FILOSOFÍA Y SOCIEDAD (XVII) - SINCERIDAD - Momentos para discrepar

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jueves, 24 de septiembre de 2020

FILOSOFÍA Y SOCIEDAD (XVII) - SINCERIDAD

Se piensa que la sinceridad es una virtud tremendamente necesaria. Pero, desde luego, lo que sí es seguro, es que resulta una herramienta peligrosa que suele avivar rencores y tensiones. Tal vez por ello, quienes se manifiestan abiertamente sinceros, suelen calificarse de raros y provocadores en este mundo moderno donde predomina el postureo y lo políticamente correcto.
FOTOGRAFÍA DE ISABEL PACHECO
 
Y es que vivimos esclavizados por un nuevo concepto —novolatría podríamos llamarlo—, que es aquello que da por supuesto que todo lo que es nuevo, no necesita justificar que sea bueno. Hoy, en todos los ámbitos, desde las escuelas hasta en los juegos, se inculca la prisa por correr; no hacia lo bueno, sino hacia lo nuevo. Lo que nos lleva a olvidar que hay muchísimas cosas del pasado que pueden ser muy buenas: ¡El fuego! ¡La rueda! ¡El libro! ¡Los diálogos socráticos! En fin, maravillas del pasado sin las cuales este mundo no funcionaria, pero que ahora se olvidan como lo que son: elementos heredados imprescindibles para la humanidad.
Y creo, sinceramente, que una de las cosas buenas del pasado que hemos olvidado, es la cualidad de ser sinceros —aunque tampoco ellos siempre lo fueran—. Hoy todo tenemos que medirlo especialmente: las palabras que decimos, los sentimientos que expresamos, a fuer de evitar “herir” la sensibilidad de nuestro interlocutor. Y es que parece que hubiéramos perdido toda capacidad de aceptar la frustración. Y ésta es parte de la vida, porque lo que a diario nos ofrece la misma no tiene por qué ser tal como lo imaginamos. Y la capacidad de aceptar la frustración, como poco, disminuye el miedo a enfrentarnos a ella, nos prepara mentalmente para aceptar las crisis y gestionarlas; y si luego las cosas no ocurren como pensábamos, se revitalizará nuestra capacidad de sentir gratitud porque esas cosas no pasaron.
Luego, entonces, por qué somos tan incapaces de aceptar la sinceridad del ajeno sobre nosotros: ¿por qué solo nos parece bien oír lo que piensan sobre nosotros o sobre nuestras obras y acciones, si coinciden con lo que nos gusta oír?; esto es; cuando nos lisonjean a pesar de que lo hagan de forma vacía y pueril.
Personalmente agradezco la sinceridad y la crítica, tanto sobre mi obra como sobre mi persona. Y siempre, aun cuando la entienda mal intencionada, intento dominar mi reacción primaria, para ponerme a pensar ¿por qué mi interlocutor lo ve así? Y es que suele ocurrir que la primera reacción sobre lo que nos ofrece la vida, no coincide en muchas ocasiones, con lo que las cosas suelen ser.
Deberíamos ser conscientes y entender que las cosas que nos ocurren no son las que nos dañan, sino la interpretación que hacemos de las mismas. Si aquello que nos frustra es consecuencia de nuestro fracaso, acusar de ello a los demás es propio de ignorantes, mientras que aceptar nuestra propia responsabilidad sobre ello es comenzar a instruirse.
Por tanto, nunca te ofendas con la sinceridad de los otros hacia ti. Porque su sinceridad nunca será un insulto si tu no la recibes como tal. Sosiégate, tómate siempre tu tiempo, trata de comprender al otro, el porqué actúa así; y serás dueño de ti mismo, de tus actos, de tus sentimientos, de tu propio control.
Y por último recuerda que debes reflexionar siempre sobre aquello que piensas o en lo que crees. Porque a veces, lo que se considera malo en principio, puede resultar un bien. De modo que sé sincero siempre, pero con una sinceridad reflexiva y medida. Algo que lograrás si guardas silencio con frecuencia y hablas solo lo necesario y con pocas palabras.

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