FILOSOFÍA Y SOCIEDAD (XXXVIII) - CURIOSIDADES DE MONTAIGNE - Momentos para discrepar

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martes, 23 de febrero de 2021

FILOSOFÍA Y SOCIEDAD (XXXVIII) - CURIOSIDADES DE MONTAIGNE

 

BOMBOS MANCHEGOS
 
Decía Azorín que la mejor literatura que había caído en sus manos, eran los Ensayos de Michael de Montaigne. Y como resulta que, en su día, Azorín, supuso un referente importante en mi aprendizaje escritor, leí mucho todo aquello que el maestro ponderaba, en especial a Montaigne.
Y debo decir que nunca me ha resultado fácil entender al filósofo, ni siempre he estado de acuerdo con él. Tampoco fui capaz, jamás, de leer los Ensayos de un solo tirón. Entre otras cosas, porque me aburrían soberanamente. Así que, durante mucho tiempo, tan solo me dediqué a tomar notas, con la completa seguridad de que algún día me servirían para escribir sobre él.
Creo que ha llegado el momento de exponer algo de su pensamiento en estas entradas dedicadas al estoicismo moderno en su relación con la forma de vida actual. Por ejemplo, algo que podríamos destacar de Montaigne, podría ser el doble componente que contiene su pensamiento, porque, a mi parecer, en sus ensayos, interpreta la doctrina estoica de forma tan peculiar que más se podría calificar de cínica que estoica. Aunque sé que esto es mucho decir, y que cualquier docto filósofo podría tacharme de atrevido, aficionado, aprendiz, o simplemente indocumentado. Aun así, esta sigue siendo mi opinión ¡Qué le vamos a hacer!
Y ello porque emociones que en el momento actual nosotros consideramos como buenas o virtuosas, tanto en lo personal como en lo social, Montaigne, las consideraba como despreciables. Veamos algunos ejemplos de ello:
La piedad, ese sentimiento de compasión hacia las demás personas que sufren o padecen, él la consideraba un vicioso sentimiento. Entendía, siguiendo el pensamiento estoico, que hay que socorrer a los afligidos, pero no flaquear compadeciéndose de ellos. Para él, la conmiseración era efecto de la sensiblería y blandura. El valor era efecto de un alma fuerte e indomable. Esto es, que si en el momento actual, la dramática imagen de un niño muerto en la playa por caer al mar desde su patera accidentada, nos sensibiliza o conmueve; eso no sería piedad o compasión, sino mera sensiblería propia de un espíritu flojo y detestable.
Y ante estos postulados, lo que a mí me viene en mente, es que, si esto es estoicismo, yo me he equivocado de pensamiento filosófico y reflexión.
Pero sigamos con el señor de Montaigne. Refiriéndose a la tristeza, por ejemplo, él la consideraba como un necio y monstruoso elemento. Cualidad dañina, loca, cobarde y baja. La doctrina estoica, según su apreciación, la prohibía a sus sabios.
Pero no es este el matiz estoico con respecto a la tristeza. Ningún estoico te pedirá que estés alegre como unas castañuelas si has perdido a tus hijos, o tu salud o tus bienes. Lo que sí te pide el estoicismo, es que la tristeza no sea tu estado basal, que es algo muy distinto a lo que decía Montaigne.
Aunque no todo el pensamiento del ensayista era así. También aportaba cosas de un gran valor estoico para el momento actual. Como la necesidad de dominar nuestros sentimientos; conocer lo que es, y lo que nos es propio; esto es, conocernos a nosotros mismos. Ello nos permitiría cultivarnos y rechazar propósitos inútiles y ocupaciones superfluas. Solo debemos sentir afecto y estima por aquellos que se lo ganen por su virtud.
También execraba de la ociosidad. Y ello por una mera cuestión práctica: quien no ocupa su pensamiento en algo que lo bride y lo contenga; permitirá que éste se lance desbocado aquí y allá por el mar revuelto de las imaginaciones. Y ya se sabe que no hay locura ni sueño que no invente esa imaginación. Uno se pierde y sufre cuando no tiene metas establecidas, porque estar en todo, es como no estar en nada.
De modo que éste era Montaigne; estoico a veces, cínico las más. Un poco como nuestro más castizo Baltasar Gracián.
Del pensamiento de ambos, yo me quedo con mi propia conclusión: que toda nuestra fuerza radica en nuestra mente, y que solemos meter demasiada “basura” en ella en forma de preocupaciones, miedos, nostalgias… Que nuestra manera de pensar, en resumen, es un hábito, y por tanto, como todos los hábitos, se puede cambiar. Los hechos, generalmente, no los podemos cambiar, pero podemos aprender a controlar nuestro juicio sobre estos hechos. Para ello solo se necesita una enorme fuerza de voluntad.
BOMBOS MANCHEGOS
 

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