Se habla mucho de motivación en estos tiempos. Parece como si fuera la llave
maestra para todo; que, si se consigue estar motivado, nada se pondrá por
delante; que lo conseguiremos, que triunfaremos en nuestros propósitos sean
estos cuales fueren.
Y ante estas aseveraciones, uno no puede menos que pensar que lo importante en
la vida es estar motivado cada día, y que para ello solo será necesario
entrenar la conducta hacia un estado positivo. Vamos, aquello de pensar que
cuando una puerta se cierra, otra se abre; que cuando las cosas no resultan
como se esperan, solo se tienen dos opciones que elegir: quedarte varado en lo
que podría haber sido, o ver lo ocurrido como un aprendizaje y seguir
adelante. Esto es, hay que dejar de ver la puerta cerrada y pensar en
positivo.
Laguna Conceja (Ruidera) |
Además, se trataría de tener paciencia, de recuperar la capacidad de saber
esperar, de no forzar situaciones, de disfrutar el momento que se vive. Nunca
es tarde para nada, no existen limitaciones, las únicas, las que están en
nuestras cabezas. De modo que en vez de esperar que las cosas ocurran, lo que
hay que hacer es actuar, no paralizarte, hacer cosas pequeñas cada día de modo
que te acerquen a tus objetivos.
En definitiva, motivarse significa, fundamentalmente, ser positivo en los
pensamientos, fuerte espiritualmente; ser consciente de que tú eres el único
que puedes decidir y “fabricar” tu propia realidad. Así es como suelen
presentar las cosas todos esos gurús de la autoayuda dirigida a alcanzar el
éxito y el triunfo; esas ambiciones que tanto se valoran en la sociedad
actual.
Literatura engañosa e incluso destructiva, al excluir, como poco, a la mitad
de la humanidad que, por sus condicionantes, no son así; esto es, que no son
positivos por naturaleza, que los fracasos los hunden de forma demoledora, que
son débiles o que quedan paralizados ante cualquier tragedia de su vida.
Porque todos estos postulados de la motivación devienen inalcanzables para
ellos.
Por eso, a mí, personalmente, no me gustan los discursos sobre motivación,
mientras que me encanta oír hablar del valor de la fuerza de voluntad. Porque
esa sí que es una actitud válida para todos, sean positivos o negativos,
tristes o alegres, altruistas o no. La fuerza de voluntad es algo que, en
potencia, tenemos todos, y que, además, se puede entrenar a través de los
hábitos. En realidad, lo que suele faltar a los seres humanos no es
motivación, sino fuerza de voluntad. Y como ya he dicho, ésta se acrecienta y
refuerza con los hábitos, algo que resulta fácil de estimular. Porque los
hábitos automatizan, y las cosas que se hacen de forma automática no necesitan
de espíritu positivo ni motivación. Se hacen por eso mismo: porque son un
hábito.
¿Y cómo se construyen los hábitos?
Pues, primero, intentando crear el nuevo hábito en exclusividad, de uno en uno
cada vez. Iniciarlo y mantenerlo repetitivamente durante un periodo mínimo de
treinta días ininterrumpidos. Y si se interrumpe la secuencia, vuelta a
empezar desde cero. Esta es una táctica que no suele fallar. Cierto que
constituye la fase de construcción del hábito, y esta se caracteriza por
suponer bastante sacrificio a cambio de poco beneficio. Pero superado ese
periodo de treinta días, la fase cambia suponiendo mucho beneficio y poco
sacrificio.
Veamos un ejemplo de lo que escribo: imaginemos que deseamos bajar unos kilos
de peso y mantenerlos permanentemente. Para ello nos motivamos al máximo, y
comenzamos con sesiones deportivas, gimnasio y plan alimenticio ¿Cuánto suele
durar esta motivación? ¿Cuántos llegan a alcanzar así sus objetivos? Pocos,
verdad; y ello, porque lo que viene a fallar es la constancia que da la fuerza
de voluntad.
Imaginemos ahora, en cambio, que nos proponemos crear nuevos hábitos que nos
conduzcan en esa dirección: no comer azúcares, abandonar la costumbre del
“picoteo”, o habituarnos a caminar un tiempo fijo diario. Hagámoslo durante
treinta días; y se convertirán en hábitos automáticos que nos conducirán,
quizá más lentamente, pero con mayor seguridad, a los objetivos perseguidos.
La adquisición de hábitos es un arma poderosísima capaz de incrementar nuestra
fuerza de voluntad; de cambiarnos en poco tiempo de forma radical. Así que
este es mi consejo: menos motivación y más fuerza de voluntad ¡Seguro que
cambiaremos a mejor!
Laguna Grande de Villafranca |
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