables contigo.
En definitiva, aprendamos a ser agradecidos con todo aquello que tenemos en este momento, y mejoraremos mucho, muchísimo, nuestra mera forma del cotidiano vivir.

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