LECTURAS ESCOGIDAS (I) – LA REALIDAD - Momentos para discrepar

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viernes, 15 de enero de 2021

LECTURAS ESCOGIDAS (I) – LA REALIDAD

Entre mis muchas lecturas —las que leo y las que tengo pendientes—, siempre procuro dejar un espacio para releer mis propios títulos. Aunque este aserto, la verdad, es que ya lo he repetido en otras ocasiones: ¡Espero que no resulte pedante tanta reiteración!
Aunque lo que creo no haber dicho, es que los libros que procuro releer son aquellos de mi repertorio que menos éxito han tenido ¿Quizá busco las causas o el porqué?... No sé, pero lo cierto es que para efectuar estas segundas lecturas suelo buscar momentos de especial tranquilidad, como esas primeras horas de la noche en las que prefiero irme a la cama a leer, antes que quedarme a soportar alguno de esos “tontancos” programas o tertulias de éxito que en no pocas ocasiones tientan mi paciencia por su escorada parcialidad o su fútil banalidad.
CAMPO DE CRIPTANA-ALCÁZAR DE SAN JUAN
Campo de Criptana: camino laguna de Salicor
Y en esas segundas lecturas, suelo llevarme sorpresas del estilo de encontrar interpretaciones de mis propios textos muy distintas a las que tuve en el momento en que las escribí. Lo que viene a demostrar que una cosa es lo que pretende transmitir el escritor, y otra lo que llega o puede interpretar el lector. Porque eso es lo que me propongo en estas segundas lecturas: asumir el rol de lector crítico para ver o apreciar qué falló o en qué me pude equivocar. Y en esta actitud, uno llega a encontrar cosas que no le gustan, pero, sorprendentemente, también cosas que llegan a gustarle mucho más que en el momento inicial en que las escribió. Es por ello que he decidido abrir una nueva sección temática en www.momentosparadiscrepar.es/; a la que denominaré “Mis lecturas escogidas”. La ilusión sería que resultaran capaces de generar algún tipo de debate u opinión. Cosa improbable casi seguro, dada mi trayectoria y experiencia personal.
Iniciamos, pues, esta serie con uno de esos textos que en otros momentos me pasó casi desapercibido, pero que, sin embargo, en una de esas insomnes noches de segundas lecturas, me hizo ponerme a pensar:

"LA REALIDAD"

Vivimos en un mundo bidimensional; al menos eso creo. Un mundo conformado por aquello que llamamos “hechos”, además de “las cosas” materiales existentes en él; y otro diferente constituido por los “hechos” y las “cosas” según las interpretamos; esto es, aquel que percibimos a través de los condicionantes sociales adquiridos. Solemos, pues, crear una realidad paralela diferente a la realidad objetiva que podría definir el sentido común. Y esto es una evidencia, además de una “realidad”. Lo único objetable es que esa realidad no es tal, sino únicamente, nuestra realidad, la que percibimos, la que conformamos.
Y con esa realidad salimos a la calle dispuestos a esparcir nuestras “verdades” con el inconfesable deseo, de que sean aceptadas incondicionalmente, porque ¿acaso no son las respuestas que demandan los problemas de la “realidad”?
Creo que no haría falta avanzar mucho más para ir cogiendo el hilo del pensamiento aquí esbozado, porque si no existe una realidad objetiva, sino tan solo aquella que conformamos según nuestra interpretación de los hechos ¿Cómo podemos imaginarnos en posesión de la verdad?... ¿Cómo podemos pretender cantarle a alguien las “verdades del barquero”, por usar un ejemplo del refranero popular?
Pero lo cierto es que así andamos, arrojándonos los trastos unos a otros, conformando una realidad que solo encuentra refugio en los rincones más oscuros de nuestra propia intransigencia, y en muchas ocasiones, en nuestra propia maldad.
Desde esta premisa ¿Cómo no decepcionarnos con esa realidad que percibimos a nuestro alrededor? Una sociedad insolidaria e individualista, fragmentada por las múltiples y miserables interpretaciones antagónicas de los mismos hechos. ¿Cómo resulta posible tamaña falsedad?
Me pregunto si es posible comprender los hechos; si es posible un conocimiento objetivo del mundo, o si solo es factible el conocimiento a través de la interpretación que le damos. Porque si eso es así, el mundo de la palabra —o la palabrería— se configura como el nuevo Leviatán del poder. Y va a ser ese poder, en suma, el que modulará las interpretaciones dirigidas a conformar lo sociedad que se pretenda lograr.
José María Guelbenzu dice que “ya que no podemos cambiar el mundo, al menos cambiemos de conversación”. Supone ese pensamiento —creo—, como la quintaesencia de una derrota y una convicción: que el lenguaje, la palabra hablada y escrita, constituye el único y real instrumento político actual: se trata de implementar la política del hablar y no hacer.
Y puede que sea cierto, a tenor de lo que vemos y observamos en la “realidad” política y social. Es el nuevo imperio político de las fake news, el mundo de la posverdad; aquel que conforma una realidad interpretada y dirigida según nos la quieren vender: ¡Qué asco da!
¿Y se puede hacer algo contra ello? Pues a lo mejor sí. A lo mejor sería suficiente con exigir que además de decir, también tuvieran que hacer… ¡No sé!... Aunque quizá, pensándolo bien, tan solo sea como pedirle peras al olmo esta disquisición.
SERIE "MOMENTOS PARA EL DIÁLOGO"
 

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