FILOSOFÍA Y SOCIEDAD (XXXI) – LA FELICIDAD ESTOICA - Momentos para discrepar

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sábado, 2 de enero de 2021

FILOSOFÍA Y SOCIEDAD (XXXI) – LA FELICIDAD ESTOICA

 

Los estoicos practicaban una estrategia de eliminación en la búsqueda de la alegría y la felicidad. En lugar de preguntarse ¿Qué debemos hacer para ser felices?, la pregunta que se hacían era ¿Qué debemos eliminar de la vida para ser gozosos?
No son pocos los filósofos de la escuela clásica —Séneca, Epicteto, Marco Aurelio—, que parece que pensaban así: “Una vez que hemos ahuyentado todas las cosas que nos perturban o atemorizan, sigue una alegría inquebrantable e inmutable” —decía el filósofo cordobés.
EPICTETO (ENQUIRIDIÓN)
 
Para ellos la alegría era la condición natural de vivir. Y no se alcanzaba por adquirir cosas externas, porque lo externo —entendían ellos— no podía hacerlos felices; la alegría devendría del mero hecho de estar vivos y sanos.
Pero lo cierto es que, la mayoría de las veces, las cosas que nos perturban son psicológicas, y estas cargas no son visibles fácilmente; es más, en muchas ocasiones ni siquiera sabemos que las estamos cargando. Por ello, los estoicos las identificaron con máxima claridad: locura; exceso; temor e injusticia. Las llamaban vicios.
Para ellos, la locura o necedad era, con mucho, la carga más pesada. La necedad consiste en no saber qué cosas se deben hacer, cuáles no, y qué no son ninguna de las dos.
La respuesta la vislumbraban clara. Todo se basaba en comprender que algunas cosas en el mundo dependen de nosotros, y otras no. Y depende de nosotros lo que genera nuestra mente: deseos, aversiones, pasiones, etc. No depende de nosotros lo que no genera nuestra mente: el cuerpo, riqueza, honores, prestigio y demás cosas por el estilo.
Sin embargo, aún en las cosas que no están bajo nuestro control, algunas actuaciones aumentan la posibilidad de que el resultado final esté bajo nuestro control. Por ejemplo; un atleta puede saber muy bien que puede que no gane la competición, pero eso no ha de impedirle dedicarle el máximo esfuerzo, porque intentar ganar si está bajo su control. Pero aun poniéndole el máximo esfuerzo, el resultado final sigue sin estar bajo nuestro control. Luego, no saber distinguir entre esfuerzo y control, es la mayor necedad de todas; y solo provoca frustración y angustia. Algo que nos ocurre cada día ¿No seamos necios, por favor!
La segunda carga sería el exceso: no saber qué cosas hay que seleccionar, y cuáles no.
El exceso está relacionado con querer más, consumir más, y esforzarnos más. El descontrol de nuestros deseos puede ser insaciable —nuestros deseos de opinión, claro está—: riquezas, fama, lujos, etc. Pero estos deseos suelen no tener fin, incluso cuando se alcanzan se desean más. Cuando deseamos algo profundamente, cualquiera que controle el objeto de nuestro deseo se convierte en nuestro dueño. Y eso es abominable. Por tanto, debemos disfrutar de las cosas buenas que nos da la vida, incluso si son externas. Pero nunca las consideremos esenciales para nuestra felicidad.
El miedo sería la tercera de las cargas psicológicas que se oponen a la alegría. Por tanto ¿A qué debemos tener miedo, y a qué no? Esa sería la cuestión.
Nuevamente nos vuelve a ocurrir lo mismo. Tenemos miedo de cosas que no controlamos: la enfermedad, la muerte… Con ello perdemos la valentía de juzgar adecuadamente las impresiones que están bajo nuestro control. La carga del terror siempre es agobiante.
Y por último estarían los sentimientos de injusticia. Pero si somos conscientes de que nadie tiene poder para lastimarnos, que solo nuestras impresiones nos lastiman, por la misma lógica, nosotros no podremos lastimar a otros. Son los otros los que se lastiman. Por tanto, se trata de saber vivir con destreza.
Sepamos eliminar las cargas de la necedad, del exceso, del temor y la injusticia. Seamos más prácticos y moderados, porque éste es camino seguro hacia la alegría y felicidad.

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