FILOSOFÍA Y SOCIEDAD (XXXIII) - DESEOS - Momentos para discrepar

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domingo, 17 de enero de 2021

FILOSOFÍA Y SOCIEDAD (XXXIII) - DESEOS

Fuente de desequilibrio, falta de paz interior y estrés es el deseo. Esa enorme fuerza capaz de doblegar nuestras creencias y enturbiar nuestra visión del mundo hasta hacernos capaces, inclusive, de distorsionar nuestro propio juicio racional.
Pero los deseos, en demasiadas ocasiones, no se satisfacen. Lo que nos causa dolor y frustración. Deberíamos, pues, considerar cada deseo como una potencial amenaza para nuestra paz y estabilidad.
Normalmente los seres humanos buscamos la solución en hacer todo lo posible por alcanzar aquello que deseamos. Pero, en la mayoría de las ocasiones, esto viene a resultar un fútil esfuerzo.
LAGUNAS MANCHEGAS
Mancha húmeda: laguna del camino de Villafranca
De nuevo, y como viene siendo habitual en estos post, buscamos las recomendaciones que los estoicos dejaron para afrontar esta situación. Aunque en este caso encontraremos que sus prescripciones, no resultan muy acordes con las costumbres y modos de vida actual.
Porque, veamos, lo que ellos prescribieron, fundamentalmente, fueron una serie de ejercicios para aprender a controlar los deseos:
Primero. Regulemos a la baja nuestros deseos. A prendamos a esperar un momento, pongámoslos a prueba, opongámosle un pensamiento bueno y honorable, y pongamos en fuga los sucios (Epicteto). Tenemos que estar en guardia contra nuestros propios pensamientos; no cultivemos fantasías mentales; opongámosles nuestros fríos pensamientos.
Segundo. Mantengamos siempre un sentimiento de gratitud. A veces bastará con estar agradecidos con el simple hecho de vivir. Marco Aurelio decía que no debíamos entregarnos a los sueños de tener lo que no se tiene; que basta con ser consciente y valorar las cosas que tenemos, y pensar con gratitud con cuánta fuerza las anhelaríamos si no las tuviéramos. Escribamos en nuestro diario, cada día, aquello por lo que estamos agradecidos. Nos sorprenderemos de lo afortunados que somos.
Tercero. Visualicemos negativamente. Reflexionemos sobre las posibilidades de perder las cosas que tenemos; consideremos la posibilidad de que todos nuestros planes fracasen, de perder nuestro dinero, o de que muera algún ser querido. Después nos alegraremos de que esto no sea así. Pero también nos preparará para los cambios, porque estos son inevitables. Y cuando no estamos preparados para ello somos vulnerables al sufrimiento.
Cuarto. Recordemos que todos estamos conectados unos con otros. A veces podemos llegar a convencernos de que podemos vivir separados y no nos afecta el malestar de los demás; perspectiva de limitada y falsa visión. La sensación de separación conduce a la falta de empatía hacia los demás; al odio hacia todo aquel que es diferente. Pero también nos hace más frágiles, vulnerables a todo aquello que consideramos como ataque a nuestra identidad; un deseo poderosísimo de que los demás nos vean como nosotros creemos que somos. Bajemos ese nivel de deseo de ser personas competentes, amables, valoradas, y centrémonos más en la idea del yo expandido y conectado. Nos sentiremos mucho mejor.
Quinto. Mantengamos una visión desde arriba. Contemplemos la inmensidad del mundo y la pequeñez de nuestras preocupaciones. Tenemos una especial tendencia a magnificar nuestros problemas, pero basta distanciarnos un poco de nuestras circunstancias actuales y observar lo que ocurre en el mundo para comprender que no somos tan importantes.
Sexto. Aceptemos radicalmente todo cuanto nos suceda. Con ello aprenderemos a corregir aquellas cosas que nos distorsionan; nos recordará que la vida funciona así, y que todo lo que nos ocurra es sencillamente una nueva oportunidad.
Afrontemos, pues, nuestros días, nuestro tiempo, reduciendo los deseos, aceptando la vida tal y como nos viene, y después actuemos aprovechando las oportunidades. Y así conseguiremos ser, con toda seguridad, más felices de lo que lo hemos venido siendo.
LAGUNAS MANCHEGAS
Mancha húmeda: laguna del camino de Villafranca

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